7 de septiembre de 2023
Pablo Errázuriz Montes
Conforme a la definición del diccionario de la Real Academia, la palabra Balcanización, es la desmembración de un país en comunidades o territorios enfrentados. La palabra surgió a principios del siglo XX, ante la voluntad libertaria de los pequeños países de los Balcanes, de desligarse del dominio del imperio Otomano. Entonces, Turquía y las potencias europeas, propiciaron cruelmente la división de ese pequeño territorio, provocando una tragedia humanitaria sin parangón. Guerras, terrorismo y represión de estado, borraron todo atisbo de civilización en esos malhadados pueblos.
La operación subversiva y golpista del 19 de octubre de 2019 tuvo claramente la idea de balcanizar la República, es decir, el desmembramiento violento de Chile en territorios o facciones. Basta ver las concentraciones de mil o dos mil flaites de la llamada primera línea, donde flameaba exclusivamente aquella bandera, con un diseño esotérico autoría de Aucán Huilcamán, seguramente inventado en sus largas estadías en Europa, y que representaba la intentona secesionista patrocinada por Foundations, que han financiado por décadas, al autodesignado Aucán, y a su corte de sediciosos. Ni una sola bandera chilena flameaba en aquellas manifestaciones. Y las que simulaban serlo, estaban pintadas de negro. Los símbolos no mienten.
Hasta ahí todo normal. Si señor; tal como lo oye: Todo normal. Normal porque, las naciones geopolíticamente importantes, poderosas o potencialmente poderosas como Chile, están sujetas, así nos lo enseña la historia, a agresiones e influencias foráneas de desestabilización y desmembramiento. Siempre ha sido así. Se pretendía balcanizar Chile. Al que la quiere celeste que le cueste dice el refrán.
Chile llevaba entonces 40 años de eficientes gobiernos y relativo orden institucional, y proyectaba transformarse en los próximos cincuenta años en una nación poderosa e influyente. Además, el período de vacas gordas se producía coincidentemente cuando el eje de influencia internacional, se desplazaba desde el Atlántico declinante, a un pujante núcleo alrededor del océano pacífico. ¿Podíamos esperar otra cosa que ser objeto de una agresión foránea?
Pero, el problema no fue ser agredidos. No señor: el verdadero problema fue la calidad de nuestros dirigentes políticos para resistirlo y neutralizarlo. Por décadas la política quedó relegada a los alumnos de menores calificaciones. En Chile había tanto que hacer en el ámbito empresarial y en el desarrollo de la prosperidad material, que equivocadamente los mejores se alejaron de la política. De modo que, desde la izquierda hasta la derecha, los partidos políticos se coparon con las personas de menor capacidad intelectual y muchos de ellos, porque moralmente no calificaban en las actividades privadas.
Compárese en nuestra historia republicana, con los períodos de los presidentes Federico Errázuriz Zañartu, Anibal Pinto Garmendia y Domingo Santa María González. Entonces Chile, perfilándose como una república ordenada y próspera, amenazaba en erigirse en potencia. Soportó pues la agresión de Argentina, Perú y Bolivia, y peor aún, la hostilidad más o menos explícita de Estados Unidos, que observaba como, una pequeña República podía amagar su doctrina, sentada por el presidente Monroe: América para los americanos; que en realidad quería decir, América, para los Estados Unidos de Norteamérica.
En aquel período, a la política y a la cosa pública (la res pública) se integraron las inteligencias más excelsas de Chile. No solo lo digo por los presidentes nombrados, también por una corte de patriotas, militares y civiles como, Lynch, José Francisco Vergara, Godoy Cruz, Baquedano y tantísimos otros, quienes se preocuparon y ocuparon de los destinos de Chile; y, salimos airosos de una agresión mucho peor que la de 2019.
Si alguno de nuestros actuales líderes, leyera la biografía de Patricio Lynch sabría cuánto cuesta ser justo, prudente y fuerte, para obtener logros para el bien de Chile. Pero además de sus defectos evidentes, nuestros patéticos dirigentes políticos actuales, son ignorantes de nuestra historia.
