Por Raúl Pizarro Rivera


La historia es implacable con episodios más anecdóticos que reales, y que terminan por descubrirse que nunca ocurrieron como se cuentan. Uno de ellos es lo que, por siglos, el mundo lo escuchó como un hecho veraz: el emperador Nerón envió a quemar Roma y, tocando música, disfrutó del incendio desde su palacio Palatino. Por lo mismo, se lo presenta como el primer pirómano del cual haya registro.

Pero, no fue así: él no se encontraba en la capital imperial e informado de ello, volvió raudo a Roma.

Los pirómanos originan intencionadamente el fuego para disfrutar de él. Por lo mismo, no se puede encasillar en dicho calificativo al puñado de bomberos porteños enjuiciados por iniciar el incendio intencional de Viña alto el 2 de febrero de 2024 y que dejó 137 fallecidos. Si bien ellos fueron los autores del siniestro, pero no para gozarlo, sino como cómplices de brigadistas de CONAF para poder cobrar horas extras por su trabajo.

El originar una tragedia y dejar que otros se encarguen de remediarla, es una cobardía descomunal, y ello es lo que ha hecho Gabriel Boric con su propio país desde que asumiera en marzo de 2022. Concluirá en breve el tercer año del Gobierno más inepto y de la peor clase que haya conocido Chile, y el protagonista de ello permanece inmutable, a la espera de que quienes lo rodean traten de torcerle el destino a este gran fuego devastador que tiene sumido casi en cenizas al país.

El 1 de junio le anunció a la ciudadanía -burlándose de los economistas- que “la economía chilena ya despegó”: la caja fiscal no tiene un peso y el Banco Central pronosticó un 2025 peor que el anterior.

Este gran incendio de Chile lo inició él, personalmente, al ser proclamado candidato a la Presidencia, sin tener una mínima preparación, sin saber lo que es ganarse la vida, sólo con el elemental requisito de cuarto medio para ser candidato y con su promesa, formal y reiterada, de “hacer de nuevo a Chile, partiendo de cero”. Como la memoria es débil o intencionalmente ignorada, es bueno recordar, ahora más que nunca, dos afirmaciones de Boric hechas en momentos previos a su elección: “durante 30 años no se ha hecho cambio transformador alguno que permita instalar un sistema de bienestar social y con control del Estado”, e instado a revelar cuál era su domicilio político real, no vaciló en asegurar que “estoy a la izquierda del Partido Comunista”.

Derrotado en primera vuelta, pudo revertir el resultado sólo por los escombros aún humeantes del Golpe del 18/O y por haber echado mano a Izkia Siches, quien recorrió el país asustando a la gente por “los crímenes que vendrán si no ganamos”. La doctorcita disfrutaba en esos momentos de una gigantesca popularidad por haber trapeado con el entonces Presidente y con sus ministros de Salud.

Sin más programa que su promesa de “hacer de nuevo a Chile, partiendo de cero”, dejó las políticas públicas y un listado de acciones acordes a la refundación en manos de la Convención Constitucional, mayoritariamente compuesta por seres del más bajo nivel de conocimientos del país. Esta asamblea acordó que las etnias tendrán un territorio soberano; que se reconocerá la existencia de delitos, pero ¡no se perseguirá a sus autores!; que se expropiarán los colegios y las clínicas privadas, que pasarán al servicio público y gratuito; que Carabineros será sustituido por una policía popular no armada; que todas las cotizaciones laborales pasarán a ser administradas por el Estado; que no se erradicará a quienes estén en tomas de terrenos; que el transporte público será gratuito; que circularán muchos trenes suburbanos baratos para sustituir al transporte terrestre interregional, y el borde costero y las aguas de las caletas de pescadores pasarán a ser propiedad de ellos. O sea, ¡socialismo totalitario y del más depurado!

(Resulta insólito que habiendo habido convencionales de la actual oposición, hoy hayan olvidado este escalofriante trance del que se salvó Chile).

Ya en La Moneda, el propio Boric se encargó de facilitar la gestión y resultados de la Convención socialista, porque dicha propuesta extremista era su propio programa refundacional de Gobierno. Puso como coordinador a su gran amigo Giorgio Jackson, quien, cada vez que el rasquerío de convencionales se quedaba corto por su farreo de dinero, él les depositaba.

La ciudadanía, y sin voto obligatorio, se volcó a las urnas el 4 de septiembre y, por una mayoría histórica, rechazó la propuesta estatista/dictatorial, y con ello, en ese mismo acto, el Presidente se quedó sin su programa, esto es, con nada. Los propios chilenos tuvieron que apagar el gigantesco fuego que había iniciado este líder de pacotilla.

Su fracasada gestión no le ha permitido más que darse vueltas entre lo que no ha querido hacer, como combatir la delincuencia y expulsar a los ilegales, y entre lo que no ha podido hacer, como sus populistas y discriminatorias “reformas estructurales”, entre ellas la de pensiones, hoy en la cumbre del debate entre auténticos trabajadores y usurpadores estatistas.

Boric es quien ayer y hoy ha encendido el fuego, pero pide a otros que lo apaguen, incluyendo, mañosamente, a los siempre vacilantes y poco jugados de la oposición. Debió salir la mismísima candidata Evelyn Matthei a mandarles un mensaje que “no es llegar y aprobar” a quienes, como siempre, sólo piensan en sus futuros votos personales.

Un minoritario residuo del ”piñerismo” quiere acuerdos con el Gobierno: un ex presidente de RN llegó a pedir que la candidata Matthei renuncie a la UDI para que postule como independiente, agregando que “debe ir a una interna del sector con quienes se presenten y, así, los derrotados trabajarán con más entusiasmo por ella” (¿?) Tanto nivel de simplismo llega a ser acongojante.

Dirigentes poco claros y resbalosos de la oposición profundizan su error de seguir el inescrupuloso juego de La Moneda, y no cortárselo. Por esas maniobras ajenas al interés del país, se arriesgan la confianza y certeza de que este régimen tiene fecha de sepultación. No sólo un amplio bloque de RN pide la proclamación, ahora mismo, de Evelyn Matthei, sino también hay tres directivas regionales que ya lo hicieron.

El “piñerismo quiere a otro candidato y hasta ha postulado nombres, todos ex muy cercanos colabores del anterior Presidente o, como él, ideológicamente centristas y no auténticos antimarxistas. En tanto, en EVOPOLI, una increíble “falla del sistema” dejó en el aire la elección de una nueva directiva, entre un sector más decididamente opositor y el otro, aperturista hacia el Gobierno.

Lo descabellado de esta postura divisionista tiene en la mira no específicamente al Gobierno, sino apunta a Republicanos, un partido que ha hecho oposición proporcional al daño que Boric le ha causado al país. Este fuego amigo apunta a una colectividad odiada por la izquierda, al punto que ésta ya tiene resuelto que, si un republicano pasa a segunda vuelta, en bloque será convocada a votar por Evelyn Matthei: ¡un republicano en La Moneda por ningún motivo!

Las conductas de estas fracciones instaladas en un domicilio equivocado, resultan aún más inexplicables e injustificables dada su contribución a un ya extinto Gobierno que, tozudamente, persiste en la búsqueda de una mano (aunque adversaria) que lo rescate de entre las cenizas del fuego que el mismo originó.

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