24 de diciembre de 2021 

 

 

 

 

 

Pablo Errázuriz Montes


Ha triunfado en el torneo para ocupar la primera magistratura de la nación, el portaestandarte de la llamada “izquierda” Gabriel Boric Font. En la historia democrática de nuestro país el evento así definido como “triunfo de la izquierda” había sucedido antes; el triunfo del Frente Popular en 1938 y de la Unidad Popular en 1970. En ambos eventos anteriores, la influencia en la elección y en el desenlace de ambos gobiernos estuvo íntimamente relacionado con eventos políticos mundiales. En el actual acontecimiento también, como pretendo acreditar. Pero los eventos del 38 y del 70 se diferencian grandemente por las expectativas cifradas por sus respectivos partidarios, y especialmente por el perfil de quienes los lideraron.

El año 1936 se forma el Frente Popular que llevaría al poder a Aguirre Cerda en 1938. Pedro Aguirre Cerda, quien falleció en la mitad de su mandato, era un brillante self made man poseedor de dos títulos académicos, profesor de estado y abogado, y de un curriculum que lo acreditaba como el mejor entre sus pares. Su breve pero prolífico mandato legó al país instituciones que han dejado huella en la historia institucional chilena. A pesar de ser huérfano de padre de una prolífica familia sumida en la extrema pobreza, su carrera profesional y política fue intensa y meteórica. Las tensiones que debió soportar en la primera magistratura hablan de un estado de precariedad y pobreza del país derivado dentro de otras cosas, de las guerras globales que se desencadenaron en esos años. Los eventos mundiales daban cuenta de una tensión derivada de los desequilibrios económicos y bélicos de todos conocidos que causaron estragos en la ya débil economía chilena. Murió de tuberculosis en medio de su mandato, enfermedad que entonces representaba la primera causa de muerte a nivel mundial.

Luego de tres intentos fallidos de acceder a la primera magistratura, Salvador Allende se impone en 1970 por estrecho margen. La vida de Allende algo más holgada que la de Aguirre, también está marcada por la tenacidad; lo que manifestó al perseverar frente a sucesivos fracasos políticos. Poseedor de una personalidad fáustica, su trágico final fue coherente con su vida. Como proponía el poeta italiano de su época, Gabriel Danunzio, hizo del lema vivire peligorosamente, una conducta de vida. Una famosa anécdota lo retrata: por diferencias insalvables con su correligionario de partido Raúl Rettig, se batió a duelo de pistolas. Sostienen los testigos que los duelistas no eran familiarizados con las armas de fuego y por ello ninguno acertó, pero ambos tiraron a matar. Su mandato también está teñido por la conflagración mundial que casi nos llevó a la destrucción atómica global: la guerra fría. Su suicido no fue impulsivo; fue madurado y meditado. Así lo sugiere su monomanía de compararse con Balmaceda. Murió como vivió; al límite de sus capacidades.

Bastan estas ambas descripciones de las trayectorias de esos próceres para concluir que el liderazgo y las causas por las cuales Boric accede al poder, no tienen ninguna relación con la de sus congéneres izquierdistas. El curriculum de su líder y la holgura económica del país que le toca gobernar, dan cuenta de ello.

El curriculum de Boric nos habla de un joven protegido, hijo de una muy acomodada familia magallánica, que estudió en el mejor colegio de la plaza y que al trasladarse a Santiago lidera movimientos de protestas múltiples en la escuela de derecho de la Universidad de Chile, ex alma mater de las mejores mentes del país, hoy sumida en una mediocridad académica e intelectual, al parecer sin retorno. La decadencia de esa facultad se debe entre otras razones por la caótica convivencia de la comunidad universitaria, derivada de las tomas lideradas precisamente por Boric Font. En su estadía en la facultad nuestro joven líder no logró aprender las materias, fracasó académicamente, y hasta ahora no ha podido recibirse de abogado. Saltó al estrellato mediático por liderar desórdenes y protestas estudiantiles. Su aspecto desaliñado y contestatario dan cuenta de un estado mental y emocional, no solo de él, sino según pasaré a relacionar, de una generación completa.

