Por Raúl Pizarro Rivera
Doña Michelle, la ex ‘Mamá de Chile’ y hoy simplemente ‘Abuela de Chile’, fue elegida por Gabriel Boric para que reactivase el apoyo popular a su gestión -lo que no consiguió- y, más recientemente, le pidió que tuviera encuentros y se fotografiase con los candidatos a alcaldes y concejales de la izquierda para que -se dijo públicamente- “los entrenase para la larga campaña electoral que está en marcha para las elecciones del 26 y 27 de octubre.
El 2021, en plena campaña presidencial, Boric vociferó que con la (ex) Concertación “se perdieron 30 años de cambios sociales profundos”, insinuando que, poco menos, dicho conglomerado “traicionó al pueblo”. En ese lapso, su ahora ‘amigui’ Michelle fue Presidenta de la República en dos oportunidades. El rol de ella con los candidatos progresistas es más de adoctrinamiento que de entrenamiento.
Adoctrinar es, resumidamente, “inculcar una idea”, en tanto entrenar es “animar a alguien a superar su rendimiento”. A propósito, este último concepto es muy válido y oportuno, específicamente, para quienes se repostulan, porque la gestión municipal del último período, en general, ha sido desastrosa.
Dada la tirante situación del país, en particular la polarización ideológica y la confrontación entre demócratas y totalitarios, los comicios venideros superan, por lejos, la simple elección de alcaldes y gobernadores. El recordado novelista argelino/francés Albert Camus distinguía entre rebeldes y revolucionarios: los primeros -según él- son quienes “luchan contra las injusticias, pero con respeto hacia los demás, en cambio los otros dicen hacer lo mismo, pero vulnerando los derechos de los otros”.
Las municipalidades, en rigor, son agentes muy parciales, aunque importantes, del devenir de la comunidad, ya que sus prestaciones de servicios se remiten a temáticas muy definidas, como la salud -los CESFAM-, la educación gratuita -aún administrada por los municipios-, la mantención urbana, los auxilios en casos de emergencias y, últimamente, la protección vecinal, la que se ha transformado en una urgente necesidad cada vez más indispensable y demandada por la gente, ante la inacción del Gobierno en esta materia.
A mediados de 2023, el propio Boric se alarmó y alertó a los suyos por una información inquietante para la izquierda: un 22% de la población estaba dispuesta a “sacrificar cuotas de democracia” a cambio de que se le garantizase su seguridad. Ahora, tras un reciente sondeo, un 53% de chilenos piden a gritos un “Gobierno autoritario”. Sin embargo, el Gobierno se atrinchera en su postura de perseverar en sus planes de “perseguir la delincuencia”, para lo cual, según el intocable ministro de Vivienda, Carlos Montes, “se necesitan muchas cárceles en el país”…
A buen entendedor, pocas palabras: habrá que esperar hasta marzo del 2026 para que, al fin, se combata con balas a la delincuencia y se la extinga en todos sus niveles.
Esta realidad es la que ha volcado todos los sondeos en contra del Gobierno, y en sectores de izquierda se comenta, hasta públicamente, la factibilidad de que pasen a segunda vuelta de la elección presidencial 2025 dos candidatos opositores. Ante esa eventualidad trascendió que la orden a los partidos del progresismo será bloquear, a cualquier precio, la opción de Republicanos de llegar al poder. Es en esta perspectiva que la ‘entrenadora’ Bachelet está trabajando con los candidatos de la izquierda, para que tengan, todos, un idéntico discurso ideológico y sin fuego amigo.
El primer rol de Bachelet, según el director de su propia Fundación Horizonte Ciudadano, es unir a los tres bloques integrantes de la lista increíblemente llamada ‘Chile Mejor’, esto es, PC/FA, Socialismo Democrático y los restos de la antigua DC.
Doña Michelle tiene la misión de lograr lo que Boric no ha podido: que el resto acepte al comunismo en el mismo saco. Siendo ella una socialista militante desde su adolescencia, siempre ha sido acogida fraternalmente por el PC, ello gracias al marxismo profesado por su fallecida madre, Ángela Jeria. Los PS que se exiliaron en 1973 en la Alemania del dictador Erich Honecker fueron obligados a marcharse, en cambio los PC recibieron un trato muy cordial, entre ellos la viuda del general FACh y su hija, entonces universitaria.
