23 de junio de 2024
por Pablo Errázuriz Montes
Se han hecho virales, sendas declaraciones de la Conferencia Episcopal y del Senador Manuel José Ossandon que abogan por la “regularización” de los migrantes ilegales. La propuesta es vagarosa porque no se precisa, qué quieren decir con aquello de regularizar.
El fenómeno de la migración a nuestro país en los últimos años, no ha sido espontáneo. El gobierno de la presidenta Bachelet, sottovoce, sin hacer pública una política al respecto, ocultando la medida hacia los que forman la soberanía popular de Chile, organizó de manera coordinada y sistemática una migración larvadamente ilegal de ciudadanos haitianos, financiada hasta ahora no se sabe muy bien por quién. A cambio de esta generosa conducta, la señora Bachelet obtuvo un jugoso botín: pasó a integrarse como Alteza Serenísima, a la burocracia de las naciones unidas, como generalísima de su campaña de, dinamitar las soberanías nacionales y el concepto de Estado-Nación, estructura que desde el siglo XVII, ha sido pilar de la realpolitik mundial y ha soportado con alguna eficacia la convivencia pacífica.
Como es habitual en las conductas de los revolucionarios, entran como bueyes en la cristalería, sin tener muy claro que resultará de su experimento con seres humanos. Muchos de esos haitianos menores de edad habrán muerto ahogados cruzando el rio grande rumbo a los EE. UU. con su visa waiver chilena en el bolsillo. Vi a esos pobres compartiendo masivamente el avión en que me dirigía a ciudad de México donde los esperaban probablemente los coyotes para cruzarlos al cielo norteamericano. Todos eran padres adultos haitianos acompañados de sus hijos chilenos.
El experimento “haitianos en Chile” sirvió para demostrar que nuestra fértil provincia señalada, era capaz de acoger a personas de otra raza que vivían la mayoría en condición de extrema pobreza en su país, que, dicho sea de paso, Haití es un modelo y ejemplo de Estado Fallido, dinamitado por el buenismo de la burocracia mundialista de la ONU.
Como señala el viejo adagio que esgrimen economistas, los agentes económicos responden a los estímulos, y fue así como los pobres de los países del norte de Sudamérica, vieron en el ejemplo haitiano la oportunidad de radicarse en Chile y gozar de los beneficios sociales gratuitos, proveídos por los esforzados contribuyentes chilenos.
En aquello de, migrantes ilegales, hay que hacer una distinción: 1) los que entraron de manera formalmente legal a Chile con visado de turista y luego permanecieron violando los plazos de permanencia. Estos a su vez deben dividirse entre aquellos que abogan ante una burocracia lenta e ineficaz por su radicación legal y quienes están al margen de toda intención de legalizarse; y 2) aquellos que ingresaron ilegalmente al país por pasos no habilitados y que obviamente no tienen los medios formales para regularizar su permanencia, a menudo ni siquiera tienen identificación de sus naciones de origen.
¿Cómo llegaron hasta la frontera de Chile los segundos? Las conjeturas son variadas: 1) la satrapía venezolana los estimuló y financió para deshacerse del bulto de pobres y de delincuentes, que podían desestabilizar la perla de la corona neoliberal que era Chile. 2) Foundation que articula la ONU que enviando como bovinos a aquellos infelices, mataban dos pájaros de un tiro: minaban al Estado-Nación chileno abogando por el derecho humano a migrar, y quitaban presión a la migración hacia EEUU.
En el frente interno el fenómeno que ha minado gravemente la convivencia y la paz social, ha tenido distintas reacciones. Es estimulado y financiado por la asociación ilícita de tráfico de personas que mantiene impunemente la orden religiosa de la Compañía de Jesús (¡ay Jesús que compañía…!). Es apoyado por la izquierda radical que vio en el fenómeno un regalo del cielo porque le permitía desestabilizar la estructura social y el odiado sistema neoliberal. Y el resto de la élite judicial, política, burocrática y militar, lo observa con parálisis mental y obsecuencia, por el temor de ser acusada de violadora de derechos humanos. Algunos sectores empresariales cegados por su tacañería y estulticia, lo han visto como una “inyección al mercado laboral” que les permite sostener bajos costos salariales.
