Gonzalo Ibáñez Santamaría


 Los fuertes rebrotes de violencia que han tenido lugar en distintas partes del país no nos pueden sorprender. Especialmente graves, sin duda, han sido los episodios de La Araucanía y de la comuna del Bosque en Santiago. Sucede que quienes habían apostado todo a la carta de la violencia a partir del 18 de octubre pasado vieron frustrados sus intentos. En primer lugar, porque la gente, a pesar de todo, no los acompañó. A poco andar después del 18 de octubre comenzó la desafección de partes muy importantes de la población que se negaron a respaldar esa violencia y que se negaron a dejarse utilizar como carne de cañón para los propósitos de otros. Estos grupos en una proporción cada vez mayor fueron a engrosar las filas de la opción “rechazo” para el plebiscito constitucional programado para el 26 de abril, hasta el punto de que ella probablemente hubiera triunfado.

El golpe más duro vino, con todo, con la pandemia que se dejó caer en el país a mediados del último mes de marzo. Esta detuvo la marcha del país y, dentro de él, de cualquier intento de prolongar esa violencia. Pero hoy, dos meses después, esta violencia comienza a reaparecer de la mano de la paralización de las actividades económicas y de las fuertes consecuencias sociales que ello ha provocado. El aumento de la cesantía ha sido enorme dejando a muchas personas sin sus ingresos de los cuales vivían día a día. Es en este momento que el marxismo ha buscado reaparecer para utilizarlas, en su desesperación, como arietes que le permitan alcanzar su objetivo de adueñarse del poder en Chile.
 
Frente a esa estrategia, hoy no es el momento de la discusión académica. Es cierto que al gobierno le corresponde mantener el orden público, pero no es suficiente. El camino es el de la solidaridad con esa gente y sus familias, para apoyarlos en este duro trance y para evitar que sean nuevamente engañados por el marxismo. Y para impedir entonces la destrucción del país porque ellos, desde luego, serían las primeras víctimas. Como lo fueron de la violencia de octubre y de los meses siguientes que ya había provocado la cesantía de miles de personas.
 
Nadie puede, en las circunstancias por las que atravesamos, quedarse de manos cruzadas esperando que un golpe de suerte ponga fin a esta pandemia. Si ello sucediera sin antes haber procurado al menos aliviar el dolor ajeno, a lo que regresaremos es a la situación de la anterior violencia. Con el agravante de haber dejado a la vista que, en los momentos en que se nos necesitó, no aparecimos. Así, entonces, le echaremos carbón a la hoguera.

Hoy es el momento y la oportunidad de frenar definitivamente la intentona revolucionaria de apoderarse del país, mostrando cómo no somos enemigos los unos con los otros como pretende ese marxismo trasnochado sino, al contrario, muy solidarios entre todos. Es, sin duda, el desafío que nos plantea la hora presente.

Fuente: https://www.facebook.com/gonzaloibanezsm/

.