Por Raúl Pizarro Rivera


Doris González, en el éxtasis de su fervor ideológico, se levantó de su asiento para, emocionada, fotografiarse con Nicolás Maduro, luego de tratarlo de “padre de la Patria Grande”. La escena ocurrió en Caracas durante una asamblea de “los revolucionarios de América”, en la cual se intentó sellar el futuro de Chile: un Golpe político dado por las “organizaciones sociales” de nuestro país.

Fue en ese contexto cuando el extremismo local, con la ayuda de “los padres venezolanos y cubanos”, según González, programó para el 18 de octubre de 2019 la caída del entonces, y democrático, Presidente de Chile. La revuelta fue maquillada con el mote de “estallido” para graficar un “descontento general de la población”. El encuentro ideológico -ya es historia vieja- fue con la presencia exclusiva del comunismo latinoamericano, a excepción de delegados del Frente Amplio chileno, entre quienes se encontraba Doris González, una violentista dirigente poblacional, líder de todas las agrupaciones “Sin Casa”.

“En Chile tenemos la base para la revolución, que es la Mesa de Unidad Social, la que aglutina a cientos de organizaciones sociales dispuestas a dar la pelea” les contó a los demás, antes de agradecer lo resuelto por la asamblea y garantizarles que “me vuelvo feliz a Chile con este misil que nos permitirá instalar la nueva fuerza popular e integrar, por fin, la Patria Grande”... O sea, Latinoamérica pintada de rojo.

En febrero de 2019, el ex Presidente chileno –desoyendo la inconveniencia de su idea- se unió a una manifestación anti Maduro en la frontera venezolana, lo que tuvo inmediata reacción: meses después, en Santiago, nació la Mesa de Unidad Social, con 50 organizaciones de lucha, convocada por la Central Unitaria de Trabajadores (CUT), en manos de la comunista Bárbara Figueroa: la integraron 143 Fundaciones, ONG’s, sindicatos, Juntas de Vecinos, federaciones de estudiantes y movimientos violentistas.

La Mesa –cuna del posterior ‘estallido’- denunció que “los sectores políticos promotores y defensores del neoliberalismo impusieron en dictadura y mantienen hasta hoy una Constitución ilegítima y un entramado social, institucional y económico, que impiden cambios democráticos y la recuperación de los derechos fundamentales”. Exigió una Asamblea Constituyente para una nueva Constitución, terminar con el actual sistema de pensiones, establecer la educación gratuita obligatoria y el reconocimiento a los pueblos originarios. Paralelamente, difundió un “instructivo” para cortes de rutas e interferir en el transporte público.

Retrotraerse a este escenario de comienzos del 2019 en Caracas –con asistencia de chilenos residentes en La Habana e integrados a la cúpula cubana- es necesario para entender que a nadie puede extrañar el reciente anuncio conjunto del PC y de RD, en cuanto a pedirle a La Moneda que organice una “presión social” de la ciudadanía para frenar el empoderamiento de la oposición. El dominio del Senado por parte de la derecha fue el detonante que originó la inmediata reacción extremista, al tomar razón definitiva de la imposibilidad de rescatar alguna de sus reformas transformadoras para hacerle algún piquete, aunque chiquito, al indeseable neoliberalismo.

Entendiendo que la invitación a un nuevo Golpe proviene de partidos sostenes del Presidente, resultó chispeante la aclaración del subsecretario del Interior, quien aseveró que “no estamos para presionar a nadie, sino para gobernar”..., de lo cual, por lo demás, nadie se ha percatado.

Mientras el Presidente y su ministro de Hacienda le cuentan a la gente que el país “va como avión hacia arriba” y que éste será “el año de la coronación de nuestras obras”, un 85% condena la corrupción en entes del Estado y un 82% asegura que el Gobierno “nada hace” por la seguridad ciudadana: sólo en un mes subió al doble el promedio de robos de autos a conductores.

Para mal de las autoridades, trabajadores tan populares como los de mercados de abasto, decidieron prohibir el acceso a sus locales a personas sin licencia del Registro Civil, esto es, a los ilegales, los mismos a quienes La Moneda y el PC les abrieron las puertas de par en par a partir de marzo de 2022.

En esa fecha, la entonces ministra del Interior Izkia Siches le aseguró al Congreso Nacional que “se acaban las expulsiones de inmigrantes ilegales” y, curiosa y sospechosamente, hoy su sucesora Carolina Tohá recomienda a los dirigentes de Lo Valledor y de la Vega Central a “no discriminar a los extranjeros”...

