Publicado en Diario Financiero, 19.08.2021
Axel Kaiser
Una de las cosas más sorprendente del proceso de descomposición que vive Chile es la cantidad de gente que se declara desconcertada por lo que ocurre. Es como si de pronto se hubiera reventado la burbuja en la que vivían. En ella, Chile era un país en crisis, pero perfectamente civilizado, la constitución un genuino esfuerzo por construir una ‘casa de todos’, la clase política un grupo con problemas, pero en general sensato, la población, gente moderna, un sistema económico ‘neoliberal’ agotado que bastaba cambiar por un Estado benefactor nórdico para avanzar hacia la inclusión definitiva, los pueblos ‘originarios’, culturas venerables y puras, la izquierda radical, un grupo genuinamente democrático, etcétera.
De derecha a izquierda hubo intelectuales, periodistas, empresarios y políticos que abrazaron estas ideas o al menos actuaron como si fueran ciertas. La verdad, sin embargo, es que Chile no es el país que imaginan quienes, con tanto entusiasmo, apoyaron el Apruebo. La clase política ha sido siempre, salvo lapsos específicos, desquiciada al punto de poner en riesgo la democracia y terminar destruyéndola. Los pueblos ‘originarios’ no son ni racial ni moralmente puros, ni menos mejores que la civilización occidental de la que heredamos, desde la democracia, hasta los derechos humanos y la ciencia moderna, cuestión que ellos aceptan. ¿O cree usted que algún ‘mapuche’ cuando tiene un problema serio de salud se atiende con la machi Linconao?
La nueva constitución jamás iba a ser la ‘casa de todos’, sino un esfuerzo por refundar el país para imponer modelos de izquierda autoritarios y fracasados. ¿Nunca leyeron ‘El otro modelo’? Este ‘modelo’, en tanto, no tiene alternativas, pues nada suplanta una fuerte protección de los derechos de propiedad, reglas claras y predecibles y espacios amplios de libertad económica para alcanzar la prosperidad.
“Casi nadie en la clase política quiere trabajar, es decir, casi nadie quiere resolver los problemas reales. Mejor echarle la culpa a la constitución y esperar que mágicamente se resuelvan las diferencias de calidad de vida en la población con un Estado gigantesco que lo controle todo, aunque no le quede plata”
Todo esto lo tienen los países nórdicos con los que sueñan nuestros ingenuos amigos. Lo que ellos no tienen y nosotros sí, es un Estado ineficiente y corrupto que despilfarra y saquea –las más de las veces legalmente- el dinero de los contribuyentes mediante captura de partidos políticos, contrataciones de operadores, asignaciones de beneficios a grupos de interés y así sucesivamente. ¿Se acuerda cuando casi 40 mil de nuestros funcionarios ‘públicos’ mintieron subdeclarando ingresos para obtener el Bono Clase Media? Seguro en Dinamarca ocurre lo mismo. Ni hablar de la productividad laboral chilena, que es la mitad del promedio de la OCDE y un tercio de la de países nórdicos.
De ello nadie habla porque casi nadie en la clase política quiere trabajar, es decir, casi nadie quiere resolver los problemas reales. Mejor echarle la culpa a la constitución y esperar que mágicamente se resuelvan las diferencias de calidad de vida en la población con un Estado gigantesco que lo controle todo, aunque no le quede plata.
En fin, entre los mitos que van cayendo está quedando claro que un sector de la izquierda no es democrática y el otro se ha alineado con una agenda antisistémica y populista, al punto de validar la delincuencia y el terrorismo.
Así, la descomposición de nuestro país continuará. Pero tal vez sirva al menos para que nuestros desconcertados amigos conozcan el país en el que realmente viven.
Fuente: https://fppchile.org/es/blog/descomposicion/
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