Cristián Labbé Galilea
El recrudecimiento de la pandemia ha agregado a nuestra contaminada contingencia una nueva variable, la discusión sobre si hay o no que postergar las elecciones de abril.
Las secuelas de esta nueva “toxina política” están a la vista: los políticos odiosamente divididos y la comunidad indiferente frente a los comicios…
Parece que será muy difícil despertar de la pesadilla que estamos padeciendo.
Lo increíble de esta situación es que por años hemos venido escuchando hablar sobre el descrédito de los políticos y el deseo íntimo de mandarlos a “freír monos al África”. Sin embargo, quienes suelen expresar estos “nobles” sentimientos, no asumen que ahora se les presenta la oportunidad de cambiar la situación. De ahí la importancia de las próximas elecciones pues son “la” posibilidad de conseguir que la convivencia ciudadana retome el ambiente que nunca debió perder.
Claramente no hemos sido “el país de las maravillas”, pero tampoco nuestra realidad se había convertido, como ahora, en una pesadilla de odio, intolerancia y polarización. Es más, nos caracterizaba un espíritu republicano diverso, por cierto, pero en el cual la política, además de ser palpitante, era susceptible de algunas cuotas de humor. Por ejemplo, durante años la bandera de la sátira, que distendía las pasiones políticas, la llevó Topaze y particularmente “Verdejo”, ese criollo personaje de Lugoze (Luis Goyenechea Zegarra) de cuyo pincel no se escapó nada ni nadie.
Por lo mismo, resulta increíble el “buenismo” de los candidatos que aparecen en su publicidad como “santas palomas” escondiendo sus reales motivaciones con frases tan creativas como “vota por ti… vota por mí”. Sorprende también confirmar que los incautos electores que creían que la franja aclararía sus posturas políticas, una vez más se equivocaron porque la mayoría no la ve y el resto no le cree.
Surge entonces la necesidad de preocuparse bien de quién es quién, en las próximas elecciones, tarea no fácil pues son cuatro elecciones en una. Sin embargo, a los gobernadores, alcaldes y concejales, la comunidad los tiene cerca y puede tener opinión sobre ellos. El tema son los constituyentes, pues en ellos descansa nuestro futuro institucional, y son muy pocos los que, dejando de lado su “buenismo”, se definen en temas como la vida, la libertad, la propiedad, el orden, la justicia, el rol del estado… los grandes temas.
Es necesario despertar de este marasmo… La primera tarea es clara: hay que informarse bien sobre los candidatos, luego “evangelizar” a los cercanos (hijos, padres, nietos, empleados…) sobre la importancia de estas elecciones, y por último ¡ir a votar!
Así como en “Alicia en el País de las Maravillas” (Lewis Carroll, 1865) la protagonista despertó de sus asombrosas aventuras y supo que todo lo vivido era un sueño, este largo y angosto país -Copia feliz del Edén- debe conseguir que despierte de su pesadilla ese “verdejo político” alegre, animado, positivo, socarrón… que llevamos en el alma. Para ello, un solo camino… ¡votar y votar bien!
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