Por Enrique Subercaseaux


“Procure recordar que la tolerancia se convierte en un crimen cuando se tiene tolerancia con el mal.”  La Montaña Mágica, Thomas Mann.

“Un alma sin cuerpo es tan inhumana y espantosa como un cuerpo sin alma. Por cierto, lo primero es una rara excepción y lo segundo es el pan nuestro de cada día.”  La Montaña Mágica, Thomas Mann.

“El hombre es tanto más humano cuanto más enfermo está; y el genio de la enfermedad es más humano que el genio de la salud.”  La Montaña Mágica, Thomas Mann.


La genial, e imprescindible, novela de Thomas Mann sitúa su acción principal en un sanatorio en Davos, pocos años antes de la primera guerra mundial. En ella interactúan diversos pacientes con sus doctores. Estos últimos muy importantes como motores del desarrollo de la trama.  Se recrea en el escrito un mundo enfermo, que aun posee rasgos de lucidez, pero que es inútil ante la crudeza de los acontecimientos que ocurren abajo, en el mundo real.

Hay mucho que podemos extraer de esta magna obra para contrastarlo con el mundo que vivimos y con el actual Foro de Davos. Aunque, me parece mas aconsejable leer, o volver a releer el libro para dimensionar aún más el carácter profético del mismo.

En cuanto al Foro, se desprende de las múltiples informaciones y ponencias que su influencia está en retroceso.

La visión mesiánica del mundo ha encontrado problemas en su ejecución y ellos han colaborado en desmoronar un relato cada vez más confuso y alambicado.

No es solo que la cronología de pensamientos, cada vez más confusos, procedían de un puñado de personas que representan solo una ideología y pensamiento tipo (es decir, ignoraron a propósito la diversidad de opiniones y puntos de vista existentes, sino también regiones populosas del mundo, como Asia, Medio Oriente y África).

La visión Occidental europea esta en retroceso hace ya varias décadas. Pretender imponerla ahora no solo evidencia un tufillo autoritario, sino que ignora logros y avances, en todos los ámbitos del quehacer humano de estas otras regiones. Incluso en África se encuentran casos de historias exitosas. (además de ser el continente menos afectado por la reciente pandemia).

Hablando de enfermedades y pandemias, y cruzando la narrativa de la novela a la que hago referencia, estas pueden de alguna forma reflejar estados de ánimo. Un agotamiento físico, mental y espiritual que se observa, especialmente en Europa desde hace algunas décadas. La creatividad disminuye y se cede la supremacía a otras regiones con un vigor de región joven y en pleno crecimiento.

Simultáneamente quedan en evidencia los abusos de procesos de colonización que fueron totalmente mercantilizados y mal concebidos.

Algo de esto existe en los planteamientos de hoy día. Y no son un misterio para quienes observan con atención, y creciente incredulidad, lo que se propone a futuro.

Volver a consumir insectos, suprimir la carne de vacuno y lácteos puede ser demasiado draconiano para sociedades que han crecido con pujanza en los últimos años y que han podido acceder a nuevas modalidades de alimentación, y consumo en general, que antes ni siquiera conocieron.

Detener la evolución por decreto es difícil, por no decir imposible. Y no haber considerado una creciente resistencia por parte de las distintas naciones es ingenuo, por decir lo menos.

Globalismo (lo que practica Davos y el progresismo internacional) es totalmente distinto a globalización, que es una corriente/fuerza benéfica que ha beneficiado a muchos, articulándose desde el comercio y la libertad.

El Globalismo, en cambio, busca suprimir libertades y utilizar la tecnología para un mayor control y proceso de toma de decisiones.

¿Puede extrañar que se encuentre resistencia ante estas exigencias por parte de quienes no han sido elegidos por nadie?

Se les desordeno el naipe y, a partir de ahora, todo será bajar la montaña y enfrentar la dura realidad.

Hay un proceso de ajuste económico y financiero que ya ha comenzado, pero cuyos bordes son aún imprecisos, que será oneroso para muchos, y cuyo origen ya es conocido: la comedia de la ultima pandemia de ha desmoronado y ya no solo desfilan verdades incomodas, sino que se van revelando, en alguna red social, archivos secretos que fueron censurados, o alterados, en su momento.

Es decir, queda nuevamente de manifiesto la avaricia de unas dirigencias autoproclamadas. Esto, en un entorno de estrecheces económicas no puede ser mas que fatal para lo que resta de las pretensiones de aquellos que no supieron dominar su avidez.

Es cierto: nuevas áreas de negoción han sido desarrolladas por decreto. Los Gobiernos se han visto a contribuir millones, o billones, de dólares a la causa. Pero no son estas áreas de negocios que viene a cubrir una demanda natural: es una demanda impuesta. Pretender que esta pueda sostenerse en el tiempo no es sensato. Pandemia, Catástrofe climática. Y viene el transhumanismo y control social.

¿Nos podemos imaginar un mundo en que lucha el hombre con la inteligencia artificial?  Ya lo hemos visto en películas y leído en novelas de ciencia ficción. Y sabemos los resultados.

¿Qué podría salir mal?

Por todo lo anterior, y más, hay un retorno a lo que refuerza identidades propias, a lo que nos es conocido. Y allí, entre los espacios de nuestra memoria y nuestra identidad, es donde las próximas generaciones preferirán buscar refugio.

Basta de utopías diseñadas por mentes desarraigadas. Cuando se piensa con la calculadora en mano, se diseña algo efímero. Pero el hombre de hoy busca volver a la estabilidad y a lo conocido.  Es como nadar en una piscina: se prefiere tener contacto visual con los bordes por cualquier eventualidad.

Definitivamente: hay que alzar la voz de la cordura, de la sensatez y de lo que nos pertenece. Afirmarse en la verdad y negar la mentira utópica: aquella que se funda en la avaricia, la envidia y la falta de compasión.

Son estas, verdades atronadoras, como un relámpago de alta montaña: ilumina y dirige nuestra particular ceguera contemporánea.

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