6 de septiembre de 2022
Pablo Errázuriz Montes
Recordará el lector que la pregunta que intitula estas letras es la que se hacen las víctimas de los villanos en El Chapulín Colorado, del inmortal Bolaños. Aparecía el torpe superhéroe respondiendo; ¡yo! Y luego cometiendo todo tipo de chambonadas con infinita torpeza, pero siempre de buena fe. En el desarrollo de la comedia, nunca solucionaba nada y por lo general agravaba los problemas.
Los resultados del plebiscito de salida, previsible en su preferencia por el rechazo, ha sido imprevisto en cuanto a la magnitud de ese rechazo. Toda la orquesta financiada desde hace mucho por dinero de fundaciones globalistas, dinero de los impuestos de usted estimado lector, y la desembozada vocación de la clase política de cuidar exclusivamente su pega y espacio de poder, no fueron suficientes. El votante, ante el peligro de perder la soberanía de Chile reaccionó masiva y lúcidamente, especialmente en los sectores más desposeídos. La derecha se esmeraba en que el resultado fuese estrecho en favor del rechazo para legitimar sus cesiones y concesiones a la izquierda que busca “cambiar el modelo”. Y por ello entre esa casta ilegítimamente privilegiada pande el cúnico como decía nuestro Chapulín.
Mi referencia al Chapulín pretende prevenir la infinita torpeza que significaría hacerse la pregunta desde la perspectiva pasiva del mundo y de la vida; y ahora ¿quién podrá defendernos? Al hacernos esa pregunta, aparecerán los chapulines de la clase política diciendo; ¡yo! Y, al igual que Chapulín, no harán otra cosa que chambonadas, pero en este caso de mala fe, tal como El Acuerdo por la Paz y la Democracia de noviembre de 2019. Y ello porque, metaforizando nuestra circunstancia, es un hecho que la clase política no ha dado el ancho, y le faltan palos para el puente para encontrar la solución. Y por eso seguirán metiendo la pata en el balde como los tres chiflados hasta que no los desalojemos y los reemplacemos.
Si nos comportamos como adultos y como demócratas, debemos pues cooperar en la formulación de las preguntas desde una perspectiva activa sin esperar que los chapulines políticos continúen con sus chambonadas. Propongo para empezar:
a.- ¿De dónde viene el malestar?, que lo causó y que hizo posible el apoyo popular del 19 de octubre de 2019. No se trata desde un principio de condenar o justificar la o las causas. No importa inicialmente concluir que esas causas sean torpes, irracionales, sean justas o injustas, sean legítimas o ilegítimas. Se trata primeramente de identificarlas. La clase política encargada de hacerlo ha errado sistemáticamente impulsada por el temor y se ha visto arrastrada perrunamente en un relato de la izquierda revolucionaria. Tampoco en este ejercicio salgamos por la ventana del problema, señalando que la causa suficiente y necesaria ha sido una mega conspiración terrorista diseñada por extranjeros perversos. Y conste que yo conjeturo que puede haber existido tal asonada terrorista intermediada por una conspiración. Pero lo que no creo es que sea la causa suficiente y necesaria de la crisis. Tampoco descansemos cuando desentrañemos una causa. Porque la vida nunca ha sido sencilla y este complejo fenómeno que afecta a nuestra patria – el malestar- tiene sin duda varias causas inmediatas y mediatas.
b.- ¿Hacia dónde podemos conducir ese malestar para superarlo? Antes de respondernos a esa pregunta, debemos tener presente que hay dos puntos de partida. Dos premisas radicalmente distintas para transitar en la búsqueda de la verdad. Esos dos caminos radicales son el que se funda en la concordia como posibilidad, y el segundo que se funda en el conflicto como fatalidad. Los hombres y mujeres de buena voluntad, debemos oponernos tenaz y militantemente como respuesta al conflicto como fatalidad, y debemos transitar generosamente por el camino de la concordia. Pero hay que decir que con solo tomar la opción de la concordia no habremos dado respuesta a la pregunta. Pero al menos sabremos por donde no debemos conducir ese malestar.
