Por Raúl Pizarro Rivera
Científicos y astrónomos coinciden en que en la infinidad del universo podrían existir hasta 100 mil millones de galaxias. Nuestro planeta y quienes lo habitan comparten sólo una de ellas, pero dado el comportamiento de nuestros políticos y de sus partidos, pareciera que ellos viven en un polvo estelar diferente al de los chilenos comunes y corrientes.
El tradicionalismo político criollo, históricamente caracterizado por los tres tercios -derecha, centro e izquierda- se acabó con el retorno de la democracia, en 1990, por el surgimiento de dos fenómenos simultáneos: la multiplicación, con su respectivo chacreamiento, de partidos, partiditos, movimientos, grupos y grupillos y por el empoderamiento de la ciudadanía, la que, alejada de aquéllos, hizo y ha hecho sentir su voz con potencia y con independencia.
Tan grande es el desencuentro entre política y la ciudadanía que, por diez años consecutivos, el Congreso Nacional y los partidos son los peores evaluados por la gente en los periódicos ranking de evaluaciones de instituciones públicas: apenas un 2% los califica bien.
En la única encuesta creíble hecha periódicamente a nivel nacional, la del CEP, un 63% dice no pertenecer ni adherir a las ideas de algún partido político, o sea, 10.700.000 personas con derecho a voto, y, también, un 53% asegura no tener idea por quién votará en las elecciones de alcaldes y gobernadores.
Demoró la ciudadanía chilena en tomar razón de lo que en 1861 descubriera Abraham Lincoln, presidente de Estados Unidos: “hay momentos en la vida de todo político en que lo mejor que puede hacer es no despegar los labios”. Más temprano que tarde, la gente vivió en carne propia la aseveración hecha por William Mackenzie, un abogado norteamericano: “las promesas que hicieron ayer los políticos son los impuestos de hoy”.
De los 17 millones de chilenos con derecho a voto, sólo 420.000 son afiliados a algún partido, lo que refleja dramáticamente la casi nula representatividad de las colectividades, grandes, medianas o enanas. Éstas acuerdan, legislan e imponen sus criterios sobre una mayoría muy superior que, simplemente, no les cree.
Esta dicotomía se originó el 1 de octubre de 1986 con la promulgación de la ley Orgánica Constitucional que restableció el sistema de inscripción electoral, lo que se reforzó el 23 de marzo de 1987 con la Ley Orgánica Constitucional de los partidos políticos, restauraciones democráticas que provocaron una descontrolada ola por renacer, rearmar y crear agrupaciones y movimientos que no tardarían en subdividirse, fraccionarse, atomizarse y hasta en desaparecer.
Dejaron de existir dos gigantescos colectivos identificados con el centro/centro, el radicalismo y la democracia cristiana, porque el mapa de la clase media chilena perdió su histórica homogeneidad y acotado perfil. Hoy, la población revela sin complejos que sólo está en contra o en favor del Gobierno de turno. Carece de valoración cualquier intento de peso intermedio.
Hoy, un 54% de la ciudad asegura, así de claro, estar en contra del Gobierno y de su Presidente. El gran motivo para tan abultado rechazo es que el Mandatario y los partidos que lo apoyan se niegan a brindarle protección a la población, atacada día a día al interior de sus hogares y es testigo cotidiano de balaceras, homicidios, puñaladas y robos de vehículos hasta con lactantes en su interior.
El cabecilla de esta impunidad a los criminales, el PC, aboga en defensa de los derechos humanos de ellos, y las policías no los pueden enfrentar ni menos exterminar, como es el clamor de la comunidad, cuyo 52% está dispuesta, incluso, a perder cuotas de libertad individual a cambio de autoridades que les den garantías de paz.
Desentendiéndose de este sentir ciudadano, el Gobierno, sus ministros y sus partidos persisten en llegar a acuerdos con la oposición para aminorar la repulsa y el rechazo ciudadano, pero ninguna de estas ofertas de falso diálogo tiene vínculo alguno con las prioridades demandadas por la gente: su inseguridad y la falta de atención de salud, ésta con varios de sus centros hospitalarios sin fondos para su gestión hasta fin de año.
