16 de noviembre de 2024
Pablo Errázuriz Montes
Aprieta un poco a esta mina, y en diez minutos cambiará diez veces de opinión. La frase corresponde al expresidente Sebastián Piñera para referirse a su contendora electoral de entonces, Evelyn Matthei. Fue el famoso Kiotazo o Piñeragate, ocurrido en agosto de 1992 cuando Ricardo Claro filtró una grabación de una conversación privada entre Piñera y el prócer del periodismo de entonces Pedro Pablo Díaz. La obscena inmoralidad de la conducta de Piñera expresada en el lenguaje y en la ilicitud de traficar influencias, no quita la precisión, asertividad y verdad de su juicio, respecto de quién, la maquinaria de las encuestas ha elevado a figura preferida por la ciudadanía para terciarse la banda presidencial. Precisamente en un período en que el elegido, deberá encarar la responsabilidad de desmontar el desastre moral, ideológico y práctico con el que la izquierda política ha devastado al Estado y a la sociedad chilena.
La derecha no tiene ideas y si las tiene no cree en ellas. Por eso privilegia a las figuras por sobre los liderazgos para conquistar el poder político e impedir que la izquierda, qué si las tiene, las manifiesta y persigue imponerlas, continúe con su tarea de demolición revolucionaria de la sociedad y del Estado. Incluso la derecha ha estado dispuesta a aceptar las ideas de la izquierda y ejecutar sus políticas, a cambio que la dejen gestionar el gobierno. Piñera es el ejemplo más palmario: gobernó y aplicó políticas de izquierda con mayor eficacia que la misma izquierda, ejemplos los menciono a pie de página para no aburrir.[1] José Antonio Kast, que se vendió como el gran restaurador de las “ideas de derecha”, cuando vio colgada la salchicha del poder se le hizo agua la boca y no tuvo problemas para traicionar a su electorado, que votó por su partido para rechazar un proyecto constitucional revolucionario de izquierda, y, dándose vuelta la chaqueta, propició el voto a favor, demostrando con ello no solo inmoralidad, sino carencia absoluta de talento político al dinamitar un liderazgo, que a todas luces, era más aparente que real.
La ex alcaldesa del partido que fundó Jaime Guzmán, Cathy Barriga, ha sido formalizada por gravísimos delitos de fraude al fisco y se encuentra privada de libertad, luego que le “arrastrara el poncho” al juzgado de garantía, explotando su figura femenina sensual en programas para voyeristas, mientras cumplía una medida cautelar privativa de libertad en su propia casa. El episodio es como aquellas películas de Luciano Visconti o de Dino Rissi, en que el público comenzaba riéndose y finalmente salía del cine abatido por el dramatismo de la tragedia. Catherine Barriga Guerra hija de una peluquera y de un funcionario de laboratorio, ascendió de su condición social a los más altos estratos del poder social y político. Comenzó como vedete en el canal Rock and Pop bailando con poca ropa bajo la chapa artística de Robotina. Continuó en el Canal Mega quien la coronó como Miss Lava Autos por su performance lavando automóviles en paños menores. Ampliamente conocida y amada por el público de la TV, en calidad de militante de la UDI conoció a Joaquín Lavín León, su futuro marido, y fue transformada a través de los procedimientos de comunicación social de manual, en figura política. Al igual que la expresidenta Bachelet, obtuvo un título universitario entre gallos y medianoche para completar un falso currículo que la acreditaba como capacitada para ejercer el cargo de conductora, no ya de un programa de variedades, sino de la segunda comuna más populosas de Chile: Maipú. Incluso sonó en su partido como candidata presidencial, por su arrolladora popularidad y simpatía. Su caída es como la letra del tango de Julio Sosa, Los Muchachos de Antes, donde se describe la decadencia de la Rubia Mireya: literalmente, dan ganas de llorar.
Pero ¿qué relación tiene Matthei con Cathy Barriga? Aunque ambas son militantes de la UDI, ambas provienen de estratos sociales radicalmente diferentes. Matthei nunca ha bailado música pop con poca ropa para cimentar su popularidad. Es de gustos sofisticados: cultivó el piano en su juventud y pertenece, a diferencia de su correligionaria, a lo que en Chile se le llama la clase alta. Asumiendo el cargo de Alcaldesa de Providencia, primero se querelló, pero luego tapó barriendo bajo la alfombra (¿?) los latrocinios de su predecesora del Frente Amplio Josefa Errázuriz. Aparte de eso, a Matthei no se le imputan irregularidades o manejos financieros que excedan sus atribuciones legales. Convengamos eso sí, que la municipalidad de Providencia es como esos autos de Elon Musk: se manejan solos. Una comuna sin grandes problemas y con grandes recursos. Es difícil meter las patas y las manos. Nada comparable en tal sentido con la Barriga. Pero hay una identidad común evidente: ambas militantes de la UDI han ascendido al estrellato político sin ostentar ningún atributo de liderazgo. ¿Cómo lo han hecho? Oficiando de figuras.
