Cristián Labbé Galilea


Las cuentas alegres son características del mundo político: “todos ganan”, unos un poco más que otros; se trata de disfrazar los dolores de las pérdidas inesperadas, y de “bombear” una que otra victoria. La mejor demostración es el discurso del Presidente, cuando dice: “estoy contento con esta elección… estoy contento con sus resultados”. ¿Alguien puede creer tamaña hipocresía?

A lo mejor, fue sincero porque, según esta comprensiva pluma, su alegría se funda en que esperaba que sucediera lo peor, después de los escándalos de fundaciones, corrupciones, prevaricaciones, amén de Hermosilla, Muñoz y Monsalve. El desastre no fue como suponía, pero que le fue mal, le fue mal.

El gobierno perdió 40 alcaldías y, de 15 gobernaciones que tenía, hoy 8 deben ir a balotaje, donde la Región Metropolitana será la madre de todas las batallas. En suma, además de no “levantar” ningún personaje que se proyectara como candidato presidencial, el oficialismo quedó debilitado al punto que las reformas, esas que han sido su “leitmotiv” como las pensiones, la tributaria y la institucional, si no están muertas, están en la UTI. Sólo le queda administrar el fracaso.

Todo lo anterior en la medida que la oposición -a la que tampoco le fue tan bien como pensaba- haga bien su trabajo, deje atrás personalismos y egoísmos partidistas, y concentre todos los esfuerzos en las próximas elecciones presidenciales y parlamentarias del 2025. Porque, si bien hoy tiene una base más sólida para llegar al gobierno, no caben las indefiniciones y las pequeñeces… En la puerta del horno se quema el pan.

Lo primero es lo primero. El objetivo es lograr la mayor cantidad de gobernaciones en el balotaje del 24 de noviembre, donde la Región Metropolitana pasa a ser la piedra angular de la cual depende que sea el próximo gobierno el que nos saque de este marasmo, de la apatía, y del inmovilismo al que nos ha llevado la izquierda.

Hay que concentrar todas las energías en que Francisco (Pancho) Orrego gane holgadamente la RM y deje “fuera de combate” al Orrego “el malo”, que ha sido un fiasco como gobernador, que ha sido parte de cuanta irregularidad pueda cometer una autoridad: traspasos millonarios a fundaciones truchas, malversaciones, recursos no rendidos a Contraloría… ese Orrego que, en su soberbia, olvidó aquellos votos de la derecha con que ganó la gobernación a Karina Oliva, del frente amplio, y ahora es “la carta” que le queda a la izquierda. ¿Olvido o Traición?

Las condiciones están dadas. Quienes creen en la Sociedad de la Libertad deben dejar sus zonas de confort, y jugarse por “Pancho” Orrego, quien representa al país real, donde el esfuerzo, la claridad de pensamiento y la firmeza de las ideas son la base del progreso… ¡Basta de hipocresías! Está tan claro el desafío que un campechano parroquiano, recurriendo a ese lenguaje amistoso y sincero que se usa para referirse a un amigo verdadero, me dijo… “yo gancho, para gobernador… voy por Pancho”.

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