Opinión
por Teresa Marinovic 19 junio, 2014
Hablo en serio: soberanía mapuche aquí y ahora, sin ninguna clase de subsidio de parte de los contribuyentes chilenos. Y soberanía total, sin el complejo occidental de haber maltratado al “buen salvaje”, complejo desde el que se autoimpone una perpetua condena de paternalismo en favor de un grupo determinado, por la sola virtud de poseer una cierta información genética.
No quieren, claro está, reconocer la autoridad de la República de Chile… pero exigen ser reconocidos en la Constitución que la rige. Son acérrimos detractores del modelo económico que impera en el país, pero piden tierras con títulos de dominio individual, y no comunitarios ni colectivos. Su método de acción política es la violencia, pero aspiran a que el Gobierno les otorgue cupos en el Congreso a fin de defender su causa. Proclaman, en definitiva, una independencia muy relativa, porque en último término es una independencia que va con cargo a los contribuyentes del país que denuestan.
Por eso, propongo un plebiscito para que quienes quieran integrar la República Independiente Mapuche, gocen de verdadera autonomía. Lo digo en serio y en sentido literal.
Que ellos, los defensores de su cultura, vivan de acuerdo al esquema agrario a que al menos en el discurso aspiran. Que ellos redacten, en mapudungun, su propia Constitución. Que resuelvan sus problemas de salud con la machi de turno. Que tengan sus propias escuelas y universidades, su propia policía, su religión, que hagan sacrificios humanos si les parece o los deroguen si la práctica les resulta violenta.
Nosotros, todos los demás, los que nos consideramos chilenos a pesar de tener apellido croata, los que no pedimos trato preferente pese a haber contribuido al progreso del país, los que recibimos de buena gana a los que llegaron después que nosotros, nos sometemos a la República y al Estado porque pensamos que, al menos por ahora, sigue siendo conveniente hacerlo.
Y es que las relaciones sociales (como las personales), se vuelven insufribles cuando alguna de las partes asume de por vida, ¡y sin restricción!, la condición de victimaria y cuando la otra parasita, per saecula saeculorum, de su posición de víctima. Peor aún si las culpas o las deudas de que profita son hereditarias o, como en el caso del conflicto mapuche, indefinidas. Porque, seamos claros, no es un pedazo de tierra lo que se disputa, sino una condición preferente que se perpetúe a la eternidad.
Las religiones tienen un remedio para este germen social, el de la confesión. Las leyes humanas, el de la prescripción. Lo evidente es que la vida en sociedad y la paz no son posibles cuando falta el ánimo de entendimiento y de integración, cuando una de las partes insiste en revivir de manera completamente artificial un conflicto que caducó.
Hablo en serio: soberanía mapuche aquí y ahora, sin ninguna clase de subsidio de parte de los contribuyentes chilenos. Y soberanía total, sin el complejo occidental de haber maltratado al “buen salvaje”, complejo desde el que se autoimpone una perpetua condena de paternalismo en favor de un grupo determinado, por la sola virtud de poseer una cierta información genética.
Fuente: http://www.elmostrador.cl/noticias/opinion/2014/06/19/soberania-mapuche-aqui-y-ahora/
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