Por Enrique Subercaseaux


A nadie deja indiferente el candidato Javier Milei de Argentina.  Lo tildan de loco, de excéntrico, de que habla con sus perros y un largo sinfín de calificativos, muchos de los cuales vienen envueltos en el tumulto de la desinformación.

La campaña contra Milei es gigantesca. En todas las latitudes, como si la elección argentina fuese un fenómeno planetario.

Locura es tolerar como normal que un país rico como Argentina tenga la mitad de su población bajo la línea de la pobreza. Excéntrico es la cualidad de algunos que por la gimnasia de la retorica desconocen a Dios y se creen criaturas superiores y, bueno, hablar con los perros puede responder al adagio popular “mientras más conozco a los hombres, mas quiero a mis perros”.

La campaña de la desinformación hiperbólica se desató porque ha aparecido alguien que defiende, a capa y espada, la verdad y la libertad. Anatema en el mundo actual, que ha sido secuestrado por elites adineradas, iluminadas (quien sabe por quién) que pretenden controlar el mundo mediante una dictadura que se apoya en las nuevas tecnologías (inteligencia artificial) restricción del derecho a elegir democráticamente a sus representantes (tildando a quienes no se doblegan a esta nueva dictadura de pensamiento único como extremos, o fascistas) y que apunta a una alternancia en el poder de solo aquellos que suscriban los  dictados de la Agenda 2030 y sus sucesivos apéndices.

Este es el mundo en que vivimos. En nuestra región americana (más península ibérica) reina casi sin contrapeso el “castro-Chavismo”, una modalidad que busca el poder hegemónico. Con el financiamiento ilegal de los carteles de la droga y otros negocios ilegales (tráfico de humanos, tráfico de órganos etc.). En el primer mundo norteamericano y europeo reina la corrección política versión progresismo “woke”.  Asia y África escapan de este estado de cosas gracias a un nacionalismo fuerte, que se presenta bajo distintas variantes políticas y sociales.

Considerando lo anterior, emergen nuevos liderazgos que tienen que estar curtidos ante el adversario discursivo (apoyado por la violencia cuando es necesario). Y, sin dudas, son una especie de nuevo cuño.  No encontraremos nuevos Churchill, Thatcher o incluso nuevos Lee Kwan Yew (el padre de Singapur). No. Es preciso personajes más sofisticados y diversos.

Han aparecido los lideres antisistema, reflejando el hastío global que existe con las clases políticas tradicionales.

Donald Trump y Bolsonaro ayer, Bukele y Orban (de Hungría) hoy. Y varios otros que van emergiendo ante la adversidad actual y para hacer frente a un totalitarismo de nuevo cuño, versión siglo XXI. Javier Milei se engarza en esta lista.

Nuevos partidos políticos aparecen (como VOX en España) que tratan de alzar un dique de contención ante el tsunami progresista.  El esfuerzo no es menor y no es perfecto: son modalidades nuevas de hacer política que enfrentan la maña y la mentira como principios rectores para hacer política. Se fundan en teorías políticas que apuntan a una deconstrucción intelectual y social, que posibilite una refundación global que renazca de la destrucción y las cenizas.

Estos esfuerzos atentan contra el sentido común y el instinto de supervivencia. De ahí la respuesta decidida, que va creciendo día a día. Cuando se ataca a la familia, a las creencias, a la cultura, a la agricultura, a la integridad territorial y a tantas cosas más, es obvia una respuesta fuerte, que al principio pueda parecer destemplada, pero que va adaptándose a la realidad y a lo comúnmente comprensible a medida que el discurso despliega sus alas en pos de la defensa de la libertad y la verdad. Dos conceptos que en realidad conforman una unidad.

En este contexto global aparece Javier Milei. Su personalidad grandilocuente, como tanto en Argentina, va dulcificándose conforme avanza la campaña electoral. Convirtiéndose en un fenómeno mediático.  Su entrevista a Tucker Carlson ha superado la barrera de los 400 millones de visionados, algo inédito. Y ha conseguido con este despliegue, así como en redes sociales, que los conceptos de verdad y libertad retomen la relevancia que siempre han tenido.

Milei tiene trayectoria política (diputado desde las elecciones del 2021) e intelectual, siguiendo los pasos y la sabiduría de uno de sus principales mentores: Alberto Benegas Lynch.

Ha devuelto a la gente la soberanía que las elites políticas le habían robado: el decidir entre la verdad y la mentira. En luchar por su libertad.  Esta batalla es responsabilidad de todos, solo así se construye una verdadera democracia, para reemplazar aquel sistema en donde abundan los titiriteros, quienes manejan a marionetas (la sociedad) desprovista de voluntad y de competencias intelectuales para defenderse por sí mismas.

Esto ultimo es tan así, que de otra manera no podríamos explicar racionalmente el fenómeno del castro-chavismo en nuestra región: ha copado y saturado el discurso “políticamente correcto” sin poder exhibir un solo resultado favorable en su gestión.

Javier Milei moviliza voluntades. Habrá aun que ver si vence en las próximas elecciones (lo que es probable). Y luego, constatar que puede y que no puede hacer en un gobierno que, en formas y fondo, será inédito para la nación argentina. En este ámbito, el de la gobernabilidad será tarea de mucho esfuerzo e imaginación cooptar parte de la clase política hacia su causa.

Así y todo, se suma a un nuevo despertar regional y global, que mueve a la discusión, a la participación y a las ansias por un futuro mejor. Y eso, hasta el momento, es mucho y muy bueno.

El turno es ahora el de la ciudadanía. La construcción de un futuro, con nuevos horizontes discursivos, es la responsabilidad de todos.

Al final, hay que transformar las pulsiones anti sistémicas en la nueva forma de hacer política.