Por Raúl Pizarro Rivera


Thomas Hobbes, filósofo inglés, escribió que “el mundo y yo nacimos geniales”, ello en alusión a los habitantes de este planeta que han hecho, y hacen, de la terquedad una conducta de vida. Tal definición calza como anillo al dedo a la señora Jeannette Jara Román (50), la ministra del Trabajo y Previsión desde marzo de 2022, y que ha hecho hasta lo imposible para materializar lo que su partido, el comunista, quiere imponer al mundo laboral, entendiendo a este como un rebaño de esclavos que, les guste o no, deben bajar la cabeza.

Nacida, criada y hoy residente en Conchalí, su vecindario se refiere a ella como la “gorrión” en referencia y recuerdo del fallecido, popular e inolvidable hijo ilustre de dicha comuna, Zalo Reyes. En el caso de ella, empero, su apodo resulta insultante para un pajarillo que es el ave más extendida en el orbe y la más adaptable a cualquier exigencia y circunstancia de vida.

Es una de las ministras más duras del Gabinete. El hecho de haber nacido y sido criada en El Cortijo, una de las poblaciones más ‘duras’ y populares de Conchalí, le dio la “choreza” con la que anda por la vida y con la que ejerce el cargo. Con el mayor desenfado, actúa más como militante comunista disciplinada que como Secretaria de Estado. Mientras su jefe tiende redes con el ámbito empresarial, ella sólo hace acuerdos con la CUT, también en manos del PC, y que, apenas, representa al 15% del mundo laboral.

El Cortijo, donde vive Jeannette Jara, es producto de una toma de terreno al norte de la Región Metropolitana. Dicha apropiación indebida se produjo el 24 de agosto de 1970, a pocos días de la elección de Salvador Allende, en un acto considerado de “advertencia” para el conservadurismo que estaba detrás del candidato Jorge Alessandri Rodríguez.

El triunfo electoral de la “Vía chilena al Socialismo”, favoreció una veloz proliferación de “operaciones sitio”, denominadas así, incentivadas y organizadas por el nuevo Gobierno. Se expandieron por ciudades y campos invasiones de terrenos, muchos con sus propietarios en su interior. Sólo en Santiago, en los últimos tres meses de 1970, se produjeron 103 usurpaciones y 220 a nivel nacional.

El llamado Movimiento de Pobladores, nacido en 1957 a raíz de la toma conocida como La Victoria, con el triunfo de Allende llegó a su mayor volumen y dinamismo con “expropiaciones a la chilena”: despojo sin pago de indemnización alguna. Por su organización, dinámica y accionar violento, esta agrupación de ‘pobladores en toma’ se movilizaba más que la tradicional ‘clase obrera’ de entonces, y fue sólo comparable con el violento campesinado en rebeldía, que multiplicaba las usurpaciones de fundos para acelerar el proceso de la Reforma Agraria.

De ese mundo de valentones bandidos amparados por “su” Gobierno (“será malo, pero es el nuestro” solían justificarse), proviene la ministra Jara. En la USACH estudió Administración Pública y, luego, Derecho en la Universidad Central, hoy casa de acogida de docentes extremistas marchados voluntariamente desde la Universidad de Chile. Fue, además, contralora, docente y jefa de carrera en la Universidad Academia de Humanismo Cristiano, uno de los brazos armados del extremismo estudiantil: fueron sus alumnos los que atacaron a bombazos un cuartel de la PDI.

Luego de egresar de la USACH, su partido le pidió que se mantuviera como presidenta de la Federación de Estudiantes, siendo que por estatutos se trata de un cargo exclusivo para un alumno con matrícula.

En 1989 comenzó su formación política, al incorporarse al PC, llegando a formar parte de su Comité Central. Fue funcionaria y dirigente sindical del SII. Durante la segunda administración de Michelle Bachelet, fue designada jefa de gabinete de la Subsecretaría de Previsión Social a cargo de su camarada Julia Urquieta y, posteriormente, en Desarrollo Social, cuyo titular era su también camarada Marcos Barraza, hoy el alcalde en las sombras de Santiago.

