Por: Enrique Subercaseaux
Director Fundación Voz Nacional


“La política es el arte de disfrazar de interés general el interés particular”. 
Edmond Thiaudiere.

“Un político hará cualquier cosa por mantener su puesto. Incluso se convertiría en patriota”.
William Randolph Hearst.

“Con las leyes pasa como con las salchichas, es mejor no ver como se hacen”.
Otto Von Bismarck.


Aires de sublevación corren a lo largo y ancho del globo.  Por un tema u otro, y ahora se trata de la cuarentena forzada y mal diseñada, la sociedad civil se despertó y comienza a rebelarse.

Manifestaciones aisladas se pueden controlar y negociar, pero cuando estas se hacen de común ocurrencia, es mucho mas difícil, ya que la subida de la marea se transforma en un verdadero tsunami: avanza lenta pero inexorablemente.

En anteriores artículos (véase en los archivos “El Miedo” y “El pánico”) describí, en febrero pasado, como sería la torpe reacción de la clase política frente a las presiones sociales de una pandemia, de la cual no se conocían, ni se conocen hoy, los verdaderos contornos: como comenzó, como se propaga y cual es su ciclo vital.  Hasta las mascotas hogareñas se han convertido en seres opinantes que explican, con vehemencia y convencimiento, el cómo, el cuándo, el porqué.

Lo cierto es que un buen día despertaremos y el bicho se va a notar menos, y, si escudriñamos el horizonte, lo veremos corriendo hacia las montañas. Hasta que vuelva, con nuevo disfraz. Es el ciclo vital del mundo, desde la creación misma.

Esta vez, sin embargo, los Gobiernos se esmeraron en crear leyes y reglamentos que apaciguaron a la sociedad, pero que fueron falsos salvavidas, y se transformaron en pesos muertos que han arrastrado a los países hacia el sobreendeudamiento, la cesantía y una penuria económica generalizada.

Algunos países han sido bendecidos con una clase gobernante mas eficiente y han escapado mejor de la pandemia (en Asia y países Nórdicos, principalmente) otros han sido verdaderas sorpresas, como el caso de un puñado de naciones africanas que derechamente se rebelaron contra los dictados de naciones unidas. Estos le acertaron plenamente a la disyuntiva y allí, en ese momento, comenzó el proceso de resquebrajamiento de la Organización Mundial de la Salud, y Naciones Unidas en general.

El rey iba, efectivamente desnudo, y la gente comenzó a darse cuenta. Años de políticas absurdas, y de la dictadura de lo políticamente correcto, llegan finalmente a su fin.

Hoy nos extrañamos que el régimen de Corea del Norte haya dado la orden de confiscar todos los perros, para comérselos, pero cosa idéntica paso en China el año 2002 con la Gripe Aviar, donde el gobierno (junto a la OMS) discurrió que los portadores del virus eran los perros. Pocos sobrevivieron entonces, y el Gobierno cayo en la cuenta, al final, que había sido un error. Hoy, es probable que Corea del Norte requise y extermine, sin dar explicación alguna.

Lo grave de todo este proceso de errores (los más) y aciertos (los menos) en políticas publicas ad-hoc, es que las malas costuras de la clase política han comenzado a hacerse evidentes.

No solo la dictación de leyes y reglamentos arbitrarios y mal diseñados, sino que también el afán de hacerse con mas poder, reducir las libertades, y contar con mayores presupuestos, para los miembros de la nomenklatura política.

Y, aparejado a lo anterior esa sensación que efectivamente la “clase política” se ha convertido en una elite vampira, que extrae toda la savia de una sociedad, diseñando y dictando una legislación inicua, que imponen al resto y que no les afecta a ellos.

Digo que no les afecta porque no existe una responsabilidad política: se cometen los errores, se sacan de quicio los procesos políticos/sociales y nadie es responsable de estos problemas y de estas crisis.

En nuestro Chile paso el año 1973 y pasará este año 2020: “Entre todos la mataron y ella sola se murió”. Dicho español que perfectamente se aplica a nuestra democracia, entonces y ahora.

Transitamos hacia el precipicio como “sonámbulos” tanto sociedad como clase política, anestesiados por una prensa abierta ignorante de los verdaderos temas y trasfondos, y donde cualquier animador, o rostro televisivo, se ha convertido en fino analista que nos hunde más y más en el pantano. La verborrea ininteligible asociada con la mentira, el proselitismo y la ideologización.  Se repite y no se entiende porque es la repetición ciega, una y mil veces, de un libreto aprendido, pero no asimilado, y cuya única convicción son las “moneditas que se consiguen a cambio”.

Lógicamente nadie se responsabiliza por las malas interpretaciones, y por las verdaderas incitaciones al desorden, la destrucción y el odio.

Y después: ¿Qué?

Miles de millones despilfarrados, vidas rotas, empresas deshechas. Cesantía galopante. Y una nueva peste que llegará, tarde o temprano a remecer las conciencias adormecidas por la morfina de la mentira, la envidia y el sensacionalismo.

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