Cristián Labbé Galilea


Cuando aún no terminamos de “abrir” los saludos de navidad ya estamos abrumados con los “mensajes” que nos llegan por el nuevo año… Cómo no, sí las personalizadas tarjetas, que antiguamente escribíamos de puño y letra, ahora han sido remplazadas por “un clic” para remitir buenos deseos a “grupos”, personales, familiares, comerciales… ¡Son los nuevos tiempos!

Son días de balance, de recuerdos, de pronósticos, de presagios. Estamos en enero, primer mes del nuevo año; por suerte -dirá alguien-, porque del pasado ni acordarse. Es el mes del dios Jano, el dios de las puertas, de los comienzos, de los portales, de las transiciones... Por eso, la mitología romana lo representa con dos caras, una mirando al pasado y otra al futuro.

Es exactamente lo que nos pasa en estos días: sentimos la necesidad de cerrar un capítulo, evaluar el año anterior y establecer intenciones para el año que se inicia. Tales reflexiones requieren mucho cuidado, porque el ambiente tiende a privilegiar los buenos augurios, perdiendo la objetividad y el realismo que son necesarios para enfrentar los tiempos que se vienen.

Vivimos momentos complejos. Después de un año irregular en lo político, lo económico y lo social, es fácil suponer que los meses venideros serán difíciles, y la razón es simple: estamos al término de un ciclo o de una época. En el futuro nada será igual a lo vivido y, si en estos días ha habido una pequeña bonanza, no es más que “un veranito” generado por los millones de dólares retirados de las AFP y que dan cuenta de la solvencia que tenía nuestra economía.

Si la frase bíblica es “nada nuevo bajo el sol” (Nihil novum sub sole), la política nacional nos está advirtiendo que, si no reaccionamos, no tendremos las oportunidades que nos dio el pasado y volveremos a la mediocridad, a la falta de expectativas, al estancamiento económico y social; seremos “un país reseteado” que ha perdido el optimismo, la creatividad y la confianza.

Rebelde esta pluma a asumir lo que pareciera inminente, y convencido de la necesidad de promover una actitud positiva ante los hechos futuros, trae a la memoria de sus inquietos contertulios la obra “El hombre en busca del sentido” (Viktor Frankl, siquiatra y filósofo austríaco) quien sostiene que: “Al hombre se le puede arrebatar todo salvo una cosa, la última de las libertades humanas… decidir su propio camino…”.

Concluyamos entonces que, en el futuro próximo, nada será igual bajo los cielos de esta tierra. Nubes oscuras amenazan el horizonte, lo que nos obliga a asumir con confianza que será la historia quien haga justicia con aquella época de estabilidad, progreso y bienestar, a la que hoy algunos le vuelven la espalda, y; que somos nosotros quienes debemos hacernos cargo, con convicción y firmeza, de la crisis que estamos viviendo, y defender, en todo frente y en toda trinchera, los principios y valores de la “Sociedad Libre” que han forjado nuestra identidad republicana…

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