Por: Enrique Subercaseaux.
Director Fundación Voz Nacional


“Entender es descifrar. Oír el significado es traducir”.
George Steiner.

“La inhumanidad es perenne”.
George Steiner.

“Tarda en amanecer. Obstinadamente.  La oscuridad envuelve todo, y los esqueletos del lado negro de la luna bailan su danza macabra, cual estrellas fugaces.  La penumbra no es capaz de reflejar esa pequeña luz. Nada”. 
El circo de los idiotas, un manuscrito propio.


Declaramos no entender lo que pasa.  El día a día político parece haberse convertido en un manicomio. Solo que nosotros somos los encerrados, y los culpables de tanto oprobio guardan las llaves de nuestra cárcel.

Ciertamente en un país, y un mundo, empapado hasta la medula de las “fake news” es difícil distinguir, entender y capturar, aunque sea, un cachito de la realidad.

En un mundo hastiado, descreído y aburrido consigo mismo, es relativamente fácil ir desenmarañando las contradicciones vitales que nos han llevado a este estado de cosas.

La acción persistente del progresismo en desmontar todo el aparataje de valores y jerarquías de la sociedad no es algo que haya sido recién observado hoy. Digamos, desde el 18 de octubre.  Señales del fenómeno se remontan a décadas y están plasmados en la literatura universal: Orwell y Huxley, de partida, presentando en algunas de sus obras el cinismo de un mundo igualitario e ideal.  Es que, al ser estas visiones totalitarias solo espejismos mentales (no pueden ser mensurados contra la realidad o la ciencia) presentan contradicciones que se derriban de un solo golpe de una realidad esquiva o de unas circunstancias adversas.

Mi obra favorita, sin embargo, es la “Trilogía de los sonámbulos” de Hermann Broch, un tríptico de novelas, que avanzan hacia lo experimental, para dar una mayor densidad conceptual al relato, un lento deslizar por un tobogán que desemboca en una guerra mundial y en un horroroso sistema totalitario.  Sus personajes desfilan, libres de toda preocupación, sin reparar en sus circunstancias, hasta que es demasiado tarde.

Es tan similar a nuestra actual “revolución cultural” de alcances globales, donde tras años de destruir incrementalmente los pilares de autoridad, intelecto, orden y familia, el progresismo viene y pretende cosechar sus triunfos.

De entonces a ahora hay una diferencia:  el mundo ha ido despertando a una realidad kafquiana de la cual, si bien no domina todos sus alcances y detalles, si entiende que es una batalla que no se puede perder.  De allí la polarización política que se observa en Europa, Estados Unidos y América Latina.

La hilatura filosófica de este proceso esta muy bien descrita en una abundante bibliografía, y comienza a desvelarse en una serie de videos que produce la Fundación Voz Nacional, por lo que no repetiré esta parte de la ecuación.

Pero si quiero hurgar en la parte subjetiva/subconsciente del fenómeno.

“Masa y Poder” de Elías Canetti es una magna obra que clarifica la relación del líder con la sociedad, a través de la manipulación de sus miedos. Y de todo aquello que no puede ser expresado fácilmente, ya sea por complejidad o por una limitante falta de elocuencia ante temas muy complejos.

La política y la religión son las dos disciplinas sociales que se ocupan de reglar, modificar e influir en el subconsciente. De allí que, históricamente, haya existido roces entre ambas, y se hayan extremado las contradicciones en sus postulados.  Cuando han convergido ambas, se han producido procesos violentos que han sido necesarios para volver al equilibrio natural de los hechos.  La historia, al final, tiene una cadencia propia que se bambolea, cual péndulo, entre extremos, pero siempre oscilando violentamente, con muy pocos intervalos de lucidez, reposo y paz.

A partir de la caída del Muro de Berlín, el mundo occidental entró en un estado de benigna complacencia. Se habló del fin de la historia y de otras hierbas, mostrando una vez más que ingresar a la lista de “best-sellers” es malo para la creación intelectual seria.

Esta complacencia se exacerbó con un proceso inédito, casi, de enriquecimiento global.  Hubo mucho dinero circulando. Mucho y muy barato.  Y el dinero corrompe.  Fue este el auge de las “Ong´s” que se dedicaron con el pasar de los años a horadar el mismo sistema que las financia.

Del lento y paulatino trabajo de subversión, a cargo de ejércitos de “progresistas” desmovilizados del poder a través de las urnas, se ha pasado a una etapa mas intensa, de mano de la tecnología que permite transmisión de ideas a una velocidad mayor, una documentación “in-situ” de los hechos subversivos, que sirven de insumos para subvertir el lenguaje, el significado de las revueltas y alimentar la insaciable avidez de noticias a cualquier precio. Es el amarillismo que nos enseñare Orson Wells a través de “Citizen Kane” llevado a una exponencialidad 5g.

