Por Raúl Pizarro Rivera
Cuando Javier Milei, Presidente de Argentina se refirió, a través de la cadena CNN, a su colega colombiano Gustavo Petro, en los siguientes términos: “¡que se puede esperar de un comunista que fue un asesino terrorista!”. Ante ello, la Cancillería de este país llamó a consultas a su embajador en Buenos Aires y anunció que expulsaría a los funcionarios argentinos a cargo de la embajada.
"Las expresiones del Presidente argentino han deteriorado la confianza de nuestra nación, además de ofender la dignidad del Presidente Petro, quien fue elegido de manera democrática", consignó un documento oficial del Ministerio de Relaciones Exteriores.
Pero igual, los vínculos diplomáticos entre ambas naciones se mantuvieron, y se mantienen.
Barack Obama, siendo Presidente de Estados Unidos, en la víspera de viajar a una Cumbre Asiática, se informó del calificativo de “hijo de p…” por parte del entonces Presidente de Filipinas, Rodrigo Duterte, y de su advertencia que en el encuentro que tendrían “nos revolcaremos como cerdos en el lodo”, de inmediato canceló su programada cita bilateral con su colega.
Ni siquiera hubo un amago de ruptura de relaciones entre ambos países por el episodio.
Mundialmente, se conoce como vínculo diplomático entre países a la “institución secular mantenida entre dos Estados, y ello sobre la base del consentimiento mutuo, con las finalidades de representación, protección de intereses, negociación, información y fomento de la cooperación entre el sujeto acreditante y el sujeto receptor”.
Fruto de los tan recientes como impactantes, y despiadados, ataques de funcionarios de la dictadura de Venezuela en contra de Chile, de sus instituciones y severamente insultantes contra el Presidente Gabriel Boric, definido como “un tonto”, cuesta entender que dicha definición universal no calce para los vínculos entre Chile y Venezuela.
Nada más distante de la teoría diplomática que los dichos de Nicolás Maduro, del ex Vicepresidente de la dictadura y del Fiscal Nacional de esa nación en cuanto a que nuestro Ministerio Público es manejado directamente por el Gobierno, que fueron agentes secretos chilenos quienes asesinaron a su compatriota Ronald Ojeda y que el Presidente Boric “es un tonto y vago”.
El Todas las Constituciones democráticas enaltecen la figura de un Presidente de la República, porque -guste o no- “simboliza y representa los intereses permanentes del país”.
Aferrada a esta definición, la ciudadanía hubiese aguardado de su Jefe de Estado algún tipo de reacción, una pizca de conmoción o siquiera un ademán de incomodidad, pero simplemente guardó silencio ante la andanada de descalificadores en contra del país y en contra suya. El fiscal nacional, Tarek William Saab, dijo que el secuestro, la tortura y crimen del ex militar venezolano Ronald Ojeda en San Bernardo para luego enterrarlo en Los Cerrillos, fue “obra de agentes chilenos”, y ello para entorpecer “las buenas relaciones entre ambos países”.
Ojeda huyó de una cárcel Ramo Verde, exclusiva para presos políticos, estuvo un año en Perú y siguió a Chile, huyendo de la “persecución bolivariana”. Desde 2018 residía en nuestro país e incluso hizo una protesta frente a La Moneda para visibilizar lo horrible de la dictadura chavista. Recién en diciembre del 2023, Interior le concedió la condición de refugiado y sólo dos meses después fue secuestrado y asesinado. Ex compañeros de fila suyo le advirtieron que tuviese cuidado “porque te andan buscando”: el propio fiscal Tarek -que culpa a agentes chilenos de su asesinato-, firmó la orden de captura internacional en su contra.
Tras las confesiones del único detenido por el rapto y crimen del refugiado político, el Ministerio Público recopiló suficientes antecedentes para probar que los autores fueron dos sicarios de Maduro, enviados a Chile para silenciar a un líder de la oposición en su contra en el exterior. Incluso, está involucrado en el secuestro y muerte de Ojeda el brutal asesino del teniente de Carabineros Emmanuel Sánchez, en Quinta Normal, a quien abatió con 21 tiros que dieron en diferentes partes de su cuerpo.
Éste, Dayonis Orozco, en su inadvertida huida desde Santiago hacia Venezuela, fue capturado por INTERPOL en Colombia, y su comunista Presidente, Gustavo Petro, se comprometió públicamente a remitirlo a Chile para que se le juzgue, pero de ello nunca más se habló.
El Fiscal venezolano insistió en que “no tenemos la menor idea de quiénes pudieron ser los autores”, pero, curiosamente, advirtió que sus policías los están buscando y “de llegar a encontrarlos” van a ser enjuiciados en Caracas y no extraditados a Chile.
Pese a reiterar que no tiene conocimiento de quiénes se trata, reveló que “uno de ellos no está en Venezuela” (¿?).
Diosdado Cabello, ex vicepresidente, actual diputado y hoy el segundo a bordo en la dictadura, manifestó que “Chile está muy mal como país gracias a su Presidente” y no dudó en calificarlo de “vago y tonto”, atribuyéndole la “mala situación” del país a su pobre gestión.