El del conflicto como fatalidad sigue la tradición bíblica del primer hijo de mujer, que levantó la quijada de un burro y la dejó caer contra su hermano Abel, llegando así a la síntesis del primer conflicto dialéctico de la historia. El materialismo dialéctico, que es la representación racional de la emoción de Caín – alguien, que no soy yo, es culpable de mi adversa condición -; es una emoción omnipresente en el género humano y basta acicatearla como hacen los marxistas para que prenda como el fuego en el pasto seco. Fue así como esa nefasta doctrina seudo filosófica, parió en el siglo XIX al comunismo marxista. Como en Chile pocos leen y menos entienden lo que leen, aún existe un partido comunista chileno - el único políticamente activo en el mundo- sin tener en cuenta sus militantes y simpatizantes, las lecciones de Solyenitzin en Archipiélago Gulag o del Libro Negro del Comunismo Chileno escrito por el profesor Mauricio Rojas, o de El Rescate de Chile de Eudocio Ravinés y un largo etcétera de testimonios y relaciones sobre los horrores provocados por esta ideología homicida. Pero aparentemente “superadas las síntesis” de los horrendos genocidios comunistas, el materialismo dialéctico ha parido otros engendros de menor peso conceptual, pero no de menor capacidad para hacer daño: la ideología de género, el indigenismo, el ecologismo y otros victimismos varios; todos ellos promoviendo el conflicto como partero de la historia.
El conflicto es inherente al género humano, pero su uso sistemático en política no le da la virtud de ser el partero de la historia como decía el fatal Carlitos, sino más bien el panteonero de la historia. La parálisis intelectual que padece nuestra derecha política, fruto de una fatal mezcla de estulticia y de frivolidad, no sabe, no conoce y no quiere saber estas cosas. Por eso se deja arrastrar hacia el abismo que los únicos que hacen política en nuestro país los arrastran: los comunistas.
Objetado pues el conflicto como camino de liberación, estaremos – que no quepa duda- sin el concurso y la cooperación de quienes han obliterado o sellado sus mentes con las premisas del materialismo dialéctico y obraremos con su resistencia. Esta disposición inspirada por la virtud de la fortaleza es la que les ha faltado a nuestros mediocres dirigentes políticos.
La tarea entonces será cuesta arriba y consistirá en discernir cuál es el camino de concordia y cooperación que haga posible suprimir ese malestar y expandir la inteligencia, la libertad y la prosperidad de los chilenos, teniendo presente esos objetivos escalonados y en ese orden.
Es extraordinariamente importante jerarquizar esos objetivos colectivos. Primero la inteligencia, sin la cual no hay espacio a la segunda, la libertad. Y teniendo cada ciudadano el control de su destino personal – es decir, siendo libre- solo entonces aspirar a la tercera: la prosperidad.
La prosperidad en Chile, divorciada de la inteligencia prudencial, y del gobierno personal de cada individuo, ha propiciado la avidez imprudente del consumismo, estimulando la crónica impericia del chileno para las decisiones económicas racionales de gasto, ahorro e inversión. Y esa crónica impericia induce a muchos a estar dispuestos a enajenar su libertad por las certezas que ofrezca (que nunca cumple) el papá estado. La prosperidad sin inteligencia induce a estar dispuestos a enajenar su libertad por las certezas que ofrezca (que nunca cumple) el papá estado. La prosperidad sin inteligencia y sin libertad es una piñata colgando con el cuerno de la abundancia que nunca se puede alcanzar y que genera ansiedades, angustias y conflictos infinitos.
La codicia de los ricos – causa basal de la suicida concentración económica-, es también expresión de la falta de inteligencia de gran parte de nuestra clase empresarial, que, con un narcisismo obtuso se auto perciben como una élite interesada por el futuro de Chile, y cualquier observador mínimamente lúcido los percibe como una cofradía de rastacueros[1].
Cuando hablamos de un camino de concordia y cooperación, nos referimos a instaurar normas de conducta sociales y jurídicas que hagan posible que todos los chilenos sean partícipes de esa triple expansión. El liberalismo económico y otros ismos con recetas ideológicas, nos ha pretendido convencer de la imposibilidad de aquello: O se promueve a rajatabla el individualismo económico y la libertad de hacer lo que me venga en gana, o perecemos en el totalitarismo socialista. Así el crecimiento económico es la única llave a un estado impreciso -definido solo estadísticamente- llamado “desarrollo económico y progreso” al estilo del llamado primer mundo, hoy en pleno colapso. Porque habiendo entre los cultores poca lectura y/o comprensión lectora, han olvidado que existe la justicia prudencial y distributiva, virtud inherente a la función gubernativa y legislativa, ineludible a la hora de cimentar una legitimidad del estado que ordene la convivencia colectiva.
Respondiéndonos esas y otras preguntas enfocadas por la concordia a impulsar a nuestro querido Chile, crearemos lo que hoy está ausente del debate: la opinión pública, mediada por la razón, y no por la prensa y las empresas de encuestas, compradas ambas por agendas globalistas de los dueños del dinero mundial.
[1] Dicho de una persona Inculta, adinerada y jactanciosa.
Fuente: https://pabloerrazurizmontes.blogspot.com/2022/09/y-ahora-quien-podra-defendernos.html
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