Esta velocidad del poder subversivo de la mentira fue algo que pilló al mundo libre con el paso cambiado. Al principio se participó alegremente del mismo, como incautos compañeros de ruta que fueron muchos ayer y hoy. Pero una pequeña vanguardia ha podido abrir los ojos.

La locura de quienes pretenden el poder total es fingida. Hay orden y método en ella.  Ha sido simplemente un proceso de abolir valores, subvertir significados y borrar certezas.  Es decir, se avanzó de la supresión de consciente colectivo y se adentró a la apelación del inconsciente colectivo.

Peligrosa ecuación, al final del día, ya que nunca se puede tener la certeza de como reaccionará el hombre al enfrentarse a sus más oscuros miedos, a esas dudas y negruras que rara vez se atreve a pensar en o a asomarse a.

Es decir, el experimento tiene de lógica un resultado incierto.  De allí la desazón de muchos y la zozobra interior de otros.  Ello ha iniciado un proceso de volver a las certezas: a la verdad.

Sin embargo, y aquí radica el pero. El meollo del asunto:  nuestras elites han seguido el juego del progresismo.  Han sustituido el tablero de la realidad, de la verdad y la certeza por el otro tablero, el de la quimera y el que apela al subconsciente. 

Que desfachatez pienso y digo. Que arrogancia sin límites.

Como si dominaran a Freud y sus estudios sobre la mente humana.  Necesariamente les estallará la bomba en sus caras, ya que se juega con incertidumbres y sentimientos.

Ellos, la clase política, y su compañera de ruta, la elite (soy enemigos de las etiquetas, así que no definiré sus contornos) piensan que el poder se podrá conservar hurgando en el lado oscuro de las personas.  Pero el trabajo, la familia, la innovación y la felicidad no se anida en ese ámbito.

Las elites, después de haberse tragado la mentira del “fin de la historia” optaron por ir con la corriente. Aquella corriente del facilismo y de la comodidad. Dejaron de estudiar en el momento en que se tornaba mas complejo el mundo y la búsqueda de soluciones para una nueva gobernanza. Prefirieron formar redes clientelares que se retroalimentaban, intelectualmente, de forma endogámica. Acentuándose la paradoja. Acentuándose lo absurdo. Acentuándose el relativismo.

Es este divorcio entre el lenguaje real y el impuesto por este “progresismo” de microondas (siempre recalentado e insulso) la contradicción que lleva el germen de la destrucción. Tan simplemente por el hecho que los arreglos sociales y políticos prometidos no cuajarán en una realidad que les llevará invariablemente la contraria.

La tozudez de quienes “dicen guiar” nuestro destino tiene una explicación lógica: han vaciado su accionar y su vida del significado real de la palabra libertad, de la compasión y de la trascendencia.

No han podido zafarse de las cadenas de sus antipáticos egos.

Al derribar los muros de lo religioso, quedan sólo algunos escombros de la Divinidad.

 Al buscar recortar las libertades, con legislación cada vez más absurda e inútil, recortan la creatividad y el impulso vital del espíritu humano, aquello que no pueden expropiar ni aun se lo propongan (si subvertir, y así lo vemos con el manoseo de los contenidos de la educación). Al carecer de una compasión sincera anulan su capacidad de empatizar con el prójimo, y poder así entender y aprehender de los reales problemas e inquietudes de las personas.

La búsqueda del poder por el poder subvierte el espíritu, vaciándolo de sus cualidades mas esenciales. Y el fracaso, que se presenta obstinado, no hace mas que hundirlos en una obstinación aún más limitante.

Quizás, y esa es la pena y la incógnita, la salida de este estado de cosas no sea fácil ni sea rápida. La historia se escribe con líneas zigzagueantes, y no existe atajo plausible.

Al final, como bien lo apunto George Steiner, el gran arte y la gran cultura, pilares del espíritu humano, se funden en una idea de trascendencia y misticismo.  Hay un gran Creador detrás de cada gran inspiración humana.

Hoy, el arte y la cultura se ven sustituidos por la ciencia, las matemáticas, y las comunicaciones hipersónicas.  La certeza parece más grande, pero la ausencia del soplo Divino, las hará cojear siempre.

El hombre necesita de su libertad, y se nutre de la verdad, y ellas tienen el origen más allá de nosotros como personas. Más allá de la sociedad como sociedad.

Se originan en algún sitio donde reina un Creador que es el único, en su amplitud, de dotar de lógica, de impulso, de amor y de vida nuestras existencias.

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