Este tipo de críticas, pero a nivel local, Boric se las responde casi a diario a sus opositores y al mundo financiero y empresarial que le enrostra su responsabilidad. Pero en cuanto a los ataques provenientes de Venezuela, guarda silencio, los omite.
La literatura universal consigna que “el silencio puede significar muchas cosas en las relaciones interpersonales. Es ambiguo, puede expresar muchas emociones diferentes, desde alegría, felicidad, pena, vergüenza hasta ira, negación, miedo y retirada de aceptación”.
Frente al sobrepaso de la frontera fueguina para instalar módulos solares, Boric comentó que “reaccionamos con prontitud y fuerza para que los retirasen”, pero ante los insultos venezolanos se ha negado a referirse y, menos, a actuar.
Acosados por la pasividad del Ejecutivo ante las descalificaciones chavistas, tanto la ministra del Interior, Carolina Tohá, como su Subsecretario Manuel Monsalve, explicaron que “si se rompen relaciones, cuando cumplan su condena los delincuentes venezolanos actualmente en prisión tendrán que quedarse acá y no podrían ser expulsados” (¡¡!!)
Tan pobrísima excusa no resiste una mínima credibilidad, ya que, existiendo, como hoy, vínculos diplomáticos con Venezuela, hay 20 mil de sus ciudadanos ilegales en Chile con órdenes judiciales de deportación, pero no se les ha podido enviar de retorno a su país, primero, porque a decir de Tohá, “nadie sabe dónde están”, y, segundo, porque Maduro se niega a recibir aviones chilenos con compatriotas suyos repatriados.
La generalidad de las causas por las cuales los gobernantes se dicen de todo, pero sin cortar relaciones, es la chequera fiscal: un mundo comercialmente tan interactivo no se permite el aislamiento. No obstante, éste no es el caso de Chile y Venezuela, reducido casi a cero su intercambio de todo tipo. Sólo con vínculos consulares y sin embajadores desde 1978, la entrada y salida de mercaderías bolivianas desde y hacia Arica, Iquique y Antofagasta, goza de fluidez. ¿Por qué, entonces, el Presidente le agacha la cabeza a la dictadura venezolana no existiendo, ni siquiera, intercambio comercial? Conscientes de que cuesta darle algún sentido e incluso entenderla, ésta es, textual, su respuesta: “en política internacional, la regla general es que es indeseable romper relaciones por muchas diferencias que uno tenga con otros países. La manera de solucionar los problemas es conversando, no dejando de conversar. Yo he visto muchas bravatas en política internacional, pero de lo que me he dado cuenta es que funciona cuando hay trabajo serio, sostenido en el tiempo y no tanta declaración rimbombante”.
El chavismo y el NarcoEstado venezolano en su conjunto han sido persevantes críticos de Boric y de su gestión, ello desde el momento en que él se negó, o no pudo, desconocer la derrota de la Convención Constitucional, el 4 de septiembre de 2022. “Debió haber hecho la revolución sí o sí” comentó Maduro en su canal oficial de TV, reprochándole todo el “trabajo perdido” desde que se acordó, en Caracas, el Golpe de Estado de 2019. “No es suficiente amenazar con extinguir el modelo neoliberal, sino debió hacerlo”. Aparte de ello, la cúpula de la dictadura fue muy ácida con él a raíz de hacer guardia de honor y rendirle homenajes a Sebastián Piñera, asumido por el tirano como su enemigo número 1, y transmitió reclamos, vía PC, porque Boric critica los derechos humanos en su país y los omite al referirse a Cuba. Igualmente, molesto se halla el dictador por las censuras del Presidente chileno al opresor nicaragüense Daniel Ortega.
Si bien la dirigida y planeada invasión a Chile de inmigrantes ilegales Maduro la planeó para “reventarle” la economía a Piñera (se inició masivamente el 2019), terminó acentuándola en contra de su mellizo ideológico, a fines del 2022, en venganza por su incapacidad de haber hecho la revolución, tal cual se comprometió.
En un principio, algunos interpretaron que la andanada de insultos venezolanos en contra de Boric fue fríamente planificada para victimizar su imagen en sensibles tiempos electorales. Incluso, tras dicho capítulo, subió inéditos 6 puntos en la encuestadora oficial del Gobierno, pero volvió a desplomarse, ello tras el bochornoso espectáculo dado por EFE, tras la mortal colisión de dos convoyes en San Bernardo, y por la indignación pública que originó un reportaje televisivo con un registro de un aviador de CONAF que ¡con cuatro horas de anticipación! grabó el avance del devastador incendio del 2 de febrero, y todo ello sin la menor información de sus superiores, y menos de SENAPRED.
CONAF paga $ 1.800 millones a 33 asesores, todos militantes del Partido Regionalista Verde, el mismo que presentó el proyecto para crear el Día Nacional del Vino Pajarete.
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