Publicado en Diario Financiero 21.07.2022 

 

 

 

 

 

 

Axel Kaiser


Jamás dejará de asombrarme esa dificultad en la cultura nacional, que afecta particularmente a la élite, de ver las cosas por lo que son y de decir las cosas como son. Un exasperante buenismo es la posición de default en buena parte de la centroizquierda, a la que pertenece todo el mundo conservador social cristiano -aunque pretenda lo contrario- y también de la centroderecha.

Tome el caso del proceso constituyente. Este surge de una explosión de violencia delictual que fue promovida por comunistas, frenteamplistas y otros grupos de izquierda con la intención de derrocar a Sebastián Piñera y provocar así un quiebre institucional. A pesar de las evidentes intenciones antidemocráticas de estos grupos, el mismo Piñera, la centroderecha y la centroizquierda sacrificaron la Constitución, abriendo así la posibilidad para que la izquierda creara las bases de una dictadura filo chavista en Chile.

Ahora miran con terror el resultado de ese proceso, cuando su desenlace era más que obvio desde el principio. Pero es peor aun, porque además de no haber anticipado lo evidente -a saber, que el proceso constituyente sería nada más que la criatura deforme de la violencia octubrista y, por tanto, un esfuerzo por demoler Chile-, una vez electos los convencionales con mayoría aplastante de radicales extremistas, siguieron declarando su fe en que se podía construir “la casa de todos”.

Incluso cuando estaba clara la dirección totalitaria que tomaba la Convención se aferraban a la esperanza de que saliera algo razonable. ¿Era tan difícil anticipar que si la izquierda extremista controlaba la Convención era totalmente imposible que no intentara refundar el país a su gusto? ¿Cómo puede ser que, conociendo la historia de Chile, la centroderecha y la centroizquierda aún no entiendan que nuestra izquierda es totalitaria, deshonesta y adicta al poder? Hablamos de la misma izquierda que sigue admirando a Fidel Castro, que tiene vínculos con la narcodictadura de Maduro, que defiende a Ortega y justifica el terrorismo asociado al crimen organizado internacional.

Tan ingenuos fueron, que incluso muchos de ellos prefirieron a Boric que a Kast, a pesar de que era claro que el primero no reunía las más mínimas competencias para presidir la República y que, a pesar de su simpatía, tiene un alma tan radical como cualquier comunista. Peor aun, Boric, a diferencia de Tellier, engaña sin pudor al público de manera sistemática con sus volteretas. El mismo Boric se ha resistido todo lo que puede a enfrentar la delincuencia y el crimen organizado bajo su gobierno. Todavía habrá que descubrir de qué se trataba el misterioso avión vinculado al terrorismo financiado por Irán que entraba a Chile sin control alguno con la anuencia de su gobierno.

Lo que resulta indiscutible es que la centroizquierda, y parte del centro derecha, deben aceptar de una vez que en Chile la amenaza a la democracia ha provenido fundamentalmente de la izquierda y no de la derecha. Basta una mirada honesta a la historia nacional para reconocer este punto.

Chile necesita que estos grupos abandonen de una vez el sueño infantil de la “casa para todos” en la que viviremos felices y unidos. Este jamás se podrá realizar, porque una parte de los que se supone han de habitar en ella van a querer siempre incendiarla para, sobre sus cenizas, edificar una cárcel que les permita encerrar al resto.

Fuente: https://fppchile.org/es/blog/el-precio-del-buenismo-es-la-democracia/

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