Por Raúl Pizarro Rivera


Puntualmente, desde 1990 a la fecha, septiembre dejó de ser el popular y poco respetado ‘Mes de la Patria’, un combinado de guachaquera fiesta, de alza de precios, de viajes por doquier e inmensas pérdidas para el país por los cada vez más interminables días de pérdidas de productividad, única vía de progreso y modernidad de un país.

Pero esta fecha, donde por única vez se alude al huaso, a la cueca y flamea nuestra bandera, tiene un aditivo - ¿o aperitivo? - que enciende los ánimos, reaviva las pasiones y se repiten casi de memoria las falsedades de quienes, con odiosa persistencia, se han encargado de desfigurar la historia tal como fue y tal como, se supone, se debe contar: la del martes 11 de septiembre de 1973.

“Quizás, la más grande lección de la historia es que nadie aprendió las lecciones de la historia” escribió un novelista, ensayista y poeta inglés de la primera mitad del siglo XX, sin sospechar que le apuntaría medio a medio a un cáncer que se instaló en un sector inflexiblemente ideologizado de la sociedad chilena: se cumplieron 51 años de cuando fue derrocado un marxista y quien se jactó de “no ser Presidente de todos los chilenos”, sino sólo de “los trabajadores” y que, increíble pero fue así, resultó electo con la votación más minoritaria de los tiempos modernos, un 36% de los sufragios, un poco más de la aprobación popular que hoy tiene su gran admirador Gabriel Boric.

A raíz del paso de los años, que, supuestamente todo lo olvidan, por siglos se ha acuñado una frase tremendamente explicativa y aclaratoria que dice que "el tiempo no borra, sino ubica", y es éste el perenne error en que ha vivido la izquierda chilena, y eso porque se quedó pegada en la distorsión que ella misma se encargó de hacer de la historia de Chile. Esa distorsión, en su momento, ahora y quizás por cuánto más, le impide situarse en el lugar correcto.

Cada septiembre, el extremismo antidemocrático se auto atribuye una condición de mártir, exige que le pidan perdón, eleva a la condición de mártires a grandes responsables de lo ocurrido en aquella fecha y repite los eslogan de una historia malévolamente alterada, al punto que el 85% de los estudiantes de Educación Media ignora qué fue la Unidad Popular y qué pasó durante su Gobierno, porque en los textos de enseñanza simplemente fueron eliminadas sus fechorías ante el peligro de que se conociesen.

En la ‘celebración’ de este año, aunque cada vez más reducida, la Ministra del Interior, apenas una niña de ¡9 años! en 1973, contó que “le pedí a mi ‘tío’ Orlando (Letelier) que me narrase en detalles las atrocidades del Golpe” y definió a Carlos Prats González como “un gran defensor de la Constitución”, siendo que el entonces CEJ del Ejército pertenecía a una institución “no deliberante”, la que mancilló automáticamente al aceptar el ofrecimiento de Allende de asumir como Vicepresidente de la República y, para peor, de un régimen marxista.

Gabriel Boric, a su vez, aprovechó la oportunidad para dar la condición de héroe al entonces exiliado en Roma, Bernardo Leighton, para, así, afirmar la lealtad de la DC en vísperas de las trascendentales elecciones municipales y de gobernadores.

Como si se tratase de una sede partidista, la izquierda ha transformado a La Moneda en un memorial de sus “mártires del once” y cada lapso en que le toca ocupar el recinto, le agrega más memoriales de quienes, según ella, marcaron la pérdida de la democracia en el país. Para Boric, el Golpe fue “una afrenta a la dignidad de todos los chilenos”, ignorando que un 80% de la ciudadanía salía periódicamente a las calles con cacerolas vacías por la inexistencia de alimentos y para pedirle a gritos a Allende que se marchase.

Es sugerente que el actual Mandatario incluya como víctimas a todos los ciudadanos, siendo que su propio ídolo de antaño lo dijo una y otra vez que él sólo era Presidente de la clase trabajadora, a la misma que le prometió dotarla de armas para que, llegado el momento, lo defendiese. Y lo cumplió: todos los cinturones industriales del Gran Santiago fueron ‘nacionalizados’ -expropiados sin pago de indemnización- para transformarlos en acopio de armas provenientes de Cuba y de entrenamiento militar de “mis trabajadores”.

