Cristián Labbé Galilea


Hasta el más iletrado entiende que, en política, todo orden implica un grado importante de desorden; nadie se imagina una sociedad donde todo marche como reloj… Ese “desorden” se entiende como algo “normal”, así somos y pensamos los humanos… Sin embargo, algo muy distinto ocurre cuando el desbarajuste se trasforma en caos; en este caso, se debieran prender las alarmas…  Aunque eso es lo normal, en nuestra situación nada pareciera ser normal… más tiene pinta de “caótica”.

Tenemos un gobierno incoherente -siendo generoso-, y una oposición indefinida que no sabe lo que significa oponerse. Así las cosas, todo hace suponer que el futuro no parece auspicioso, y la razón es simple: si el orden social implica desorden, lo natural sería intentar corregir esa situación… con serenidad, realismo, decisión y altura de mira.

En cuanto al gobierno, no hay día en que no dé muestras de su total incapacidad, al punto que ya resulta vergonzoso… desde la forma: ministros que dan puntos de prensa en “hot pant” (léase short) o en tenida de gimnasia; la propia casa de Gobierno que, con motivo de la visita de un mandatario, otrora guerrillero, “se decora” como si fuera un circo… Muestras como esas son “el pan nuestro de cada día”.

Si en la forma el gobierno es una vergüenza, en el fondo sus acciones resultan inaceptables: dice una cosa y hace otra; ante cualquier error escuetamente se disculpa, pero no corrige; las acciones ilegales se suceden en todo tiempo y lugar… Suma y sigue.

Donde se pueden evidenciar estas críticas, de fondo y forma, es en el caso de los indultos: una lista, luego otra; acto seguido, una aclaración: “el Presidente no sabía lo que estaba haciendo”; se cuestionan los fallos de la Justicia, la Corte Suprema hace sus reparos y el hilo se corta por lo más delgado, ministro y jefe de gabinete se van para… ¡ya veremos!... pero en ningún caso, para la casa… porque “en la casa ´del señor´ hay lugar para todos.”

Ante lo dicho, lo lógico sería que la oposición asumiera un rol protagónico, y no, “los señores políticos” prefieren: los arreglos, los entuertos, la cocinería… pero en ningún caso asumir, como un bastión, la defensa de los principios y valores que dicen representar, defraudando con ello a todos quienes los eligieron y a ese 62% que dijo que había que enfrentar los problemas de la comunidad y no los intereses partidistas.

Inexplicablemente, los partidos de la oposición han perdido una oportunidad única para enmendar una conducta que merece el rechazo de la comunidad. Han votado favorablemente, traicionando el deseo de sus electores, una Comisión Constituyente que nadie quiere, incluso… sus más fieles seguidores.

Desilusionada esta pluma, concluye, a partir del episodio bíblico conocido como “la torre de Babel”, donde se produce un estado de “confusión de lenguas”, que ese es el síndrome de nuestra realidad, los señores políticos no logran entenderse unos con otros, imperando no sólo el desorden sino que…el caos.

.