February 16, 2020
VOXPRESS.CL.- Se cumplen cuatro meses consecutivos en que el tema prevalente en cualquiera conversación de los chilenos es la violencia, el mismo plazo en que nadie, absolutamente nadie, ha logrado siquiera aproximar una solución para poner término a ella.
Hay quienes, por ignorancia o candidez, se preguntan por qué si las demandas sociales están en marcha y ha habido, de hecho, contenciones a ciertos requerimientos urgentes de la población, los actos vandálicos ni siquiera aminoran y las amenazas de un marzo al rojo son tan reales como preocupantes. El conglomerado extremista/anarquista, representando por la mesa de Unidad Social, reiteró su llamado a la desobediencia civil y confirmó la realización de un paro nacional indefinido…hasta que renuncie el Presidente.
El oficialismo se aferran a la única opción de que sea Carabineros el que reestablezca el orden público, “pero respetando los derechos humanos de los manifestantes”, en tanto los opositores de izquierda aseguran que “un problema político” no lo puede arreglar la policía, sino el Gobierno con una mejor y mayor capacidad de gobernabilidad, “pero carece de ella”.
Desconcierta que el Ejecutivo sienta como “gobernabilidad” el hecho de haber puesto impensada premura en las demandas básicas de la gente, siendo que el foco de la crisis nunca ha estado, ni está, en las mejoras sociales pendientes por 30 años y con cinco administraciones de la centroizquierda. Lo que está ocurriendo desde el 18 de octubre a la fecha, es un gravísimo conflicto político, urdido por el socialismo internacional para medir sus potenciales facultades de recuperar el poder que tuvo en Sudamérica.
El Foro de Sao Paulo eligió con pinzas generar la explosión en Chile, y no en otro lugar, por tratarse de un país de gran estabilidad y siempre con un potencial de crecimiento. Hubo también ‘experimentos’ de revueltas similares en Argentina –con Macri-, en Brasil, en Bolivia, en Ecuador y en Colombia, siendo estos dos últimos donde se percibió una violencia, aunque pasajera, similar a la de acá. En el resto del subcontinente, el odio político amainó, no obstante en Chile se ha hecho perpetuo y sin vislumbrarse su final.
Todo el vecindario regional, a excepción de una Argentina vivaz que gira hacia el centro, se mantiene expectante sobre el futuro inmediato de Chile. En la medida en que en nuestro país la democracia se sostenga, aunque sea a duras penas, el entorno del cono sur respira algo más tranquilo.
Al no reconocer, derecha y categóricamente, que el estallido del 18 de octubre fue un Golpe de la izquierda, el Gobierno se ubicó en una posición muy débil y balbuceante para defender, como se debe, la subsistencia de la institucionalidad. Su invocada paz social no es parte de la solución, sino del problema, porque toda revuelta política incluye como plataforma de desarrollo la violencia.
En el mundo hay un amplio recetario de cómo neutralizar y exterminar a los revolucionarios, pero para aplicar alguno de ellos se requiere tomar conciencia de que el Gobierno corrió el riesgo de ser derrocado, y ello comunicándoselo al mundo entero y solicitando el respaldo oficial de organizaciones supuestamente encargadas de la paz, como la ONU y la OEA.
No actuó así, y ahora tiene a la ONU encima, fiscalizándolo por violaciones a los derechos humanos…
Sorprendido y paralizado por un Golpe que ni en pesadillas soñó, el Gobierno cayó en un inmovilismo que ha contribuido a ver aún más distante una eventual solución a la grave situación. En el momento del Golpe ni siquiera estaban al tanto los partidos de la izquierda (ex) concertacionista, pero ni siquiera dicha instancia la aprovechó, y ahora los tiene en contra.
Su derrota, y definitiva, la consumó cuando mansamente se entregó a las presiones de la izquierda en cuanto a que “cualquier diálogo” quedaba supeditado al levantamiento del Estado de Emergencia. Así procedió y el tan tranquilizador avenimiento se tradujo en una eventual nueva Constitución, una hoja en blanco entregada a la oposición para que redacte a su amaño un modelo totalitario de convivencia nacional.
Lo que no pudo conseguir el Golpe del 18/OC es factible que se concrete a dos años plazo con la oficialización del fin de la democracia plena, un regalo magnífico de La Moneda entregado en bandeja de plata a sus enemigos el 16 de noviembre en la sede capitalina del Congreso Nacional.
Mientras la izquierda, ahora unida la tradicional/conservadora con la extremista, no garantice el éxito de su maniobra constitucional, la violencia política, no la de los narcotraficantes en las poblaciones periféricas, no va a cesar.
Para la estrategia concebida por el socialismo internacional, y ampliamente amplificada por el dictador Maduro, el trofeo que obtenga el 26 de abril será gravitante y trascendental para sus pasos futuros. De ahí que la fase de imponer el temor a los demás es indispensable mantenerla en alto como bandera de lucha.
La torpe letanía de ligar una hipotética paz social a las demandas sociales, es apenas un justificativo básico para hacer creer a la gente lo que no es. El vandalismo que destruye icónicos símbolos de la institucionalidad y de la historia es parte del muy conocido y programado aniquilamiento de los valores de un país, del que ha hecho gala siempre el socialismo en los territorios donde aspira a sentar sus bases.
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