Mayo 24, 2020
Por VOXPRESS.CL
Blog de Raúl Pizarro Rivera
Alentado por el gran articulador de acuerdos –por cierto, incumplidos-, el inefable Mario Desbordes ha vuelto a proclamar “el derecho” de aquél, el Presidente, de convocar a un gran Pacto Social de Unidad para enfrentar la pandemia y sus catastróficas consecuencias económicas para la población.
Por si alguien aún no logra entenderlo, cada día de cuarentena es un día de inactividad total, y, por ende, también cada día, las personas y el país son más pobres: en esta ruta y a este ritmo, van derecho y rápido a la ruina.
Considerada una de las líneas aéreas más respetadas del orbe por sus protocolos de seguridad y puntualidad, LAN debió despedir a 1.600 empleados, entre tanto la representante local de la transnacional McDonald’s hizo lo propio con 3.200 de sus trabajadores- A la fecha han quebrado 260 empresas, y por la dimensión de los daños, se aguarda que el peak de la debacle laboral se produzca en el próximo trimestre (junio/julio/agosto). Sólo entre asalariados –que tenían contrato de trabajo- ya hay 1.800.000 cesantes.
Suena diplomático solicitarle al adversario un Pacto Social de Unidad, cuando hay más dudas que certezas de que llegue a resultar. Lo que parece sugerir el Presidente es una solicitud de no más agresión por parte del enemigo, siempre empeñado en concretar su multidimensional intento de hacerlo caer.
A condición de deponer temporalmente sus armas, mientras asciende la curva de la epidemia, la oposición parece dispuesta al armisticio, pero siempre y cuando sea ella la que imponga las reglas.
Muy frescas están las consecuencias del Acuerdo de Paz impuesto por la izquierda al Presidente el 15 de noviembre en el Congreso, ello como condición ineludible para que el país recuperase la armonía ciudadana. El Mandatario salvó su cargo, es cierto, pero Chile, con el vandalismo desatado por el extremismo sin facultades a Carabineros para contenerlo como debía hacerlo, sufrió la primera e irreparable perforación a su economía y originó los primeros despidos y quiebras, tras ser aniquilado el turismo, el comercio y todo el rubro gastronómico.
Gracias a esa primera concesión presidencial, la izquierda hizo realidad la promesa incumplida de Bachelet, al programar una eventual nueva Constitución que le asegurase dos objetivos: obligar al Jefe de Estado a renunciar a su propio programa de Gobierno y montar un plebiscito a su gesto, destinado a sustituir el modelo neoliberal por uno socialista totalitario, lo que le garantizará la perpetuidad en el poder.
La finalidad de la izquierda era, en ese momento, muy elemental como para no percibirla: al fracasar el primer Golpe extremista, el del 18/O, y aprovechando el derrumbe presidencial y del oficialista en general, el plebiscito constitucional se constituía en una segunda instancia. De no serle de su agrado el desenlace, surgía una tercera alternativa: otra rebelión extremista, para la cual ya se estaba recolectando el financiamiento.
No obstante, el aniquilador arribo de la infección le está dando a la izquierda la oportunidad de anticipar su campaña para presionar la caída del Presidente. Luego de superado el impacto inicial, que la llevó a la inacción, fue clave la reactivación que llegó a realizar la presidenta del Colegio Médico, Izkia Siches. La ex dirigente de las JJ.CC. y ahora figura del Frente Amplio ha llevado la voz cantante en las andanadas contra el Gobierno por “su mal manejo de la crisis sanitaria” y se aprovechó de la bisagra presidencial para enquistarse en La Moneda y, desde allí, dirigir y amplificar las críticas y descalificar al ministro de Salud.
A la doctora y a su cómplice directiva se le sumaron los alcaldes, en revancha porque se quedaron sin sus mayores ingresos anuales –permisos de circulación-, y, luego, los gremios manejados por el PC y todas las organizaciones sindicales de la Salud, también en manos del PC. El propio camarada Daniel Jadue tuvo que salir a desmentir uno de estos tantos excesos políticos difundidos en un noticiero de la TV por un falso funcionario del Cementerio General, parte de la campaña de descrédito.
Llegó a resultar contraproducente la divulgación de pacientes atochando un hospital, casi en su totalidad sin acreditar ser portadores del virus.
Consecuencia de estos amplificados montajes urdidos por la izquierda, se desplomó el impensado período de bonanza que disfrutó el Presidente, recuperando la confianza pública gracias al manejo de la crisis de su ministro de Salud. En su desconcierto y en su enfermizo afán de lavar su personalismo, hasta se entrevistó con los ex Presidentes para “buscar lo mejor para el país”. Bachelet no se lo dijo, desde luego, pero horas antes y frente a corresponsales extranjeros en Ginebra, manifestó que “la culpa de todo en Chile es del modelo neoliberal y de no haberlo cambiado”.
Otra vez, como el 15 de noviembre en el Congreso, la izquierda tiene el mazo en su poder. En cuestión de días logró atomizar la figura presidencial e imponerle sus propias reglas para un eventual Pacto Social de Unidad, especificándole quienes deben integrar dicha instancia, entre ellos las consabidas organizaciones civiles, que no son más que entes en manos del socialismo internacional.
Si ya después del fallido Golpe extremista de octubre –con preparación y financiamiento-, la izquierda impuso un plebiscito constitucional a su medida, hoy, explotando el climax de la pandemia y del agobio de los centros asistenciales, dice estar dispuesta a extender la mano al Presidente, pero una mano con veneno.
Se ha cumplido cronológicamente lo expresado por el ex presidente del Senado, Jaime Quintana, al concluir su mandato en la mesa de la Corporación: “el Presidente debe dar el paso a un Parlamentarismo de facto”.
Sus adversarios, gracias a las propias permeabilidades del Presidente, perciben que así como no pudieron hacerlo saltar el 18/O, acusándolo del incremento de la enfermedad, será el juicio público el que lo ponga nuevamente al borde de la cornisa. Si ello no llegase a ocurrir, está la alternativa siguiente, la protesta masiva de una población hambrienta y, si incluso así, el Presidente no cae, confía en que sea el plebiscito constitucional el que marque su derrota personal con el fin del modelo neoliberal.
Hablamos de lo multidimensional del Golpe extremista, porque no está superado, ni parece que lo estará en breve, de acuerdo a las orientaciones de la izquierda. Para jugar, el Presidente no parece tener cartas, en cambio a la izquierda le sobran. En estas condiciones es fácil predecir cuál podría ser el resultado de un Pacto de Unidad Social, el cual, según Mario Desbordes, es un derecho exclusivo del Presidente, pero sin el mazo en sus manos. Se concrete o no, la interrogante de momento es ¿será pacto o concesión?
.