Cristián Labbé Galilea


Estamos a meses de las próximas elecciones. Los candidatos están inscritos, uno bien y otros mal, pero como estamos en Chile todo se arregla, “con dinero o sin dinero” como dice la popular ranchera; unos se bajan, otros se suben, los díscolos agarran “viento propio”… ¡Qué se le va a hacer!, la política se ha transformado en un lucrativo negocio, perdiendo ese romanticismo y esa pasión de antaño; hoy el voluntario tiene su precio, todo se paga… es el signo de los tiempos.

De los candidatos ni hablar, todos son lo máximo, van a solucionar los problemas de una plumada; son la versión política del dicho popular “no hay finado malo, ni guagua fea”. Para los partidos “no hay candidatos malos”, más allá de lo que piensen y las habilidades que tengan; lo importante es cuántas “lucas generen”, lo que los ha convertido en verdaderas “pymes electorales”.

Dado ese formato, no importan las ideas, lo ha dicho una candidata presidencial… “prometan, prometan nomás”. Por lo mismo, todas las campañas serán “paroles, paroles, tan solo paroles”; veremos muchos afiches y flyers con candidatos muy “foto chopeados”, y con mensajes muy concluyentes como “cuenta conmigo”... “González… el alcalde que Cachiyuyo necesita” etc., etc..

De no mediar un cambio profundo en la forma de hacer política, el país seguirá transitando por las tinieblas, y seguirán siendo postergadas las soluciones a los problemas de los sectores vulnerables. Ha llegado la hora en que los electores debieran exigirles a los candidatos lo que en otras sociedades se conoce como “Carta de Compromiso”: el postulante explicita su orientación política y cuáles serán sus prioridades; el documento oficial se sella con un… “Se lo doy firmado”.

Son muchos los ejemplos que al respecto se pueden dar. Sin ir muy lejos, bastaría que la candidata presidencial líder en las encuestas se comprometiera a adoptar, como una de sus primeras medidas, la acción de devolver al General Manuel Baquedano y al soldado desconocido al lugar de donde nunca debieron haber salido, compromiso que debiera ser apoyado por el postulante a alcalde de la comuna donde estaba emplazado el insigne General.

Coincidirán mis exigentes contertulios con esta pluma en que un anuncio de esa naturaleza tiene un enorme trasfondo, especialmente en estos momentos donde resulta imprescindible fortalecer la identidad nacional y robustecer los valores patrios, requisitos fundamentales para convocar la unidad nacional en torno a factores que definen el carácter de nuestro pueblo y el espíritu republicano de sus autoridades.

Así las cosas, hay certeza en que el regreso del General Baquedano a Providencia no es algo nimio sino, más bien, “un compromiso” que debe asumir tanto quien se postula con la mejor opción para ser Presidente de la Republica como quien será el candidato a alcalde del sector. En definitiva, sería una potente señal de que es el momento de hacer un cambio radical en la forma de entender la política: la forma de hacer grande a una nación, no un negocio.

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