Entre tanto, el soberano, el pueblo de Chile, observa con estupor como les han expropiado su país frente a sus ojos, sin que la orgánica del Estado que con su esfuerzo financia, no haga absolutamente nada.
Es en este escenario en el cual, el honorable y “generoso” senador Ossandón aboga por la regularización de los migrantes sin mayor precisión de lo que está diciendo y sin medir en absoluto la consecuencia que ello tendría para la institucionalidad. Su opinión puede estar fundada en la estulticia crónica que le afecta, o en la demagógica pretensión de concitar el favor de los extranjeros favorecidos, que podrían ser clientes políticos a futuro, o, en darle pega a su hijo que se anuncia en la web con su oficina de abogados especializada en “regularizar” migrantes. Lo de Ossandón es de un tal patetismo, que nos obliga a meditar urgentemente sobre la necesidad de purgar las instituciones republicanas de este tipo de personas que, con su proceder bobo, demagógico o corrupto, afectan gravemente el bien común general, operando para su beneficio personal. Advierto: no es comparable su motivación a la de los obispos que paso a analizar en seguida.
La jerarquía de la iglesia católica chilena se encuentra formalmente representada por un colegio de obispos diocesanos que se denomina Conferencia Episcopal. Este consorcio elige, al parecer por votación del cuerpo colegiado, un Comité Permanente que es lo que pudiera llamarse la vocería de los obispos chilenos. Ha sido ese Comité Permanente el que, involucrado en prescribir y opinar sobre políticas de Estado desde hace ya cuarenta años, opta por propuestas generalmente desconectadas con la realidad, sin una genuina medición de la consecuencia de dichas propuestas. Estas propuestas, como es la de marras, buscan una justicia y provocan una gravísima injusticia que nos hace recordar la lápida mortuoria del Cardenal Richelieu: Aquí yace un hombre que hizo el bien e hizo el mal. El mal que hizo lo hizo bien, y el bien que hizo lo hizo mal.
¿Qué quieren decir los obispos cuando hablan de regularizar? Ni ellos lo tienen claro. ¿Por qué? Porque no saben ni conocen y por consecuencia no miden, la consecuencia que tendría materializar su propuesta. ¿Qué provocaría? Pues una expropiación masiva de derechos a los chilenos menos autovalentes que demandan prestaciones sociales que son intrínsecamente limitadas. ¿Qué más provocaría? Una oleada incontenible de nuevos migrantes que conforman a los desamparados de redes sociales en toda la “América Morena”. Es decir, la medida propuesta por los prelados, causaría con certeza absoluta, caos e injusticia.
¿Por qué hombres supuestamente ilustrados cometen tamaña equivocación? Conjeturo que es por un error común de toda la iglesia post conciliar: Ponen la justicia como virtud, antes que la virtud de la prudencia, desoyendo en tal sentido, las enseñanzas de su Doctor Angélico, Santo Tomás de Aquino, que les enseñó que la prudencia es la madre de las virtudes, y que, sin cultivar la prudencia, la justicia no es más que una parodia de tal. Porque justicia señores prelados, no es dar a los migrantes lo que les es propio; es dar a cada cual lo que le es propio, y en política eso supone discernir prudentemente sobre lo que se puede y sobre lo que no se puede hacer. Porque a la política no le es aplicable la parábola del buen Samaritano, la cual está referida a la conciencia individual pero no colectiva. En política, si el Samaritano llevaba los valores del erario público y distrayendo esos valores financió el bienestar del pobre herido del camino, no sería un buen samaritano sino un delincuente sustractor de los bienes de terceros. Es una parábola y como tal, no nos hacemos cuestión de dónde sacó las monedas el buen samaritano. Pero que quede claro: es una enseñanza para los individuos, no una enseñanza política.
¿O es que hay en la declaración de los obispos un atisbo de demagogia para hacerse amables frente a una feligresía de desamparados? No lo quisiera ni pensar porque los haría acreedores de un grave pecado (todo esto te daré sí postrado me adorares; Mateo 4-9-11). Prefiero creer que desordenaron el orden de aplicación de las virtudes cardinales y que están mal asesorados.
Fuente: http://pabloerrazurizmontes.blogspot.com/
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