En aquellos años se produjo su primera injerencia en uno de sus temas predilectos: las reformas a las pensiones. Por ello, se involucró en la Comisión Bravo -conocida así por su presidente David Bravo-, convocada por la entonces Mandataria. Una de sus conclusiones fue el sueño comunista: el término de las AFP’s. Como no fructificase ello, fue la primera vez que a nivel gubernamental se habló de “un manotazo” a los ahorros previsionales.

En las elecciones municipales de 2021, compitió por la alcaldía de Conchalí, sin resultar electa, siendo derrotada por René de la Vega. Desde julio de 2021 hasta marzo de 2022 se desempeñó como administradora municipal de Santiago, con la alcaldesa, también comunista, Irací Hassler.

Aún no recuperada del shock que le produjo el acuerdo de la Cámara de Diputados de, ni siquiera, no legislar sobre su Reforma Tributaria (2023), ahora, día a día, presiona para que los parlamentarios pongan en tabla su Reforma Previsional, estancada ya por meses, dado que ella rehúsa que el 6% adicional de aporte patronal al ahorro de los trabajadores sea íntegramente para ellos, su fin natural.

Su porfiada propuesta inicial fue que, íntegramente, ese porcentaje fuese al fondo fiscal (¡¡!!) El nulo destino de su obsesión lo reflejó ella misma, al anunciar que para Fiestas Patrias -un mes antes de las elecciones- un sector de beneficiados con la PGU recibirá un bono de $21 mil. Un premio de consuelo, aunque segregatorio.

En la Comisión de Trabajo del Senado, en dos oportunidades su presidente, Juan Antonio Coloma Correa, debió ‘pararle el carro’: “ministra, le pido que me deje hablar” y “el que pone los plazos aquí soy yo y no usted”. Jamás ha flexibilizado sus posturas, siguiendo la inflexibilidad de su partido.

Fue el motor de una última jugada electoralista del Gobierno, al dejar para septiembre -un mes antes de las elecciones- un populista proyecto de “más impuestos a los ricos”, entre los que se incluye a diversos niveles de profesionales. Tal recarga tributaria se insertó en el proyecto de la Convención Constitucional y en su fallida reforma.

El recién designado Director del SII, Javier Etcheberry, acaba de darle un mazazo en la cabeza, al asegurar que “prefiero que se extermine a la evasión antes de aumentar los impuestos”, siendo Jara la única que no ha comentado tal reflexión, la que fue, aprobada, incluso por el ministro de Hacienda, Mario Marcel.

Su obsesión por hacer prevalecer las posturas del PC por sobre las del Gobierno, la indujo a armar un triángulo con su colega De la Mujer, Antonia Orellana, y Michelle Bachelet, para empujar “a la brevedad” una ley que obligue a las patronales a igualar los salarios de las trabajadoras con los del mundo laboral masculino. Como fundamento de tal propósito, Jara proclamó que prácticamente está todo listo, “porque la CUT se halla de acuerdo”, como si la multigremial fuese la única y más potente voz en el ámbito laboral del país.

Se calcula que en Chile hay 9.00.000 de personas trabajando, en tanto, de ese número, la CUT tiene 27.890 afiliados. Ésta es una prueba de la tremenda terquedad de esta ministra, que, entre muchas otras refriegas en que se involucra, defendió a brazo partido el fin de las ISAPRES para que toda la población fuese atendida por FONASA. Días atrás se conoció que el MINSAL transfirió a clínicas privadas más de $ 2 mil millones para que ayuden a descongestionar, en 255 mil pacientes, las listas de espera.

Aparte de intolerante, la ministra Jara es insensible a la triste realidad que vive su peculiar progresismo.

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