19 de septiembre de 2022
Pablo Errázuriz Montes
El episodio del rechazo -con elástico- de las cartas credenciales del embajador de Israel por parte de Gabriel Boric Font, ha puesto de manifiesto la tipología mental de quien ocupa el cargo de jefe del Estado. En diciembre del año 2021[1] publiqué una columna en este blog, para perfilar la condición sicológica de quien asumiría la jefatura del Estado y de la generación que lo eligió. Hablé entonces de quienes siendo superados por las circunstancias del mundo complejo y percibido como hostil, asumían una perspectiva binaria de un mundo imaginado por ellos, poblado por víctimas y victimarios.
Pero el episodio del embajador rechazado, además de confirmar la perspectiva victimista a través de la cual Boric y su generación observa el mundo, ha develado una segunda distorsión de consecuencias mucho más graves en quien ocupa el cargo de presidente de Chile, por el daño que puede causar a los chilenos, y que desde luego ha causado con su lamentable decisión. Conducta a la que Ortega[2] describe como, el síndrome del señorito satisfecho.
Esa tipología humana que ha parido la sociedad de masas en la que vivimos, al encontrarse rodeada de instrumentos prodigiosos, de medicinas benéficas, de Estados previsores, de derechos cómodos, ignora, lo difícil que es inventar esas medicinas e instrumentos y asegurar para el futuro su producción; no advierte lo inestable que es la organización del Estado, y apenas siente dentro de sí obligaciones. El señorito satisfecho es el que cree poder comportarse fuera de casa con los caprichos que le son tolerados en casa. Cree que nada es fatal, irremediable e irrevocable. Por eso cree que puede hacer lo que le dé la gana.
Israel es un lejano país poblado de gentes que se levantan todos los días consientes que deben ejercitar su voluntad de resistir y acometer contra adversidades naturales y sociales, asumiendo que su modo de vida se encuentra en constante peligro de extinción por esas adversidades. ¿Por qué lo hacen? Tienen sus complejísimas razones históricas colectivas, que cualquiera que tenga relaciones diplomáticas con ese admirable pueblo debiese tener meridianamente claras, sobre todo cuando, como nuestro país, se tienen relaciones comerciales que lo ligan estrechamente. A la voluntad de los israelíes se les opone un pueblo con una historia también milenaria, que tiene del mismo modo sus complejas razones para oponerse a la voluntad del estado de Israel y que por razones complejas de describir, manifiestan una eficacia menor para hacerlo. ¿Desde cuándo existen en el mundo este tipo de conflictos? Desde siempre.
¿Cómo observan esta realidad los victimistas? Identificando en el conflicto una víctima y un victimario. No hay matices. Todo en su mundo es binario y rechazan cualquier advertencia de la complejidad del fenómeno. La política no es el arte del gobierno del estado hacia el bien común. La política para los victimistas como Boric, es poner una frontera entre los buenos y los malos, como cuando vemos una película de western. Así lo ha hecho en toda su estrecha existencia: discutiéndolo entre amigos al calor de las piscolas a las tres de la mañana.
Y aquí viene lo grave: Elijo en el conflicto quién es víctima y quien es victimario, como se eligen huevos blancos o huevos de color en un anaquel de supermercado, y obro en consecuencia. ¿Cómo? Con la actitud del señorito satisfecho, sin atisbo de responsabilidad por la consecuencia de mis actos. ¡Pero sucede Gabriel que eres jefe de Estado de una nación poblada por dieciocho millones de almas que dependen y sufren las consecuencias de tus caprichos! Me importa un bledo. Las cosas se solucionan solas. Así he visto siempre el mundo en la comodidad de mi existencia.
¿Tenemos conciencia los chilenos de la envergadura del peligro de tener esta categoría de dirigentes? Creo que no lo suficiente.
No hay duda de que una parte significativa de los chilenos estamos conscientes de que Boric es un socialista que aspira a una sociedad planificada y hostil a las libertades personales que muchos defendemos. Efectivamente existe un peligro de que se imponga esa agenda y por eso somos opositores a su gobierno. Pero ese no es el peligro más grave que su permanencia en la jefatura de estado supone.
El mayor peligro es de tener un presidente con una alteración en la percepción de la realidad, como el que manifiesta a través del episodio comentado. Estamos gobernados por una persona sin trayectoria vital. No digo sin experiencia política porque eso puede tener remedio. Estamos gobernados por un señorito satisfecho, quien no solo no tiene las aptitudes prudenciales para ejercer el cargo, sino por quien no desea tenerlas. Estamos gobernados por quien la experiencia nada le sirve porque ya resolvió de modo definitivo su estrecho mundo poblado por buenos y por malos.
Ojo con un detalle del episodio: el rechazo de las credenciales pretendió ser con elástico; “por ahora” aclara el comunicado. Es decir, para manifestarle al estado y al pueblo de Israel, su inane opinión, que ellos son los malos de esta película de western que es la realidad. Es decir, el rechazo lo hizo Boric pretendiendo que no debiese tener efecto adverso alguno. ¿No es esto manifestación clara de una percepción alterada de la realidad?
Señores miembros del Congreso nacional de todo el espectro político: ¿No es el momento de pensar en una acusación constitucional, antes que sea muy tarde?
[1] https://pabloerrazurizmontes.blogspot.com/2021/12/boric-la-rebelion-de-los-impotentes-y.html
[2] Capítulo XI de La Rebelión de las Masas
Fuente: https://pabloerrazurizmontes.blogspot.com/2022/09/boric-el-senorito-satisfecho.html
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