Ante una realidad tan escalofriante, que sólo merece la negación de la sal y el agua, subsisten personajes, que dicen ser de oposición, dispuestos a prestarse al engatusador juego de los acuerdos para, cándidamente, “distender la polarización”, ésta provocada única y exclusivamente por el rechazo ciudadano a la gestión presidencial.
En las últimas semanas, en lugar de lamentar la horripilante cadena de homicidios, la izquierda dedica todo su tiempo a atacar a un ex parlamentario y ex ministro, un cadáver político desde 2019, e inhabilitado por ella misma para ejercer cargos públicos. No obstante, persiste en sus denostaciones personales en la esperanza de algún rédito electoral. Con esa misma errónea motivación, ha extendido sus ataques al ‘piñerismo’, una pasajera y ya extinguida tendencia, aunque todavía con residuos en RN y EVOPOLI, que jamás se identificó con la genuina derecha por el personalismo y egolatría de su inspirador, y por la sangre DC que siempre corrió por las venas de éste.
Llega a ser ridícula la casi irracional conducta de la izquierda y del Gobierno en esta materia, porque su ofensiva es para esconder la gran cantidad de paja en sus propios ojos:
1.- Se halla en la cárcel la abogada bacheletista Leonarda Villalobos y su esposo, Luis Angulo, con arresto domiciliario total, ambos acusados de coimear a funcionarios del SII;
2.- Permanece con arresto total el ex alcalde comunista Daniel Jadue por defraudación;
3.- Irina Karamanos, ex pareja del Presidente, fue descubierta devolviendo fondos a la ex Fundación ProCultura -de un amigo de Boric-, la que tiene seis querellas en su contra por defraudación fiscal. El Mandatario la defendió, diciendo que allí tenía un empleo por $ 170 mil mensuales, siendo que eran $ 970 mil;
4-. La fiscal Lorena Parra, persecutora de Luis Hermosilla, apareció en los whatsapp de éste, pidiéndole a quien hoy acusa que la ayudase para ser Fiscal Oriente Metropolitana y, también, solicitándole auxilio de sus contactos para Marta Herrera, la candidata del Presidente para ser Fiscal Nacional;
5.- La jefa de Administración de La Moneda, Antonia Rozas, fue denunciada por la Asociación de Funcionarios de palacio de causar una severa crisis de salud al gasfiter del recinto por obligarlo, y sin descanso, a trabajar 18 horas consecutivas;
6.- La Contraloría General de la República ordenó a la ministra Antonia Orellana reponer en su cargo a Isabel Amor, quien, tras ejercer apenas por tres días como Secretaria Regional de la Mujer en Los Ríos, fue sacada por “ser hija de un acusado de torturas en 1973”, cuando ella ni siquiera había nacido; y
7.- La ex candidata a alcaldesa y frenteamplista Camila Polizzi continúa cumpliendo el fallo judicial de encierro total en su casa de Concepción por desfalco fiscal a través de una de las Fundaciones brujas. Desde su domicilio incrementa sus ingresos gracias a su bien rentado desnudismo en su sitio ‘para adultos’ de internet.
Sólo como recordatorio: de todos los imputados por robo a las arcas fiscales en las 15 Fundaciones inventadas para defraudar, sólo hay 4 autores privados de libertad. Tampoco se sabe de los $ 300 millones que recibió la Fundación de Michelle Bachelet de parte de la Gobernación del Bío Bío.
El escándalo de los desfalcos por convenios fraudulentos de funcionarios y políticos de Gobierno, estalló en mayo de 2022, y los millones fiscales hurtados nunca aparecieron, pese a la garantía de dos ministros de que en un plazo de 30 días estarían restituidos.
Pero nadie, ni siquiera de la oposición, intenta mantener en primer plano todo este escenario delictual. En cambio, recién en n noviembre de 2023 explosionó el ‘caso Hermosilla’ y cada día aparecen más y muy divulgados trapos sucios; los tribunales interrogan a los involucrados y la celeridad de la fiscalía es inusual para los acompasados tiempos de la Justicia chilena. Peor aún: antes de que el Ministerio Público lo hiciera, los contenidos del chat de Hermosilla ya estaban circulando y profusamente a través de un centro de investigaciones periodísticas, incondicionalmente afín a la izquierda.
Hoy, es el gran tema de preocupación nacional de los políticos, mientras en las calles los balazos y homicidios continúan a la orden del día. ¿Viven o no en otra galaxia?
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