Gonzalo Ibáñez Santamaría


Los resultados arrojados por las múltiples elecciones que tuvieron lugar ayer domingo y anteayer sábado no hicieron sino confirmar las predicciones que se habían avanzado los días anteriores: una rotunda derrota del gobierno y de los partidos que lo apoyan, esto es, la UDI, RN y Evópoli. Era imposible que estos no sufrieran las consecuencias del bajísimo índice de aprobación ciudadana al gobierno que no sobrepasa el 10%. Lo que se discutía era la cuantía de esa derrota. Ha resultado casi peor que el peor de los pronósticos. Como contrapartida, se produjo un fuerte avance de las fuerzas de la oposición, pero especialmente de las más extremas como son el partido comunista y el Frente Amplio. Nada de eso es de extrañar.

Piñera, nuestro presidente, puede estar contento. Todo su esfuerzo por destruir la base intelectual de las fuerzas que lo apoyaron hace tres años ha rendido sus frutos. Por una parte, separarlas completamente de su origen al alero del régimen militar de 1973-1990. No se trataba sólo de hacerlas condenar lo que eventualmente ese régimen tuvo de condenable, sino de condenar su origen mostrándolo nada más que como el resultado de la ambición de algunos uniformados. Y negando todo el tremendo esfuerzo que hizo para poner al país en el camino de un progreso hasta entonces desconocido en nuestra historia. Enseguida, Piñera no vaciló en entregar la constitución del país con tal de evitar la caída de su gobierno a partir de los sucesos de octubre de 2019; junto con ella, entregó a las fuerzas de policía quitándoles el apoyo cuando más lo necesitaban en el combate contra la anarquía que se abatió sobre el país a partir de esa fecha. En fin, entregó la columna vertebral del crecimiento económico del país al dejar sin ninguna defensa el modelo de desarrollo fundamentado sobre la iniciativa privada y el derecho de propiedad.

La responsabilidad de esos partidos es, sin embargo, tan grave como la del presidente, pues ellos se sometieron voluntariamente a ese proceso de pérdida de la identidad propia con tal de tener un acceso fácil al poder. No percibieron que así lo único que hacían era ponerse en posición de recibir una patada que los expulsara de él. Es lo que ha sucedido en esta ocasión. Si la verdad de nuestra historia es la que cuenta Piñera y si a ella se han unido esas fuerzas que antes sostenían la versión de la legitimidad de la intervención militar de 1973, entonces lo que corresponde no es seguir con Piñera y sus partidos en el gobierno, sino volver a un régimen como el de Allende en 1973. Así, por fin, se hará realidad el sueño de éste: convertir a Chile en otra Cuba.

Es lo que verdaderamente preocupa: para nada el destino de esos partidos y sí, en cambio, el destino de Chile. Nada bueno puede esperarse de fuerzas que han triunfado en esta oportunidad porque han hecho de la demagogia y de la mentira sus principales armas de combate. Va a ser necesario recuperar sobre todo la verdad acerca de nuestra historia para desde ahí a comenzar a recuperar la confianza de la ciudadanía en que el legado del gobierno militar es lo que ha impulsado el progreso del país y de cada uno de nosotros sus ciudadanos. Es enorme la tarea que se nos viene encima, pero mientras más demoremos en comenzarla, más enorme se va a poner.

Fuente: https://www.facebook.com/gonzaloibanezsm

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