Pese a todo lo descrito, subsisten ciudadanos que no se dan cuenta de que la revolución para Chile acordada en Caracas el 2019, nunca se ha descartado; ha estado siempre latente y más ahora en que el PC tomó debida nota de que no tiene algo que mostrar, algo que hacer y algo que esperar de aquí a fines del 2025.

Para conformar una fuerza ad hoc a la revolución, la dinámica Mesa de Unidad Social raspó la olla de la más baja superficie de la comunidad para reclutar combatientes y “luchadores sociales”. La fecha del Golpe, en octubre, la impuso el comunismo por ser éste el mes del aniquilamiento del zarismo por los bolcheviques. Octubrismo, lo llaman.

El misil que dijo traerse Sonia González desde Caracas - acompañado de una dotación de cien ‘asesores’ venezolanos-, estalló el 19 de octubre de 2019, luego de una juvenil señal de saltarse los torniquetes del Metro para medir la reacción de la autoridad. Ésta nunca se percató de lo que se le venía.

Si bien la revuelta estuvo a una hora de apoderarse de La Moneda, ello fruto de la orden a Carabineros de no utilizar su armamento, el intento se frustró a un costo de 10 mil millones de dólares para el país. Pocos recuerdan a la entonces dirigente social Fabiola Campillay -hoy, en una banca del Senado, símbolo de la democracia-, ordenándose a un piquete ir al centro capitalino y “quemarlo y destruirlo todo”. El aborto de la revolución rumbo a la Patria Grande, fue obra íntegra y exclusiva de Carabineros a costa de heridos, mutilados, ciegos y de un trabajo de 24 horas ininterrumpidas.

Sin digerir el dolor de la derrota, la revolución cambió de estrategia: aprovechando el ambiente favorable a los “cambios transformadores”, sus cabecillas obligaron al doblegado Presidente de entonces a convocar a una nueva Constitución, mediante la cual el nuevo Chile llegaría gracias a una aplastante mayoría de delegados constituyentes marxistas. Con dicha superioridad numérica redactaron un proyecto tomado casi textual de la literatura marxista. Jamás imaginaron que los ciudadanos, alertas como nunca, detectaron la trampa: el 4 de septiembre de 2022 se consumó una de las más grandiosas victorias de la democracia, con 8 millones rechazando el proyecto.

Sin que ninguna norma ni menos la Constitución lo consignase, el Presidente Boric, azuzado por el PC, anunció que convocaría a un nuevo proceso constitucional, respecto al cual el fallecido Guillermo Teillier afirmó que “en ése, no se le cambiará una sola coma al de la Convención”.

Se vendría una tercera derrota para la revolución: el 7 de mayo de 2023, la mayoría de los chilenos dejó en minoría a los delegados constituyentes extremistas y el texto aprobado establece que “no tendrá vida legal ningún partido que no condene formalmente y en una ley todo tipo de violencia”, Así, comunistas y frenteamplistas se encargaron de que ese proyecto no se aprobara y siguiese rigiendo la Constitución “hecha en dictadura”, primer objetivo por eliminar de la Mesa de Unidad Social.

Resulta claro que jamás la amenaza de revolución ha sido descartada. El punto de inflexión es que, ahora, la repulsa de la ciudadanía hacia sus promotores es históricamente altísima. La población ha ido progresivamente hacia una oposición que, al fin, parece haberse percatado de que el real enemigo no se da por vencido y se involucra en perforar el Poder Judicial. Una antigua y conocida Editorial, no pudo lanzar un libro sobre el 18/O por las amenazas de bombas contra todas sus sedes.

Parece de extraterrestres que prevalezcan quienes crean en el diálogo y en los acuerdos entre dos identidades ideológica y espiritualmente en polos imposibles de acercamiento. El comunismo jamás ha flexibilizado una sola línea de su dogma, y de ahí que cualquier avenimiento tiene que provenir de concesiones del interlocutor. En las sombras, los revolucionarios trabajan para dividir a la oposición frente a las elecciones municipales y de Gobernadores. La mejor defensa ante ello es la unidad, lo más granítica posible.

La única alternativa viable para quienes portan la bandera de la democracia -con varios tonos, pero una sola- es abonar el terreno y, desde ya, ir planificando la mitigación de los increíbles daños originados por esta (de)generación devota de la Patria Grande.

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