Enrique Subercaseaux
Director Fundación Voz Nacional


El oportunismo en el espectro político, unido a la carencia de valores y una avaricia desmedida, por el dinero y el poder, nos tiene en la situación actual.  En efecto, basta recordar en la elección presidencial pasada como se presentaba a Manuel José Ossandón, y su hermana Nonna, como opciones reales a los males que aquejaban (y aun aquejan) a Chile. Todo argumento respaldado por números que se disolvieron en las arenas del tiempo. Se pensaba que Puente Alto era Chile.  Hoy, después de la cuenta presidencial, pobre en valores, paupérrima en conceptos (mas parecía la cuenta de un dueño de almacén) voces se alzan diciendo que Piñera está vendido a la Agenda 2030.  Más bien la realidad es que la ONU se impuso a Piñera, y no hubo ningún intento por zafar de ella…

Pobre mesa de celebraciones, donde, como se ha visto en Estados Unidos, se quiere silenciar toda oposición y toda voz de la razón.  Como una manera novedosa de influenciar, y adueñarse de las mentes, se ha llegado a distorsionar la realidad hasta transformarla en absurda. Se pretende, en el país del norte, invisibilizar al Partido Republicano, para así no tener una opción en la alternancia del poder. Esto equivale a la promoción de nuevas constituciones, escritas de cualquier manera, en el resto de las Américas.  Todo por presentar quimeras. Todo por  presentar epifanías diabólicas. Todo por torcer la realidad y manufacturar una mentira generalizada.

Sin embargo, la verdad y la libertad van intrínsecamente enlazadas. Y ambas tienen un trasfondo espiritual potente.  En el hoy día tan confuso, por un plan deliberado de torcer y amañar los hechos, además del engaño se presenta el fomento del odio y la lucha social. Odio y lucha que a lo largo de la historia siempre ha sido artificial, y que desaparece cuando se vuelve a encender la llama de la libertad.

Se  silencia a cierta derecha. Lo dijeron Piñera y Cecilia Morel, a comienzos de su gobierno. No a José Antonio Kast como opción política.  En una declaración claramente totalitaria, se creyeron, y así lo dispusieron, dueños de la verdad. Cuando en la realidad eran, a lo más, sirvientes de la mentira.  Así se escribió la caída de Chile: vetando, mintiendo, serviles al odio y la división. Renegando valores obvios y creyéndose seres semi-divinos con una elocuencia sobre la verdad que nunca tuvieron.

Parece difícil despontar la impostura.  Parece difícil esquivar este engañoso camino. En realidad no lo es, basta  relatar los hechos. Basta estimular y apelar a nuestra memoria. Ella lo registra todo. La sumatoria de memorias cristaliza la verdad. Es un trabajo colectivo.  Basta de vetos. Debemos apelar a todos quienes quieren acompañarnos en un pesado camino. Es el patriotismo contra una argamasa artificial de voluntades que no se representan más que a ellas mismas.  Es una guerra contra un ejército de paja, por muy bien organizados que parezcan. Es al final, la misma guerra de la verdad contra la mentira, que viene dibujándose desde el inicio de los tiempos.

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