Cristián Labbé Galilea


“Parole, parole, tan solo parole”… pareciera ser la mejor forma de simbolizar los tiempos políticos que se viven… Cómo no, si hoy por hoy todo se remite a palabrería fácil, inocua, carente del valor que siempre tuvo la palabra -verbal o escrita-. ¿Será que, producto de las facilidades que otorgan los medios masivos y las redes sociales, nos hemos vuelto menos rigurosos en la relación entre lo que decimos, pensamos y hacemos?... ¡Absolutamente Sí!

Ejemplos sobran, pero quienes se ganan medalla de oro, plata y bronce, en estos deportivos tiempos, son el equipo de gobierno y particularmente su Presidente. El oro lo tienen en todos los vicios y abusos en el arte de gobernar; la plata se la están llevando para la casa todos los integrantes de su “Team”; por último, “para el bronce” fueron las palabras del mandatario al recibir el proyecto de nueva Constitución…

Con una pericia pocas veces vista, ya que más se le conocen sus chambonadas, el Presidente habló, habló y habló y no dijo nada de lo que piensa. Con una desenvoltura cercana al desparpajo, omitió sincerar que el proyecto que recibía… “estaba lejos de ser (para él) de consenso”; tampoco fue honesto cuando dijo que “confiaba en la sabiduría del pueblo” ... porque sabe que cualquier decisión del pueblo “es una derrota” para él.

En estos complejos días, donde todo es incierto, donde todo se traduce en “solo paroles” y en ser “políticamente correcto”, donde a quien defienda los valores occidentales de orden y progreso, democracia y libre mercado, estado de derecho y subsidiario, se le tilda de extremista político… es cuando más se requiere, al parecer de esta pluma, defender con coraje lo que tanto costó construir: la libertad, el orden y el progreso.

Qué falta nos hacen políticos de fuste que revivan (de acuerdo con los tiempos) ese espíritu Portaliano que sacó al país de la anarquía (1823 – 1833) en que lo habían sumido gobiernos débiles y vacilantes, donde campeaban los vicios del poder, el desconcierto y la inmoralidad de una administración falta de objetivos, propósitos y energía (toda semejanza con la actualidad es mera coincidencia).

Para Portales, un buen gobierno es aquel cuyos integrantes son verdaderos modelos de virtud y patriotismo, capaces de conducir al país por el camino de la seguridad, el orden y el progreso. Para él, se trata ni más ni menos que de un Gobierno fuerte, respetable, respetado y obedecido, superior a cualquier interés personal.

Por último, esta vetusta pluma recuerda a sus jóvenes parroquianos que Portales siempre encaró la anarquía en forma decidida y sin tapujos, actitud algo inusual en nuestra sociedad, acostumbrada a eludir situaciones complejas y a no decir las cosas por su nombre. Hoy a la “anarquía” la llaman “anomia”, en circunstancia que son “la misma torta con distintas moscas”; Portales, en cambio, “al pan le decía pan y al vino, vino” y a veces (las más) en un lenguaje, por decir lo menos, criollo.

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