¿Qué es un líder? Es un conductor que arrastra voluntades, no meramente por concitar simpatías. Alguien que tiene un diagnóstico de la realidad. Quien reconoce las carencias y sufrimientos de los gobernados y expresa su voluntad clara de acometer hacia un destino mejor para esos gobernados. Dispone, además, del talento para resistir las adversidades que comprometan esa voluntad. No es maniquí ni muñeco de algún ventrílocuo o agendas de moda. El líder se percibe por carácter. Es difícil no reconocerlo.
La derecha, desde que eligió a Hernán Büchi en 1989 para que le representara, se compró la idea que los candidatos debiesen ser un producto atractivo para la clientela electoral. Desde entonces, el liderazgo lo estima secundario y a veces incómodo. Los poderes fácticos, que abundan en la derecha, demandan personalidades con la plasticidad suficiente para no comprometer sus intereses. Administran esos poderes, máquinas de formación de opinión pública. Esas son las empresas de encuestas. Se martillea al público en la cabeza con un clavo para que penetre, un nombre de una figura, impostando un supuesto liderazgo y se le asigna el carácter de elegido espontáneamente por la opinión pública. La figura por cierto debe ser funcional a sus intereses. Así se le transforma imaginariamente en supuesto líder. Ojalá no rinda ningún examen de suficiencia. El ejemplo clásico lo da la reciente experiencia en EE. UU. Se llegó al extremo de promover a un individuo con demencia senil evidente como Biden, a quien las encuestas le daban ganador por un “amplio margen”. Cuando los televidentes vieron al pobre anciano balbuceando incoherencias frente a las cámaras, reconocieron que habían ido demasiado lejos, y los poderes fácticos cambiaron entonces de líder, por la que también atribuyeron la calidad de ganadora por “amplio margen”.
Cuando el mar es calmo, el timón lo puede tomar cualquiera y esa fórmula quizá funciona. Pero cuando a la embarcación la abate un temporal se requiere alguien que sea realmente navegante para no zozobrar. Justamente cuando el país lo que mayormente necesita es liderazgo, puntea en las encuestas una señora que es el estereotipo de la carencia de esa condición, y que ha llegado a ser figura, por ser hija de un miembro de la Junta de Gobierno, antaño por su agradable figura femenina, y desde entonces por una extraordinaria capacidad de cambiar de opiniones y puntos de vista (tal como auguraba Piñera) para lograr lo que le apasiona de una manera, diría yo, casi enfermiza: el poder.
La típica respuesta tan propia de la bobería de la derecha al objetar sus debilidades tan manifiestas es, “pero si no hay otra y las encuestas demuestran que va a ganar”. No señor; así como el demente Biden debió desnudar frente a la ciudadanía su incapacidad absoluta, así también esta ungida deberá hacerlo y demostrará frente a la ciudadanía que Piñera tenía razón: en diez minutos cambiará diez veces de opinión. Sostengo, como que el agua está mojada: si el próximo presidente de Chile se elige por voto popular, Matthei no será presidenta[2].
La doctrina UDI para elegir a sus líderes, ha demostrado con el episodio Barriga sus trágicas consecuencias: simpatía, caras alegres, pelos rubios, decir lo que el interlocutor quiere escuchar; aquello que los sicólogos llaman habilidades blandas, han demostrado que para liderar grandes misiones no sirven. Esperemos no se consume un nuevo trágico desatino con otra Rubia Mireya.
[1] 1) Abortó ilegalmente proyecto Hidroaysén; 2) Propició y legisló sobre el matrimonio homosexual; 3) Abortó ilegalmente proyecto de energía térmica; 3) Consagró legalmente el desatino de la descarbonización energética; 4) Legisló a favor de la transición de sexo aceptando la ideología de género autopercibido; 5) Declaró muerta la constitución del 80 la gran bestia de la izquierda; y un largo etcétera
[2] Respecto de pronósticos electorales del suscrito, ver https://pabloerrazurizmontes.blogspot.com/2023/10/la-derrota-de-la-casta.html anticipando resultados de plebiscito sobre la nueva y buena constitución con cuatro meses de antelación.
Fuente: https://pabloerrazurizmontes.blogspot.com/2024/11/cathy-barriga-y-evelyn-mathei-figuras-o.html
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