Al asumir para su segundo período presidencial, Bachelet Jeria afirmó que “vengo a completar la obra inconclusa de Salvador Allende” y fue ella quien puso como condición para aceptar su candidatura que se integrase al pacto el PC. En la intimidad de su Fundación, que sigue bajo investigación por desfalco en el “Caso Lencería” en la Gobernación del Bío Bío, ella ha comentado, y no en pocas oportunidades, que “tal como lo intentó hacer Salvador Allende, los cambios profundos y estructurales son posibles en democracia”. La vía chilena al socialismo de Allende demostró lo contrario: para concretar su objetivo destrozó a la democracia. Boric prometió hacer lo mismo vía Convención Constitucional, y esta vez fue la mismísima ciudadanía la que lo impidió en aquel histórico 4 de septiembre de 2022.
Los totalitarios, por convicción y adoctrinamiento, no pueden desenvolverse en el marco de una democracia, pues su propio sistema es incompatible con otro de muy distinta naturaleza. La propia Michelle Bachelet probó suerte con cambios estructurales, como los de Allende y de Boric, y también le fue mal. Intentó una Reforma Tributaria y se la arruinó su ministro de Hacienda, Alberto Arenas, que envió un proyecto al Congreso Nacional de sólo 50 líneas de texto; se empeñó en una Reforma a la Salud y fue con ella que se dispararon las listas de espera; hizo una Reforma Educacional, cuyo alto precio lo están pagando hoy los estudiantes que, incluso, se quedan sin matrículas, y armó un equipo para su Reforma Previsional, la que -poco menos- concluyó que la única alternativa para estatizar las pensiones era darles un manotazo. Como si ello fuera poco, dio inicio a una Reforma Constitucional, mediante conversatorios de Juntas de Vecinos, todas de color conocido.
Resulta tan precaria la realidad de la izquierda gobernante que algunos continúan insinuando que, al menos hasta ahora, es doña Michelle su única alternativa presidencial, pero más por ausencia de eventuales candidatos impolutos y con aptitudes superiores a los de ella.
En su segunda administración fue una gran incentivadora de la corrupción fiscal y, por ello, debió sacrificar su férrea amistad con su ministro del Interior Rodrigo Peñailillo, quien emitió boletas falsas para recaudar fondos para la campaña presidencial de ella. Designó a un ministro -Jorge Inzunza- que debió renunciar a los 21 días por conflicto de intereses; dio personales instrucciones al SII para querellarse o no por aportes monetarios indebidos a la política, excluyendo de la nómina a personas relevantes de su sector; nombró a su hijo Sebastián Dávalos a cargo de Organizaciones Sociales de La Moneda y fue su propia nuera, Natalia Compagnon, la que le llevó hasta Caburgua la revista Qué Pasa con los detalles de su escándalo por especulación inmobiliaria. En eso fue honesta: le contó al país que “me informé por la prensa”.
La única que corrió en su auxilio en tan descarado artilugio fue su fiel jefa de Gabinete, Ana Lya Uriarte, la misma que ahora aparece en los WhatsApp del móvil de Luis Hermosilla, solicitándole que una pareja de la ex esposa de su hijo se desista de una querella en su contra por $ 2.000 millones.
Pese a las charlas motivacionales e ideológicas de Bachelet a los candidatos municipales, ellas se estrellan indefectiblemente con la dura realidad. Lo que estará en disputa los días 26 y 27 de octubre son sistemas de Gobierno, visiones de país, manejos de crisis y, sobre todo, capacidades de gestión.
Un modo simple de dejar en evidencias tales diferencias son las comparaciones entre un sistema de fundamentos y objetivos democráticos -como el anterior- y otro, como el actual, de fines drásticamente revolucionarios, según Camus, “sin respeto hacia los demás”.
Para el paralelo entre ambos, elegimos el último año normal de la administración anterior, el 2018, sin daños ni efectos originados por el ‘Estallido Delictual’ y por la pandemia del covid, y el 2023, un año completo, y también sin los sobresaltos por el adverso resultado de la Convención Constitucional. Se escogieron parámetros básicos, pero tremendamente significativos para la ciudadanía, y los datos hablan por sí solos.
2018 2023
Empleos Informales 1.900.000 2.400.000
Empleados Públicos 810.000 1.115.000
Inmigrantes ilegales 105.000 1.500.000
IPC anual 2.6% 7.6%
Homicidios 825 1.248
Bandas criminales 0 14
Estos antecedentes, expresados sumariamente, explican el acelerado empeoramiento de Chile como país desde la llegada del actual régimen extremista/progresista y refundacional.
Ni la ex Mandataria, cuestionada como nadie, ni ningún otro que asuma labores de consejero electoral de ‘Chile Mejor’, puede y podrá abstraerse de la tremenda marea que tienen en contra: las cifras de su miserable gestión.
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