Por Raúl Pizarro Rivera


En un reflejo muy propio de la sociedad actual, los programas menos vistos en TV son aquellos en los cuales se plantean y debaten los potentes y reales temas de interés nacional. Retrato de ello es el testimonio de una señora, nada de mal vestida, entrevistada por su gran demora en votar en las elecciones comunales y regionales:  “es que nadie la informa a una sobre quiénes son los candidatos” (¿?)

Idéntica y decepcionante sensación quedó entre los -imaginamos- poquitos televidentes que fueron testigos de las expresiones de una conocida dirigente marxista, en cuanto a que “en primera vuelta votaremos por Michelle (Bachelet), pero si es que llega a pasar Kast a la segunda junto a Matthei, la orden será que toda la izquierda sufrague por ella, porque, a como dé lugar, hay que impedir que la ultra derecha llegue al poder”.

Así de directos están los partidos gobernantes, al plantear sin escrúpulos su estrategia electoral presidencial. Consciente de su precario respaldo popular y de su irreversible destino electoral, el progresismo optó por entrometerse en los asuntos internos de la derecha para menoscabarla e incidir de esa forma en el sentimiento ciudadano.

El tema más socorrido los insta a difundir que la reforma a las pensiones está trabada porque “Republicanos tiene presa a la UDI”. El progresismo se encarga de dividir a RN, consciente de que en su seno hay residuos de un movimiento centrista/moderado que se rige por “la política de los acuerdos” ejecutada por Patricio Aylwin” cuando éste asumió en marzo de 1990.

El llamado “Presidente de la transición” se vio obligado -como lo dijo- a actuar “en la medida de lo posible”, dado que el régimen militar le heredó a Augusto Pinochet como Comandante en Jefe del Ejército. Pudo, y a duras penas, resistir presiones, incluidas las del PC a través de su brazo armado, el Frente Manuel Rodríguez, gracias a que absolutamente todos los partidos de vuelta al Congreso se comportaron para no ponerle más piedras en el camino. Hoy, aquel escenario es desactualizado, no corresponde al clima social. Nadie, genuinamente de derecha, puede apelar a un discurso correspondiente a otra circunstancia histórica.

  La izquierda se halla, con dedicación exclusiva, dedicada a instalar cuñas entre los partidos de oposición, la que será su táctica hasta las parlamentarias y la presidencial. No pocos voceros de derecha han pisado el palito y salen rápido a dar explicaciones, con el consiguiente costo político, explotado jactanciosamente por el progresismo.

 Mientras la ciudadanía mantiene imperturbable su rechazo al Gobierno -por meses, bien arriba del 60%-, las cúpulas opositoras siguen abriendo rendijas para eventuales entendimientos con quienes estuvieron a punto de hacerlas desaparecer  del mapa. Es inadmisible e impresentable que existan políticos de derecha, e insertos en el único concepto universal de democracia, que rápidamente olvidaron que este Gobierno quiso despedazar a Chile y, como muy malos patriotas, consideran de “mal gusto” pasarles la cuenta a estos destructivos parásitos.

El ahora cuestionado “estallido social” fue un Golpe de Estado con el objetivo de derrocar a un Presidente libremente electo, y quienes lo hicieron con vandálicas acciones, fueron homenajeados en el Congreso Nacional y compensados con pensiones vitalicias con dineros de todos los ciudadanos. Es imposible desentenderse de lo que esta generación de ineptos e inútiles aventureros políticos quiso hacer con Chile, ser plurinacional, estatista, sin Senado, con la Justicia dirigida por una comisión política, con educación, salud y previsión exclusivamente fiscales, con la ocupación de habitaciones sin uso para pobladores sin casa y con potestad a Juntas de Vecinos adscritas al comunismo.

El marxismo dominante en la Convención Constitucional botó a la basura una solicitud de 800 mil chilenos de que sus cotizaciones no pasasen al Estado y otra de 600 mil mujeres que pedían que no hubiese aborto libre (o deportivo).

No es digno de la menor comprensión que estos discutibles derechistas ignoren que fueron 8 millones de sus compatriotas los que el 4 de septiembre de 2022 impidiesen que Boric y sus bandas pudiesen cumplir su programado proyecto de convertir al país en una dictadura marxista.

Con evidente desesperación, los comunicadores gobiernistas y del periodismo comprometido no cesan en discursear la “necesidad de moderación” y de “terminar con la polarización”. ¿Quién o quiénes llevaron al extremo al país? Los mismos que  ahora, ya rendidos, claman por diálogos, entendimiento y acuerdos. ¿Acaso Boric pidió un arreglo cuando se negó a sellar el proceso constitucional después del Rechazo del 4/S?

Es simplemente inaudito que haya quienes todavía estén dispuestos a entenderse con gente tan sinvergüenza como la del actual régimen. Los dos partidos ancla de La Moneda -el PC y el FA del Presidente- se negaron a votar en favor de normas claves de la Ley Anti Terrorista (¿?) y recién caducaron dos contratos millonarios - de 6 y 8 millones mensuales- de funcionarios del Comité Organizador de los Juegos Panamericanos...¡del año pasado! “Es que todavía hay cuentas por rendir” fue el intento por encubrir otro desfalco al dinero de todos los chilenos.

  Aunque más tarde que temprano es indispensable que la oposición asuma definiciones doctrinarias claras y potentes, y que se deshaga de los siempre tentados por un centrismo hace rato extinguido en el resto del mundo. Lo que la gente exige es la rápida salida del poder de esta peste, incluso con abusos contra las mujeres por parte de autoridades nacionales: ¡ya es más que suficiente el daño humano, social y económico causado al país! Son varios los alcaldes opositores recientemente asumidos que han encontrado municipalidades financieramente quebradas y súper plantas de funcionarios que apenas sabían leer.

La oposición, pero específicamente la derecha, debe tener el buen criterio de no referirse públicamente a sus planes ni menos aparecer confrontándose; con ello sólo alimenta la campaña en contra de su propia convivencia y desconcierta a sus adherentes.

Más clave todavía, la derecha debe seguir las aguas de la ciudadanía, la que exige confrontación; la gente es la que pide no darle sal ni agua a este régimen en retribución a su miserable gestión y que ha convertido al país en un paraíso del delito. Mientras Boric, el PC, el FA y el INDH continúen impidiendo que la delincuencia se combata, y a tiros, en las calles, la inseguridad continuará intacta, y el futuro Ministerio de Seguridad será sólo un pretexto para la campaña presidencial de la izquierda: el crimen no se extingue desde oficinas súper pobladas y muy bien pagadas.

Confrontación significa que “algo o alguien es capaz de provocar un enfrentamiento”, y esto ya lo hicieron 8 millones de chilenos, a quienes hay que escuchar y seguir.

Quienes no lo entiendan así, deben cruzar a otra vereda para darle el gusto al enemigo. Así como la izquierda no la tiene, porque no la ha tenido nunca, la derecha política debe hacer gala de una mínima dignidad que satisfaga y represente fielmente a sus millones de seguidores.

El Principito es una narración del escritor francés Antoine de Saint-Exupéry, y su historia se centra en un pequeño príncipe que recorre el universo y descubre lo que es la amistad, el amor y la dignidad. Para el autor, esta última consiste en “no ser reducido al vasallaje por la inmoralidad de otros”.

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