Cristián Labbé Galilea
A cualquier observador, por alejado de la contingencia que se sienta, le resulta incomprensible el giro que ha tomado la política en el último tiempo, y cómo no, si quienes perdieron lo que para ellos era “la madre de todas las batallas” siguen actuando como si nada hubiera pasado, y los vencedores, los que mayoritariamente rechazaron las intenciones refundacionales de la Izquierda radical, se comporten como si hubieran perdido.
Descontando lo paranoico que resulta ver al Presidente, en un mismo día, ensalzando a los carabineros y luego acusándolos de abusos sexuales, o que él pierda completamente la compostura y se descontrole en una reunión con pequeños empresarios.
Resulta inexplicable que el gobierno, con total desfachatez, además de declarar que no cambiará sus objetivos y seguirá adelante con su programa, defienda “a troche y moche” los nombramientos en cargos públicos a verdaderos agitadores políticos; esto mientras el partido comunista amenaza descaradamente que: si la “niña símbolo del apruebo” no asume la Presidencia de la Cámara, los parlamentarios tendrán que atenerse a las consecuencias…
En la oposición las cosas no andan mejor: el presidente de uno de los partidos más importantes (la UDI) sostiene que sería muy conveniente no sólo una nueva constitución, sino que, además, el ideal sería que ella llevara la firma del Presidente Boric… Inentendible por decir lo menos.
Así las cosas, esta prospectiva pluma augura tiempos difíciles… El gobierno seguirá perdiendo sistemáticamente el apoyo de la opinión pública mientras la oposición, si no reacciona a su evidente desafectación con la realidad política del país, podría experimentar una peligrosa escisión de y dentro de los partidos que la integran, lo que dejaría el terreno libre y fértil para que la izquierda consolide su poder e instale en el país un régimen de corte totalitario.
Curiosamente, quienes parecieran estar entendiendo el verdadero alcance y gravedad de los días que se viven es ese grupo de ciudadanos variopintos, intelectuales amarillos, verdes, conversos y en proceso de conversión, empresarios, simples trabajadores… la Sociedad Civil. Ellos, con claridad y valentía, han enarbolado las banderas que debió defender siempre con claridad y firmeza los partidos de la oposición: la libertad, la democracia, el orden y la seguridad.
Es significativo que sea el sector menos politizado el que haya levantado su voz para decir que no están disponibles para apoyar verdades a medias ni menos argumentos falaces propios de aquellos que, o se sienten iluminados, o buscan estar siempre en el lado de lo políticamente correcto, en circunstancias que hay problemas que requieren urgente solución, como la delincuencia, la seguridad, lo económico, la pobreza, las migraciones… y muchos otros etcéteras.
Concluyo estas líneas repitiendo lo que al respecto espetó un avispado contertulio: “creerán los señores políticos que nos han visto las canillas… no se dan cuenta que quienes resultan peor evaluados en todas las encuestas son aquellos que viven alejados de la realidad… jugando a ser estadistas incomprendidos…”.
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