Cristián Labbé Galilea


Qué lejos de nuestra realidad está la visión del historiador Francisco Antonio Encina (1874 -1967) cuando señaló que: “…desde su independencia, Chile fue un ejemplo de probidad y honradez”; pero en estos días cuán cerca está su tesis: “…fueron los intereses y las pasiones políticas, las que originaron la corrupción en nuestro país a partir del 1891” (inicio del Parlamentarismo en Chile).

Cuanta verdad hay en los juicios de Encina (gran admirador de Portales), especialmente cuando somos “golpeados”, una y otra vez, por las más sofisticadas y siniestras formas que ha adoptado “el monstruo de la corrupción” en nuestro país.

Alarmada por los niveles de descomposición política, esta pluma piensa que la única manera de parar este flagelo es con “un liderazgo político firme”, que desenmascare estas irregularidades y a sus artífices.

Sepan mis inquietos contertulios que “la receta” no es ninguna novedad, la dio hace mucho tiempo el viejo tribuno romano Cicerón (siglo I A.C.) cuando advirtió que “la verdad se corrompe… tanto con la mentira como con el silencio.”

Imposible quedarse callado, entonces, frente a tantos casos, como el de las fundaciones que ahí está (“bien gracias”); con situaciones que involucran a connotados abogados, poderosos empresarios, altos funcionarios y al segundo piso de la Moneda; para qué decir la cantidad de alcaldes acusados de desfalcar sus pobres municipios, o los que se fugan, o los acusados, procesados y suspendidos…

Demasiados casos dan cuenta de la descomposición política que afecta nuestra realidad, pero quizá lo más sorprendente es percibir la total desvinculación entre la sociedad política y el país real, partiendo por el propio Presidente, que más parece estar en “un reality de la televisión” que gobernando un país cuya situación es cada vez peor.

Con las excepciones que nunca faltan, los señores políticos y sus partidos parecieran que viven en Narnia. Mientras, la violencia está desenfrenada; la criminalidad alcanza ribetes desconocidos: descuartizados, asesinato a plena luz del día, secuestros, ajustes de cuentas entre narcotraficantes en la vía pública…

En este escenario, además, se vive una situación kafkiana: el país debe definirse en un plebiscito de origen espurio y resultados inciertos.

Es tan kafkiana la situación, que las opciones “Apruebo” o “Rechazo” representan un triunfo, sí o sí, para la Sociedad Libre. Muy simple: o se elige la actual constitución o se elige el proyecto de la Convención (mayoritariamente libertaria). A pesar de esa verdad, el gobierno y la izquierda refundacional “se dieron maña” para hacer suya la opción Rechazo, lo que significa que están de acuerdo con “la Constitución de los cuatro Generales” … ¡Plop!

Envueltos en una situación que “no tiene ni pies ni cabeza”, los sectores politizados, los intelectuales, los medios y los opinólogos, están enfrascados en discusiones bizantinas, en circunstancias que la gran mayoría quiere que se frene la delincuencia, se genere desarrollo y se aborden los problemas reales: educación, salud, trabajo, migraciones…

Finalmente… esta pluma, recordando a Cicerón, se permite parafrasear a Santa Catalina de Siena, quien señaló: ¡Basta de silencios! ¡Gritad… que por haber callado!… ¡el mundo está podrido!

.