Cristián Labbé Galilea
La débil comprensión lectora que caracteriza no sólo a los jóvenes, sino que, especialmente, a los adultos de nuestro país, queda confirmada en estos días. De otra manera ¿cómo se explica que, a pesar de todo lo que se lee, escucha y comenta, las autoridades, los políticos, los dirigentes de la sociedad civil, no demuestren tener la mínima capacidad para entender e interpretar la contingencia político-institucional?
Para nadie debiera resultar muy complejo comprender y descifrar los últimos sucesos de la Araucanía.
Era esperable que después del ataque con armas de guerra a las instalaciones de una forestal, dejando un terrorista muerto, los violentistas se replegaran transitoriamente con el objetivo de dificultar las investigaciones y una eventual respuesta de las fuerzas de seguridad…
Sin embargo, los violentistas han asumido una actitud desafiante y provocadora. Usando un lenguaje sedicioso y militar: hablan de ataque, de combate, de sabotaje; realizan más de cien atentados de magnitud e interrumpen rutas importantes de la zona; con todo desparpajo, escoltan al “caído” con armas de grueso calibre, y; como si eso no bastara, realizan su funeral en un cementerio mapuche, incumpliendo toda norma legal y sanitaria, disparando ráfagas de metralla a “vista y paciencia” de todos… ¡Increíble!
Por otra parte, cómo se entiende que las reacciones oficiales hayan seguido invariablemente “el curso y los protocolos” de los últimos 20 años: tenues condenas, amenazas de querellas, pésames a la familia del “caído”, mucho silencio y rápidamente… “a otra cosa mariposa”.
Lo visto permite concluir que la Araucanía traspasó todos los límites y que los subversivos no dan señales de estar amilanados; más bien están comunicando que no le tienen temor a la reacción del gobierno, que controlan el territorio, que tienen organización, fuerzas, armamento y, lo que es más delicado… mantienen la voluntad de lucha para seguir combatiendo por la soberanía en la zona…
Las señales no son para nada tranquilizadoras; más sugieren una novela de terror.
Otro peligroso componente de este “coctel de inestabilidad” es la Convención Constitucional, la que ha confirmado las aprensiones que sobre ella se tenían… desenfocada, y manejada por los sectores más radicales, transgrede impune y despóticamente el ordenamiento legal e institucional.
Con vergonzosa informalidad y agresiva actitud, en su hemiciclo se habla de refundar el país, de cambiar nuestros símbolos, de transformarnos en un Estado plurinacional, de reescribir la historia, en el fondo de “tirarlo todo por la borda” … ¿Puede la soberbia de unos pocos echar por tierra la historia y los símbolos nacionales ante la impavidez de los más? ¿Puede, desde esa tribuna, legitimarse la violencia expresando lealtad a los violentistas que, con su chantaje destructivo, lograron su instalación?... ¡Absolutamente NO!
Son muchos los hechos que las autoridades deben descifrar correctamente y en ningún caso verlos con impavidez; por su parte, el país debe asumir que a nuestra historia se la defiende con la Razón y la Fuerza, no con cobardía, porque “nuestra libertad es la herencia de los bravos”.
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