Por: Enrique Subercaseaux.
Director Fundación Voz Nacional


 “Reflexionar serena, muy serenamente, es mejor que tomar decisiones desesperadas”. Franz Kafka.

“Al Mal no se le puede pagar a plazos—y siempre se intenta” Franz Kafka.

“Una jaula fue en busca de un ave”. Franz Kafka.

“Un libro debe ser el hacha que rompa el mar helado que hay dentro de nosotros” Franz Kafka.

“Toda revolución se evapora, dejando atrás una estela de burocracia”. Franz Kafka.


 Del colegio siempre se guardan buenos recuerdos. Generalmente no asociados con los estudios.  Recuerdo el cuaderno de caligrafía.  Nunca mis letras calzaban en el cuadriculado, y parecían bailar sobre la hoja en forma errática. Quizás por ello hoy me gusta tanto escribir…..en la computadora.  Y las matemáticas, los números, los aprendí según el “método cuissinaire” que eran palos recortados, y de colores, del 1 al 10.  Yo prefería masticarlos y la anilina me teñía la lengua. Sera por ello que sali malo para los números.  Con el tiempo me reconcilie.

Igual, algo aprendí. Lo que es hoy, parece que se aprende poco o nada.

  En la educación la verdad es una.  Hay muchos contenidos que deben ser dictados de manera objetiva.  Distinto es estimular el pensamiento crítico, que permite al educando elegir entre distintas opciones. Pero una vez que tiene un juicio formado.  Si se manipula la mente de tal manera que el juicio critico es incapaz de cristalizar, estamos servidos.

Y eso es lo que pasa hoy.

La educación se ha transformado en un torneo de adoctrinamiento, un ajuste de cuentas con los métodos del pasado y un ejercicio de retorica vacía que no lleva a ningún lado.  La vida no es, ciertamente, un torneo de debates. La vida es precisa y tangible, y los precios del supermercado, o los servicios básicos, son los mismos para todos.

Sin embargo, en la lucha actual, entre la verdad y mentira, nos dibujan un plano de realidad distinto. Virtual, que solo sirve como tablero para juego electrónico.  Es la batalla virtual de las ideas.  Donde todo simula ser real, pero es creado por la máquina.

Maquina humana o mecánica, mismo da. Algunos han caído en la cuenta que la sociedad de autómatas es idealmente manipulable.  Franz Kafka lo observo en su vida cotidiana, trabajando en una empresa de seguros. Y en la dificultado que tenia de verbalizar y hacer publico su pensamiento.  Le faltaba la conexión entre el pensar y el actuar.  Por suerte nos dejo su legado literario (y gracias a Max Brod, u albacea, quien rehusó a quemarlo).

La mentira, con una mente que la propala y tensa sus redes de captura, es el mayor enemigo de nuestra libertad y de nuestra educación. Busca reducir espacios y opciones. No solo es un arma de la mente totalitaria, sino que es un arma de una mente mediocre. 

En el marasmo de la mediocridad, donde nadie sobresale, y el que lo hace es decapitado, se busca una uniformidad sistémica. Trabajar como hormigas para un estado cuyos contornos difusos se ignoran.  Descrito maravillosamente en El Castillo de Franz Kafka.

Me recuerda, hace años, en una ciudad del Asia menor, un incendio en la azotea de un edificio gubernamental.  Humo oscuro: se incendiaban papeles. formularios por miles que han llenado manos esforzadas y muy pacientes, y que nadie leyó. Y que nadie siquiera catálogo.  Pero se cumplía el ritual, la inercia, que ha sido el caldo de cultivo para el desgano burocrático del día de hoy.  Volaban por el cielo, atardecía ese día, los papeles calcinados, guardando alguna esquina, alguna franja, intacta, pero que a partir de la cual era imposible restituir una historia, pequeña e insignificante, que alguna vez quedo plasmada en una rogatoria cuadriculada.  Como mi cuaderno de caligrafía, con quien tan mal me llevaba.

Un absurdo que se repite hoy, en un sistema educativo entregado al slogan barato y martilleante.  Pero que al final, para la vida real no sirve ni siquiera para cincelar un mal cenicero (por suerte hoy se fuma cada vez menos).

Para entender lo que pasa hoy debemos entender que nos han robado la verdad y nos han robado el tablero de la realidad. Es todo virtual ahora. Tan virtual que el alzamiento revolucionario de octubre pasado se ha replicado en otras ciudades en forma calcada.  Como un video juego, que se compra en Miami, Tegucigalpa, Bangkok o Cairo y es todo idéntico, borrando toda cultura que singulariza, toda seña cultural que diferencia a las gentes del mundo.

Es decir, somos participes de un juego.  Tendremos que aprender sus reglas. No para jugar, sino para entender lo que pasa y la dinámica por la cual lleva al mundo.  Luego, debemos volver a los orígenes, a la verdad, y volver a reestudiarla. Con mas o menos dedicación. Pero hay que defenderse, contraatacando con mesura y conocimiento. Debemos volver a instalar el verdadero tablero de juego. Aquel que exige que escribamos sin letras torcidas. Aquel que exige que la aritmética sea nuestra brújula de exactitud.

No por nada al progresismo nunca le dan las cuentas. Si ni siquiera dominan las cuatro funciones numéricas. 

Es decir, la trinchera la cavamos entre todos. Y cada cual, según sus capacidades, cumplirá un rol en la defensa de la misma, y en el ataque para reconquistar el terreno perdido.

La fatal Arrogancia, como muy bien nos ilustro Axel Kaiser hace algunos años.

De vuelta al colegio.  No solo será interesante, será entretenido, y nos dará buenos recuerdos en un mundo ensombrecido por la mentira y el odio.

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