Por Enrique Subercaseaux.
Director Fundación Voz Nacional
Los “tres monos sabios” es un mito japones, que tiene su origen en un tallado en un templo localizado en Nikko, Japón, y que data del siglo XVII.
Su máxima es: “No hablemos de ningún mal, no oigamos de ningún mal, no veamos de ningún mal”.
El mito se complementó con elementos de la cultura de Confucio, y las religiones asentadas en el taoísmo y el shintoismo.
Pero, así como su significado tiene un anverso, también este tiene un reverso que significa “hacer la vista gorda” a los actos de corrupción en sus variadas formas, y también en un código de conducta y de silencio que existiría en grupos de violencia callejera o de crimen organizado.
En el Chile de hoy, y también en la región Iberoamericana, estamos viendo una conducta similar por parte de la clase política, que ha llegado a mínimos éticos y de solvencia profesional. En efecto, mucho de lo negativo que pasa en los países de la región se debe a un mal desempeño de sus representantes elegidos por votación popular, que se concentran más en acumular poder (sin un propósito especifico), sin poner atención en los problemas crecientes, y cada vez mas complejos, que atenazan a sus propios países.
En Chile, país que lamentablemente ha sido elegido, hace muchas décadas ya, como un país laboratorio de las ideas del marxismo internacional, hoy devenido en “progresismo globalizante” se suceden las situaciones donde la clase política elegida “democráticamente”, mira para el lado, desconoce o no ha oído sobre...
Un ejemplo palmario, y que a la población mejor informada y con un amor por su país y su libertad le parece particularmente lacerante es el desconocer la intervención extranjera y, aún más, un plan preexistente de subversión y toma del poder total, sin contrapeso alguno.
Esto ya esta ampliamente documentado e investigado por los cuerpos policiales de Chile y de la región. Asimismo, diversos actores que tienen algún grado de participación en la “revolución” lo han dicho en forma directa o indirecta.
La intervención extranjera ha sido denunciada por países como Perú, Bolivia, Ecuador y Colombia, entre otros. Y no es para nada una coincidencia que en cada uno de los casos el modo de operar se idéntico al caso de Chile.
Incluso en los Estados Unidos, previo a la última elección presidencial, se observaron hechos extrañamente similares de subversión y destrucción urbana.
Pero ningún ejemplo fue tan extremo como Chile, donde se quemaron mas de 70 estaciones de metro en la capital, mas de 100 iglesias y templos quemados a lo largo del país, y un largo etcétera.
La clase política al completo ha mirado para el lado y han guardado silencio, por varias razones.
Usando la lógica, quiero aventurar aquí una más: la clase política al completo se ha coludido para proporcionar un relato común. Y esto, por una variedad de razones.
El estallido “narco-Terrorista” ha tenido raíces en la incapacidad de enfrentar los problemas de Chile y la región, el principal siendo el expansionismo violento de la dupla Venezuela/Cuba.
Un proceso de deconstrucción del lenguaje y la cultura, que ya data por más de tres décadas.
Una “imposibilidad” de vuelta atrás en una época (entre 1960 y 1980) donde se resolvían los problemas mediante golpes militares. Ellos a consecuencia de la imposibilidad de obtener una salida a los conflictos sociales por medio de la política existente.
La clase política de hoy no quiere que se le recuerde que los fracasos de ayer se deben a su propio fracaso de gestión y de canalizar las inquietudes y presiones sociales de una manera acertada y ordenada.
El silencio de hoy es la negativa de mirarse ante un espejo y reconocer sus propios errores y realizar una autocrítica.
Es posible que con la instrumentalización de la justicia y los derechos humanos (cuyos arreglos multilaterales en la región y en el globo están dominados por la izquierda/progresismo) sean un elemento suficiente para prevenir nuevos golpes militares.
Pero es de toda evidencia que la sociedad esta despertando ante tanta torpeza en la gestión y ante tal horizonte plano y pobre que se percibe en el corto y mediano plazo.
No se puede olvidar que la política es dinámica, y que los acuerdos sociales lo son también. Y dentro de este dinamismo no puede descartarse la irrupción de nuevas maneras y métodos de protesta y de cambio social.
Ahora último, la clase política se ha aliado a los Organismos Multilaterales para plasmar una gran visión para el año 2030 y un gran reseteo de la economía global a partir de la presente pandemia. Evento de salud pública que, bien mirado, no tiene los alcances y proyecciones numéricos que justifiquen el abuso de poder de las clases políticas y la destrucción de la actividad económica a nivel global.
La interrogante emerge de manera espontánea: ¿que se hará para la próxima?
La creatividad humana, la fuerza de la inteligencia, el impulso de la razón, la pasión de la acción es siempre más efectiva cuando se produce a nivel individual.
Es un real desafío encontrar una sola iniciativa multilateral que haya tenido resultados superiores a la invención individual.
Es evidente el creciente divorcio de la clase política y la sociedad en general. Con cierta frecuencia aparece un nuevo tipo de líder que acorta la distancia y mejora el desempeño estatal. Es probable que esta tendencia se intensifique en los años venideros. Será esto o el paulatino reemplazo de una formula gastada y obsoleta que ya expiró en su utilidad.
A esto nos enfrentamos hoy día. Se debe oponer nuestra libertad a la sinrazón multilateral, donde prima el oportunismo, el “corte y pega” y las ansias del poder por el poder. Estas razones nunca son el camino a seguir.
Es más, nos evocan todo lo negativo del mito japones de “los tres monos sabios”.
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