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Blog de Raúl Pizarro Rivera

Agosto 29, 2020


 

El avión despegó puntualmente  a las 07:50 desde Santiago con destino a Concepción en una mañana de enero del 2000. En primera fila se instalaron tres de los propietarios de la Universidad del Desarrollo, que viajaban a inaugurar la ampliación de su sede en calle Ainavillo: en la butaca del medio, por ser el más menudo, se sentó Joaquín Lavín, por ese entonces presidente del Consejo Directivo del plantel. A la cuadra de las tierras de Portezuelo y del campo paterno, les preguntó a sus acompañantes: “¿qué tengo que decir en el discurso?”.  De ahí en más, el viaje y hasta el aterrizaje se convirtió en un rezo de recomendaciones, sugerencias y consejos acerca de lo que debía hablar.

En el acto, el presidente del Consejo de la UDD -en ese entonces, sólo con sede en Concepción, rindió tributo a la educación privada y ensalzó el esfuerzo de los empresarios por su aporte vital al progreso del país.

Este efímero episodio protagonizado por el hoy alcalde de Las Condes, es imprescindible traerlo al recuerdo para entender, aunque sea un poco, lo que está pasando con él y con su cambiante, casi revolucionaria, postura política. Lavín es una persona fácilmente influenciable y hace suyo lo que otros le dicen.

Su primer trabajo de relativa trascendencia pública fue el de editor de un suplemento financiero de un medio escrito, y en las diarias reuniones de pauta de las jefaturas de secciones, él solía amplificar las palabras de líderes empresariales y economistas a quienes sus reporteros habían entrevistado para la edición siguiente.

Electo como alcalde de Las Condes y, luego, de Santiago, fue un implacable copista de ideas aplicadas por otras municipalidades del mundo, presentándolas como geniales ocurrencias suyas: la playa en el Mapocho, la pista de hielo en el Parque Araucano, el gas pimienta en manos de sus funcionarios de Seguridad, no fumar en las plazas, espías para detectar niños en las botillerías, prohibición de lanzar piropos a las damas, y así, otras tantas iniciativas que permanentemente lo han tenido en el primer plano. Fracasó, eso sí, en la farmacia popular que intentó copiarle al edil comunista de Recoleta, Daniel Jadue: hizo una sociedad con una cadena farmacéutica, de ésas acusada de colusión en los precios. Los vecinos nunca supieron de remedios baratos.

Políticamente, ha sido lo mismo. Cualquiera que no conozca en detalle su trayectoria, podría creer –erróneamente, es claro- que tiene gran influencia en la UDI, partido al que en dos ocasiones representó como candidato presidencial y para el cual fracasó en sus intentos de ser  diputado y senador. Puede resultar inverosímil, pero no es un referente para la colectividad, habiendo participado de su fundación y siendo muy cercano a Jaime Guzmán. “Estos son mis potrillos” decía Augusto Pinochet, refiriéndose a él, a Pablo Longueira y a Andrés Chadwick. Iniciado en la vida pública durante el  régimen militar, nunca el gremialismo lo ha percibido como caudillo ni menos como un trasmisor de grandes lineamientos o reflexiones doctrinarias.

Él, hoy, es apenas un militante UDI que incomoda a muchos de sus correligionarios y que fuerza el silencio de la presidenta partidista, exclusivamente por un interés político. Nadie quien escuche a Lavín puede creer que se trata de un eventual candidato del sector al cual él siempre ha pertenecido, y llega a ser repulsiva la insistencia interesada de los medios en definirlo, siempre, como la “carta” de la centroderecha, cuando ésta no lo siente así y tampoco lo acepta así. En una alusión a su posible opción por Chile Vamos, el siempre irreverente Carlos Larraín lo puso en duda “porque para ser Presidente hay que tener muchos más contenidos que el de un alcalde cosista”.

Es tan cosista que le prometió en pantalla a su amigo Francisco Vidal (PPD) que le pondría luminarias más potentes frente a su casa “tal como me lo pediste”…

Su recorrido político, según propias y pendulares definiciones, ha sido el de pinochetista, Chicago Boy, udi, bacheletista, aliancista, centrista, mattheista,  merkelista, jaduista, y ahora acaba de auto proclamarse socialdemócrata, una teoría ideológica que aún se discute  acaso está basada o no en el marxismo- Tiene como sinónimos ‘socialismo moderado’ y el contradictorio ‘socialismo democrático’.

Se trata de una tendencia política que surgió a fines del siglo XIX, a partir del movimiento socialista, creado por Eduard Bernstein, un político alemán de origen judío perteneciente al PS de dicho país. Su diferencia con el totalitarismo es que “rechaza los métodos violentos en la transición del capitalismo hacia el socialismo”…Los cientistas políticos coinciden en que “consiste en  expandir el tamaño del Estado, tratando de buscar bienestar".

El mundo bien informado sabe la situación en que se encuentran quienes conocieron y conocen lo que es vivir bajo un ‘Estado de Bienestar’, lógicamente  antagónico  a las libertades individuales, partiendo por el derecho a lo privado. La UDD es la universidad privada con los aranceles más altos por carrera, y uno de sus propietarios es Joaquín Lavín.

Luego de afirmar que el gran problema de hoy es “el abuso de las élites sobre el pueblo”, el alcalde propicia una participación mayor del Estado en la vida ciudadana, asegurando que con una injerencia superior “se habrían evitado los graves problemas generados en el actual Gobierno”.

Le endilga al Estado, como ente automático,  el rol que le corresponde exclusivamente al Jefe  de éste. Dijo: “hoy, el Estado no es capaz de resguardar el orden público, no es capaz de combatir el narcotráfico como debería, no es capaz de controlar la delincuencia como debería”, y todo ello, que es efectivo, se debe a la falta de autoridad y de coraje del Presidente. Sólo que él, muy en su estilo, no lo menciona.

Luego de escuchar a Lavín, un diputado recientemente acoplado al frenteamplismo, Marcelo Díaz, afirmó que “no se puede ser socialdemócrata y de la UDI a la vez”. Es así, y hay quienes no se explican cómo no se le ha pedido que, al menos, congele su militancia para que hable lo que le dé la gana o lo que le dicen que diga. Ello no ha acontecido, porque su partido  -al menos, su presidenta- considera que es mejor tener un pato cojo a no tenerlo como opción presidencial, consciente de que la otra opción es José Antonio Kast, a quien no se le perdona haber abandonado las filas gremialistas para iniciar un camino propio y, ahora, a la cabeza del Partido Republicano, con un ideario genuino y auténticamente representativo.

Fuente: https://www.voxpress.cl/single-post/2020/08/29/Esta-semana-EL-INAGOTABLE-CAMALE%C3%93N

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