Por Raúl Pizarro Rivera
“La mejor coalición que le puede ofrecer un cambio al país es una que vaya desde la ex Concertación hasta Chile Vamos”, declaró, sin siquiera sonrojarse, el vicepresidente del Senado y, simultáneamente, con el mismo cargo en su partido Demócratas, Matías Walker, un romántico DC y de viejo cuño, puesto en tan alto sitio legislativo gracias a los votos de la derecha.
Duele la guata leer y escuchar tan descarado nivel de frivolidad de este vocero de un partido diminuto, con 9 mil militantes, 2 senadores y 4 diputados -arrastrados desde su época DC-, y que fue fundado en noviembre de 2022, luego de que sus inspiradores, Ximena Rincón y Walker, fuesen expulsados desde la Democracia Cristiana por oponerse al incondicional alineamiento de ésta con Gabriel Boric.
En la pasada elección municipal, entre Demócratas y Amarillos -también todos ex DC, pero éstos marchados voluntariamente-, obtuvieron casi un 2.6% de los votos, lo que en lenguaje político significa irrelevancia. Entre ambos obtuvieron 418 mil votos de los 42 millones válidamente emitidos, lo que les significó 70 concejales, 6 cores y ningún alcalde ni menos gobernador.
De concretarse el cambio al sistema electoral, ambos partidos quedarían muy lejos del mínimo de 5% de votos exigidos para subsistir.
Duele la guata escuchar y leer tal propuesta, porque Walker “condiciona” su proyecto a que “los extremos políticos queden fuera”, en una clara evidencia de su desconocimiento de la política internacional, con ejemplos muy recientes del imparable flujo ofensivo de las derechas de verdad en el mundo, particularmente en Europa.
Su colega RN Manuel José Ossandón -autodefinido como centroderechista- se prestó para solidarizar con la idea, al afirmar que “la (ex) Concertación la integraron, también, partidos de centroderecha”, seguramente refiriéndose a la DC, la que, a partir del 2000, sus socios de alianza la redujeron a vagón de cola de la coalición. Ossandón aboga “porque a Boric le vaya bien, pues así a todo el país le irá bien”…
No obstante tal disparate, la candidata de estos variopintos centristas, Evelyn Matthei, dio muestras de realismo, al dar un paso muy relevante en cuanto a que este experimento a ella no le calza: aseguró que “estamos insertos en un gravísimo clima de total inseguridad ciudadana, de una profunda crisis moral, económica y de perjuicio social, y hay que enfrentarlo con mucha potencia”. Días después, apuntó a La Moneda por su “ineludible responsabilidad” en el inédito apagón del 25/F.
La candidata no se imagina a su partido UDI y a su ex coalición RN unidos a personajes tan hipócritas y de tanta mediocridad, y hasta peligrosos, como Tohá y Monsalve o al gran responsable de la gigantesca defraudación fiscal, Carlos Montes. Walker parece haber olvidado, adrede, que fue su colega Jaime Quintana, quien el 2021 proclamó el Parlamentarismo de facto, arrebatándole parte de sus atribuciones al gran centrista, y de génesis DC, Sebastián Piñera. Éste, hay que recordarlo, en sus Gabinetes designó a ministros de pasado izquierdista y DC.
Hasta su extinción en 2021, Walker fue un activo miembro de la Nueva Mayoría y convivió y votó con el PC, al cual, ahora, lo deja fuera de su propuesta por su condición de extremista: ¡todo un perfecto camaleón!
La (ex) Concertación la integraron los partidos Socialista, el PPD, la Democracia Cristiana y el Radical Socialdemócrata. Para reforzar su plataforma izquierdista, en 2013 sumó al comunismo, surgiendo la Nueva Mayoría con la DC (los actuales demócratas y amarillos) en sus filas.
Resulta impresentable este intento de presentar como centristas a partidos históricamente marxistas y a otros nacidos genuinamente anti marxistas.
El hecho de que en RN especialmente y en la UDI subsistan militantes con domicilio equivocado tiene rápida solución: que se muden hacia donde sientan real identidad.
La ex Concertación fue públicamente conocida como antiderechista. Fe de ello lo dio la gentileza de la DC de ceder algunos de sus cupos parlamentarios para que los comunistas -que se habían declarado ilegales- pudiesen disponer de bancas en el Congreso Nacional, aprovechándose de la Ley 20.840, la que sustituyó el sistema electoral binominal por uno de carácter proporcional.
Los frentistas asesinos del FMR de los 90 no fueron considerados extremistas por Walker, pero sí lo es el progresismo boricista, al que Daniel Jadue llamó a levantarse en su contra “por no cumplimiento del programa”.
También Walker, al igual que al comunismo con el cual convivió, deja al margen de su propuesta a la derecha, la de verdad, por considerarla extremista, cuando la historia consigna que nació para defender lo que el mundo inteligente entiende como genuinas democracias. Se trata, la suya, de una jugada perversa destinada al divisionismo interno de la oposición e incidir en la siempre fácil confusión de ciudadanos incautos y no informados.
La suya es una propuesta hipócrita, tan irreal como insostenible, que sólo apunta a sacar de su miseria electoral a Demócratas, Amarillos y a la moribunda DC.
La derecha, la auténtica, lo tiene claro: no puede volver a pisar el palito, como le ocurrió con la embaucadora reforma previsional.
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