Por Raúl Pizarro Rivera
Se trata, ésta, de una interrogante/duda permanente y enraizada en la mayoritaria ciudadanía anti Gobierno marxista, y ella a causa de la auto contenida oposición para actuar férrea y solidariamente como un solo cuerpo frente a un peligroso adversario, que, aunque ya fenecido, continúa procediendo impúdicamente con conductas escabrosas y delictuales, como la protagonizada por Interior, La Moneda, la PDI, el silencio del Ministerio de la Mujer, el ‘mujerismo’ callejero bueno para desnudarse hoy mudo y el ex subsecretario Manuel Monsalve, todo un insospechado violador.
Tal como ocurrió en 2022 con las Fundaciones creadas para robar dinero fiscal, en esta oportunidad La Moneda también quiso ocultar una violación, abuso de autoridad e incumplimiento de deberes, precisamente de personas y ministerios encargados de la seguridad pública. Para peor, todo ello agravado por una inentendible, descontrolada y hasta irrisoria conferencia de prensa del Presidente, en la que dio motivos suficientes para una fiscalización parlamentaria o, incluso, una acusación constitucional.
La percepción ciudadana democrática de que la oposición nunca ha apretado al adversario político por sus deshonestidades, en cierta medida obedece a una visión muy crítica de la gente sobre los partidos políticos. Sólo un 2% -la nada misma- los califica con buena nota.
Según un estudio de la Vanderblit University de Tennessee, la percepción ciudadana de la realidad de un país “es clave para mejorar la calidad de la política” e incidir, también, en las decisiones de las autoridades para reforzar sus propios derechos”.
Es la ciudadanía -dice el análisis- “el sustento absoluto” de la vivencia y desarrollo de un país, por lo cual, aunque más tarde que temprano, llega el día en que se empodera para hacer sentir su peso con fuerza, y “presionar para que se cumplan sus requerimientos”. Es lo que no acontece en Chile con la oposición: no presiona a su rival natural ni menos interpreta los anhelos de la mayoría de la gente.
“Sin partidos no existe democracia” es un dogma para la historia de la política, y ello es así, al comprobar que en todas las dictaduras marxistas existe uno solo, el comunista, el que designa a dedo a todas las autoridades del Estado. Según el estudio de la Vanderblit, los políticos “fracasan exclusivamente por insatisfacción de los ciudadanos”. Aunque una añosa investigación de la pionera en esta materia, Mainwaring & Scully, establece que los partidos cumplen una función de “agregar y canalizar los intereses y demandas ciudadanas”, al menos en Chile esto, lisa y llanamente, no ocurre con la oposición, y ello porque ésta no ha sabido leer el sentimiento de los auténticos demócratas.
Gracias a un hecho histórico, el país se polarizó cuando la izquierda en el poder intentó, vía Convención Constitucional, darle un zarpazo al sistema neoliberal y sustituirlo por uno marxista y, naturalmente, dictatorial. Ocho millones de ciudadanos -de 13 millones que votaron- rechazaron tal imposición, y a partir de esa fecha -4 de septiembre de 2022-, el país se parcializó. De un lado (35%), un marxismo derrotado pero incisivo para introducir cuñas totalitarias en la democracia, y del otro (un 65%), una mayoría declaradamente antidictatorial y adversaria del desastroso y pinganilla Gobierno de Gabriel Boric.
Aquél fue el primer episodio en que la oposición, o al menos gran parte de ella, desconoció la voluntad de una ciudadanía categóricamente anticomunista: dirigentes de RN, UDI y EVOPOLI se unieron a la imposición del Presidente de agregar otro proceso constitucional a uno legalmente finiquitado, con el objetivo de atenuar en algo la dolorosa derrota de la manipulada Convención.
Desde aquella fecha hasta hoy, el Gobierno ha incurrido en maniobras muy sucias y oscuras al esconder las sinvergüenzuras de los suyos, como millonarias defraudaciones al Fisco mediante Fundaciones creadas sólo para robar fondos públicos. Sin embargo, la oposición no asumió ninguna de éstas como bandera de lucha y su silencio le costó caro, luego, con el fuego descargado por la izquierda por los casos muy puntuales de Javier Macaya, Andrés Chadwick y Ángela Vivanco. Cuando la izquierda muerde, lo hace como perro que no suelta su presa, en tanto la oposición pica como canario.
Está por verse acaso la oposición logra ponerse de acuerdo para abordar y, luego, arrinconar al Gobierno por el caso Monsalve, un capítulo siniestro e imperdonable nacido y protegido sin éxito por el corazón de La Moneda.
La diversificación ideológica entre los opositores acerca de su real enemigo -el marxismo gobernante- es la gran causante de que el bloque no pueda interpretar los intereses y objetivos de la gente. Ante el anuncio de una acusación constitucional contra Boric, el diputado de EVOPOLI, Francisco Undurraga, reaccionó diciendo que “no se puede sacar por la vía legal a un Presidente electo por voluntad de la gente” (¿?). Hoy sólo un 6% de la población cree acertado el Golpe del 18/O, patrocinado, activado y frecuentemente evocado como amenaza vigente por el Mandatario.
La oposición, es cierto, habla, pero no actúa ni adopta una postura frontal anti-Gobierno. No lo hace porque en Chile, al revés de los estudios que hemos citado, prevalece la politiquería de lo pequeño y los partidos priorizan, siempre, los propios y hasta los más personales. En RN, por ejemplo, hay tendencias varias y hasta compromisos con un pasado reciente que dificultan un solo objetivo; la antes combativa UDI es hoy, si bien granítico, un partido que pisa con sigilo para no quebrarle los huevos a su precandidata presidencial y de EVOPOLI poco o nada se puede rescatar, dado que de derecha tiene poco o nada, y militantes han migrado a colectivos centristas, con muchos rasgos de centro/izquierda.
Muy poco hay que aguardar de una oposición que jamás ha percibido la amenaza marxista contra el país como un enemigo real y peligroso. Tampoco ha obligado al Gobierno a reestablecer la honradez y la decencia propias del poder: Chile es dirigido hoy por el más inepto e inescrupuloso Presidente de la historia.
Un dato más que revelador: justo un mes después de que el entonces subsecretario del Interior viajase a Caracas a firmar un convenio de “intercambio de información policial” con la dictadura chavista, fue secuestrado y asesinado en Santiago un teniente ® opositor a Maduro, quien, por legislación internacional, debía estar con protección policial permanente.
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