Por Raúl Pizarro Rivera


Un antiguo y potente clamor de los libertarios y demócratas de Chile pareció, al fin, ser escuchado por las cúpulas de la oposición, ello tras las elecciones comunales y regionales: se dio el vamos a un acuerdo, aunque de palabra, para definir como plebiscito a la segunda vuelta de los gobernadores.

En primera vuelta, la oposición conquistó cinco gobernaciones, y hay otra que está asegurada, la de Los Lagos, pues competirán dos del bloque.

El Presidente Gabriel Boric declaró que “el resultado no fue tan catastrófico para nosotros” y el titular del PPD comentó que “ahora que se niveló la cancha (¿?) no tiene sentido seguir adelante con acusaciones constitucionales”.

Para estas elecciones, la izquierda se aglutinó en un pacto cuyo nombre parece un sarcasmo: “Chile Mejor”. Si efectivamente así fuese, Boric no hubiera bajado a miserables 24 puntos de adhesión ni un 76% lo estaría responsabilizando del inédito escándalo en el Ministerio del Interior.

La derecha, en cambio, compitió fraccionada: ChileVamos por un lado, y Republicanos y Social Cristianos, cada uno por su cuenta. Entre todos los opositores le arrebataron 40 alcaldías al Gobierno y lo dejaron en minoría en concejales y CORES.

La segunda madre de todas las batallas -la primera fue la recuperación de la alcaldía de Santiago- será el último domingo de noviembre y tiene un poderoso componente adicional: los nombres en sí de los candidatos no tendrán gran incidencia en la decisión ciudadana, sino la preeminencia será ideológica y conceptual: ¿quiere o no potenciar a los chicos malos de La Moneda?

La primera gran señal para este entendimiento opositor fue la potencia con que los vecinos de la comuna capital rechazaron a Irací Haasler, un robot del PC que se ganó con inusitada facilidad el repudio ciudadano, lo que refleja que, como nunca, hoy es directamente la gente la que mueve la brújula electoral, por sobre discursos y campañas de los partidos.

Un triunfo en la segunda vuelta le pavimentaría a la derecha el camino hacia el sueño más añorado que se puede aguardar en política: controlar el Poder Ejecutivo y lograr la mayoría absoluta en el Congreso Nacional, ello en noviembre de 2025.

Esta asociación de intereses opositores fue facilitada por la brutal experiencia vivida por Marcela Cubillos Sigall. Nelson Mandela decía que “los auténticos líderes sólo ocupan la primera línea cuando hay peligro”, y fue ella, ex diputada y ministra UDI, quien enfrentó al ex Presidente, amigo de su marido, tras verlo doblegarse ante la izquierda, obligando a todos sus colaboradores a que votasen Apruebo en el plebiscito al que, forzadamente, convocó para una nueva Constitución. Cubillos le dijo “votaré Rechazo” y en el acto le entregó su renuncia a la cartera de Educación.

Tal actitud le valió obtener la primera mayoría nacional en la elección de consejeros para la Convención Constitucional y fue su casi solitaria y contundente campaña de denuncias respecto al contenido marxista del proyecto, lo que instó a 8 de 13 millones de votantes a rechazarlo.

Con ese tremendo capital, Cubillos se aprestó a conquistar el municipio de Las Condes, probablemente con primera mayoría nacional, lo que le abriría las puertas a las presidenciales y con un hándicap: al no ser militante estaba por sobre los partidos.

Pero todo se le desmoronó luego de un soplo proveniente de una universidad que la tenía contratada, y se acabó su proyecto, y, además, fue un alivio para Evelyn Matthei y para José Antonio Kast: se esfumó para ambos una sombra que no veían, pero sí sentían.

Entonces, ya con un panorama más claro, la oposición sólo tiene que aportar ciertos esfuerzos mínimos para evitar o, al menos amortiguar, los conflictos, tal como lo dice Manuel Castells, sociólogo español: “las diferencias son normales”, y para superarlas hay un solo diagnóstico: “no ignorar las motivaciones del otro ni convertir una diferencia en enfrentamiento”.

Arica, Atacama, Coquimbo, Valparaíso, Metropolitana, O'Higgins, Maule, Biobío, La Araucanía y Los Lagos son las gobernaciones que van a segunda vuelta, pero en esta última competirán Alejandro Santana (RN) y Claudia Reyes (Republicanos), por lo que está asegurada.

El secretario general de la UDI, Juan Antonio Coloma Alamos, explicó que “estamos convocando a dejar el sentido de establecer una marca para entender que lo fundamental es derrotar a un Gobierno que le ha hecho tanto daño a Chile”.

Uno de los respaldos que ya se hizo público es el del excandidato a gobernador por Valparaíso, Francesco Venezian (Republicanos), quien en un video acompañó a la abanderada de la UDI, María José Hoffmann, la que se enfrentará al gobiernista Rodrigo Mundaca. Evelyn Matthei (UDI), también anunció su respaldo a Francisco Orrego (RN) en la Metropolitana y al republicano Fernando Ugarte, en la Sexta Región.

En medio de este escenario, causó desconcierto la expresión del alcalde electo por Providencia, Jaime Bellolio (un UDI, pero piñerista sin retorno), quien aseveró que “la esperanza de la gente no será satisfecha nunca con un clima de polarización”, entendiéndose que él es parte de este acuerdo y responde a la mayoría ciudadana que rechaza al Gobierno, precisamente por estirar el elástico hasta casi cortarlo.

En este sentido, un gran ejemplo de correcta interpretación de la gente lo dio Mario Desbordes (RN), primero, al querellarse contra el poderoso y diabólico INDH y, ahora, al anunciar como alcalde electo de Santiago que “lo primero que haré, sí o sí, es echar a la directora del liceo Barros Arana por permitir el acopio de bombas Molotov”.

Éste es el camino que la mayoría ciudadana espera de la oposición en su conjunto: unión, coordinación y fortaleza para materializar el desalojo, ojalá para siempre, de esta banda de malhechores que han hecho vivir al país la peor experiencia de su historia.

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