4 de junio de 2017
Del mensaje de la Presidente, ni hablar, está todo dicho… “vivimos en jauja y todo indica que el futuro será aún más promisorio”. Qué bueno, pero por suerte el viaje al Congreso estaba previsto en auto, porque de haber sido en el helicóptero o el avión presidencial… La falta de prolijidad del equipo de la Presidente habría tenido consecuencias terribles.
Lo que sí produjo efectos fue nuestra anterior columna donde establecimos la diferencia entre una democracia amenazada y otra corrupta. Varios políticos creyeron que veladamente insinuábamos que nuestra democracia estaba amenazada, en circunstancias que lo que quisimos establecer era algo muy distinto y real: la nuestra es una democracia corrupta.
Está tan enrarecido el ambiente político, con tanta corruptela, que hemos advertido que las últimas denuncias que pesan sobre Carabineros serán instrumentalizadas, para distraer a la opinión pública sobre la realidad nacional y, de paso, para infringirles a las Fuerzas Armadas y de Orden un daño tal, que permita a sectores políticos justificar medidas destinadas a alterar el rol constitucional de éstas.
Por lo mismo resulta imprescindible fijar posiciones: nuestro total apoyo y respaldo a los soldados, marinos, aviadores y carabineros que actuaron ante el llamado de una democracia amenazada, y el más absoluto rechazo y desprecio a aquellos que hoy, aprovechándose de sus posiciones, han caído en prácticas propias de una democracia corrupta.
Demás esta señalar que -ante tales niveles de corrupción- nuestra sociedad vive una aguda crisis de confianza y un profundo debilitamiento de las autoridades e instituciones republicanas (léase como “el desprestigio de la clase política en general”), donde los Poderes Ejecutivo y Legislativo llegan a un nivel tan bajo de rendimiento, que los ciudadanos no ven otro camino que volver su mirada hacia el Poder Judicial.
Debilitado del mundo político por la cada vez mayor cantidad de casos de corrupción y conflictos de poderes e intereses (colusiones, evasiones, tráficos de influencias, cohecho, etc…), comprobado que “ni la calle ni las movilizaciones” son efectivas y que ya nadie responde a las demandas ciudadanas, puede llegar el momento en que todo y todos se convierte en justiciable es… “la judicialización de la política” o “la democracia judicializada.”
Por ese derrotero las magistraturas y los jueces aumentan su esfera de influencia a expensas de los políticos y de los administradores; en otras palabras se produce desplazamiento de las competencias decisionales desde el Legislativo y el Ejecutivo, donde verdaderamente están radicadas, hacia los tribunales, lo que en ningún caso es garantía de que las cosas se harán mejor. El poder Judicial, además de estar integrado por seres humanos con sus vicios y virtudes, posee escasas e insuficientes formas de fiscalización, las que son exclusivamente de carácter internas y no admite investigación de ningún otro órgano (cosa que no es menor).
En conclusión… si queremos que nuestro país ande bien y funcione correctamente y no se quede en panne –como el Ford Galaxy de la Presidente- lo que tenemos que hacer es depurar nuestra democracia en las próximas elecciones. Así podremos parar la corrupción y evitar… ¡la judicialización de la política!
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