Cristián Labbé Galilea



Desde una “Araucanía contusa, duramente golpeada y magullada de más” que “se lame sola sus heridas”, en campestres tertulias escucho la desazón que sienten sus habitantes por el abandono en que los ha sumido un centralismo que, recién ahora, vive en carne propia la dramática experiencia de la ausencia de autoridad, de violencia descontrolada y de un estado de derecho inexistente, situación que ellos han vivido por décadas.

Por lo mismo, no sorprende que sea la Capital la que nuevamente dé la tónica: “…el Senado rechazó la destitución del Intendente Metropolitano, …Desbordes (R.N) negocia furtivamente con la ex Concertación”. Curiosas situaciones que confirman que: “de la política todo se puede esperar, … siempre ganan todos, … nadie está definitivamente muerto”.

El “caso Guevara” fue para el gobierno una victoria… moderada por cierto, porque no fue el oficialismo el que ganó sino más bien fue la oposición la que se restó de “botarle otra pieza en su ajedrez político”.

La oposición, por su parte, lo rotuló como “pinceladas positivas” que correspondían a una actitud suya: de moderación, de prudencia, y a un gesto republicano.

A lo anterior, se suma la sospechosa maniobra de Desbordes de buscar alianza con la ex Concertación, pues lo único que consigue es ayudar a la izquierda en su intento de encubrir sus verdaderas intenciones, para no inquietar a esa mayoría que quiere volver a la normalidad, y rechaza la posibilidad de que se pueda generar un cuadro de anarquía e inestabilidad: política, económica y social.

Se suma a lo dicho el que analistas y expertos han señalado en el último tiempo que no se ve como algo imposible el que en abril gane el “Rechazo”.

Después de muchas vueltas que mis sureños parroquianos le dieron a ambos casos, hubo plena coincidencia en que no había tal generosidad por parte de la oposición, sino más bien se trataba de algo al menos “sospechoso”: primero, por la nula credibilidad que tienen sus jerarcas y sus partidos; segundo, porque a todas luces se ve la intencionalidad de la izquierda de tranquilizar y encubrir sus verdaderos propósitos; tercero, porque -contrario a lo que se debiera esperar- la violencia aumenta día a día.

Por último, se concluyó que cualquier análisis racional, y con algo de sentido común, advierte que es “un pecado de lesa ingenuidad” creer que estamos frente a una oposición (ahora) moderada, en circunstancias que estamos en presencia de una maniobra para encubrir el caos, la anarquía y la inestabilidad que se generará si se aprueba la constituyente en abril.

“No seamos ingenuos…” interrumpió un campechano contertulio… “bien es sabido que en política el diablo no siempre anda con los cachos puestos… y esta situación es muy sospechosa porque, como decía el cura de mi pueblo… ¡cuando la limosna es muy grande hasta el santo desconfía…!, así que, queridos amigos, no nos dejemos engañar porque… a un perro viejo, no lo pueden engañar con engañifas nuevas...”.

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