En su afiebrado afán por perpetuar el desencuentro, Boric llegó al remozado Parque Estadio Nacional, ahora pletórico de curiosos niños visitantes, para inaugurar “las rutas de la tortura”, ello según él, “para que nadie quien venga olvide que éste fue un centro de castigo y hasta de asesinatos”.

El Camino de la Memoria considera seis estaciones de descanso con pérgola sombreada, asientos y un memorial alusivo “a las víctimas del 11”… Aprovechó de transmitir su inquietud para que el Congreso Nacional le apruebe el ítem presupuestario presentado por la Subsecretaría de Derechos Humanos para construir más “sitios memoriales históricos”…

Al reescribir tramposamente la historia nacional, la izquierda intenta hacer creer que nunca antes y nunca después el país había vivido una dictadura. “Permanentemente hay que estar recordando lo sucedido para que nunca más vuelva a pasar” dijo Boric, ignorando -para variar- que sí la hubo con Carlos Ibáñez del Campo, entre 1027 y 1931, y estuvo a punto de caer en ella con el ‘octubrazo’ de 2019 que estuvo a dos horas de derrocar al (ex) Presidente Piñera y, también, con el proyecto marxista/totalitario de la Convención Constitucional, manejado por el PC.

La primera intentona de tomarse La Moneda la desbarató solitariamente el heroico personal de Carabineros y la segunda, vía proyecto constitucional, la aplastó con su voto la ciudadanía. Para ambos históricos episodios no hay memoriales, recuerdos ni siquiera alusiones.

Esta izquierda fraudulenta se ha adueñado de septiembre, al punto de aprovecharse y apropiarse de, al menos, dos Premios Nacionales, los que anualmente otorga el Ministerio de Educación, hoy en manos del comunismo. Solidariamente entregó el de Música y el de Literatura, a antiguos militantes de su partido. Uno de ellos fue para el ex árbitro de boxeo, el ‘tío Valentín’ Trujillo (93), no un compositor -como es lo tradicional-, sino un simple y versátil pianista de música popular que en seis oportunidades había fracasado su postulación. La otra beneficiada por el MINEDUC, Elvira Hernández (73), es conocida como la poetisa del pueblo, y puso énfasis en la coincidencia que hace 51 años recibió tal distinción Gabriela Mistral y “ahora justo me lo otorgan en el aniversario 51 del año fatal”… (1973). Su primer trabajo fue una oda a la primera toma de terrenos y que dio origen a la Población La Bandera.

Para reforzar su potente injerencia política, el PC le encomendó a su ministro de Educación que ordenara a los 10 liceos emblemáticos de Santiago que el 11 no tuviesen clases: así todos quedaron libres para participar en las “actividades” recordatorias programadas. Previamente, el MINEDUC distribuyó en todos los colegios un instructivo titulado El Mes de la Memoria (ni perdón ni olvido).

Como cada 11 de septiembre, éste también tuvo su guinda en la torta. Por la noche, algunos barrios periféricos del Gran Santiago se vistieron de gala para recibir a las oleadas de delincuentes y malandrines, ninguno de ellos con vivencias durante la Unidad Popular. Se enfrentaron a Carabineros a balazos, con bombas Molotov, piedrazos, ataques a Comisarías, completados con saqueos a supermercados y destrucción de mobiliario público. Se trata de las renovadas fuerzas de la izquierda y que tienen en vilo al país por sus niveles de violencia y criminalidad.

Como nunca antes, este 11 de septiembre, Interior dispuso un gigantesco contingente de carabineros para atenuar el impacto negativo que el crimen organizado le origina al Gobierno. Once mil efectivos en todo el país y 3 mil en la Región Metropolitana fueron apostados para encarar la lucha política originada por estas hordas apadrinadas por el INDH.

Tal cantidad de policías nunca la han visto modestos habitantes de comunas populares que son asoladas sin piedad por encerronas y turbazos.

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