Hoy, la política está cooptada de personas de discreta capacidad. Las clases supuestamente ilustradas, han dejado de serlo o se dedicaron exclusivamente al pane lucrando. Y aquello se nota en la prensa, la política, la judicatura, el ejército, la armada y la burocracia estatal.
Para ejercer la actividad política se necesitan copulativamente tres virtudes: prudencia, fortaleza y justicia. Si cualquiera de las tres falta, el resultado es el mal de la polis, expresado en pobreza, caos y malestar. Si pasamos lista por todo el espectro político, puede que encontremos algún hombre justo como José Antonio Kast, pero que carece de prudencia y de fortaleza para resistir (al primer empujón cede y concede). Puede que encontremos a algún hombre prudente como el secretario general del partido comunista recientemente fallecido, pero careciendo de justicia al abrazar una doctrina perversa como lo es el comunismo. Puede que encontremos a quien como Sebastián Piñera está dotado de una inteligencia práctica superlativa, pero es un agiotista cuyo único fin ha sido su brillo y enriquecimiento personal, y, como demostró el 19 de octubre de 2019, carente de la virtud de la fortaleza cuando el temor lo domina como a un cervatillo.
El partido republicano, se constituyó como una promesa de recuperación de Chile, ante el hastío por la falta de liderazgo, de quienes decían defender los valores de la libertad dentro del espectro político. Todo se le dio a ese partido para constituir un liderazgo sólido. Ante una primera disyuntiva, de participar o no en la estafa partitocrática del segundo proceso constitucional, eligieron mal: participar. La prudencia ilustraba a gritos que no deberían hacerlo. Lo hicieron. Pero le prometieron al electorado, denunciar la inconstitucionalidad e ilegitimidad del proceso, y defender los valores de la institucionalidad vigente, que era la causa suficiente y necesaria del progreso de Chile los últimos 40 años.
Increíblemente ganaron la elección. Y de ahí en adelante han demostrado una torpeza propia de un chiste de gallegos. ¿Quién les dijo que quienes votaron por ellos quieren una nueva constitución? ¿Quién les dijo que la izquierda se sometería a sus enmiendas? ¿Quién les dijo que sus votantes se olvidarían de que el proceso era espurio, ilegítimo e injusto?
Y ¿cuál es el resultado de esta falta de comprensión? Hoy, el partido republicano participa activamente de la balcanización de la República al haberse involucrado por imprudencia y falta de fortaleza, impulsando esta asonada revolucionaria que implica “una nueva constitución para un nuevo Chile”. Sesudamente sus “intelectuales” sostienen que había que ceder y conceder para no perder; estrategia política empíricamente fracasada, cuando de neutralizar un proceso revolucionario se trata.
El 61,43% del electorado repudió la asonada revolucionaria, votando por republicanos, por el partido de la gente, nulos y blancos. Los dirigentes republicanos, con una torpeza infinita, han balcanizado a sus propios partidarios, generando una diáspora incontenible. Recién ahora se percatan (después de entregarle inmoralmente sus principios) que la izquierda no quiere ni sus enmiendas ni su presencia, simplemente porque quieren una revolución, la misma que han querido siempre y nunca lo han ocultado. No conozco otro grupo político que haya dinamitado su liderazgo con tanta eficacia y prontitud.
Todo apunta a que es irremediable (a Dios gracia) el triunfo de la opción en contra en el próximo plebiscito de diciembre. Triunfará porque el electorado percibe que el proceso ha sido una maquinación fraudulenta de la oligarquía corrupta de los partidos políticos, que en nada atiende las demandas del Chile de hoy. No ganará, como sostienen los sesudos dirigentes republicanos, porque la izquierda extrema saque una de sus zarpas y la ponga sobre esa opción, guardando la otra zarpa dentro de la Convención, mientras con sus amigos de Chile-vamos, bloquea todo intento de neutralizar lo peor del proyecto revolucionario.
Republicanos ya no sabe qué hacer. Con su estulticia han ayudado a agudizar la balcanización de la República. Deberán pagar las consecuencias. Esa consecuencia será su total y completa próxima irrelevancia.
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