Es así como, bajo el concepto “izquierdista” reconocemos fenómenos sociales de muy variada especie e incluso que entre ellos no podrían confundirse en un solo género. Estimo que, los fenómenos político-electorales del 38 y 70 difieren radicalmente del que estamos viviendo con la elección de Boric. Tanto el perfil de los líderes que los han encabezado, las circunstancias de los electores que por ellos han optado y los valores simbólicos o mitos que los acompañan.

Del perfil de los líderes ha quedado claro con la somera descripción de los personajes. Dos líderes que hicieron una carrera en un plano inclinado contra ellos, y que su empeño y tenacidad fue la condición necesaria de su éxito. Boric es un producto de un fenómeno que lo trasciende. En dos palabras; no es un líder propiamente tal; es un producto mediático, una imagen, un símbolo. Es lo que se llama, una figura. Es the right men in the right place.

Los fenómenos del 38 y del 70, son movimientos revolucionarios. Pretendieron cambiar un estado de cosas por otro aun inexistente; nos hablaban de una liberación pendiente de amplios sectores de la población que se sentían “oprimidos” por un sistema que los privaba de bienes y oportunidades. Aquí el lector me podría decir; pero si eso precisamente es lo que invoca Boric: liberación, superar opresiones.  En efecto eso es lo que se invoca, pero el elemento simbólico o mito discurre por otro lado. Lo que la revolución pingüina que lideró Boric y su generación buscan, es otra cosa, no es liberación; buscan protección.

La cuestión es muy paradójica; los revolucionarios del 38 y del 70 hablaban de sustituir el sistema capitalista para liberar a los oprimidos. Ambas palabras -liberación, opresión- nos conducen a imágenes de alguien que tiene potencias y voluntad que no puede ejercitar. El sistema capitalista sería una barrera o una losa sobre los oprimidos. Pero para nuestros actuales izquierdistas, la sensación de opresión proviene más que del sistema opresor, de la impotencia que el mismo sistema les inspira para encararlo. En efecto, la misma sociedad contemporánea ha deprimido las potencias de los individuos. Los individuos se sienten oprimidos, no porque exista una losa sobre sus cabezas, sino porque la ultra tecnología ha deprimido su fortaleza.

Es un hecho empírico: la población juvenil se alineó mayoritariamente con Boric. Pero hay elementos para pensar que la motivación generacional no pretende que elimine el sistema de mercado y consumo, sino que eligió a Boric para acceder fluidamente a estos llamados bienes del capitalismo de modo garantizado. Una generación que se auto percibe como impotente para encarar la realidad cruda de una sociedad libre. Una generación que necesita protección de un ente tutelar superior. Pretende un Estado protector, pero no coercitivo. Nada de dictaduras del proletariado. Nada de “opresiones” que prohíban la droga. Prohibido prohibir. Nada para las obligaciones. Todo para los derechos. Es esta la generación de la fragilidad.

¿Quién hizo posible estas expectativas de un mundo sin límites? Se podrán invocar “pensadores” de la escuela francesa post marxista. Pero no me refiero con la pregunta a los que teorizaron que esto era posible -que a mi juicio son iguales que los economistas teóricos; que te dicen lo que va a suceder y después te explican por qué no sucedió-. Me refiero a las condiciones de posibilidad fácticas y materiales, que ha hecho posible esta expectativa de gratuidad ante la vida. Y mi respuesta apunta paradojalmente a aquel gran demonio de estos mismos revolucionarios de la fragilidad: el satánico neoliberalismo. Yo por razones conceptuales no lo denomino así porque el concepto como tal, no tiene fronteras y por tanto no es un concepto. Yo lo denomino la sociedad de consumo sofisticado, la de las comunicaciones al instante, la de la comodidad doméstica y cotidiana, la de los viajes por el mundo sin límites, la del sexo sin límites, el de los automóviles y aeroplanos que no fallan, la de los smartphones que te permiten decir sin límites territoriales ni de número de receptores, lo que se te viene caprichosamente a la cabeza, sin consecuencia alguna. La de la sociedad sin costos. En resumen, la sociedad que se nos “apareció” hace muy pocos años, no más de 20, y que mantiene en constante perplejidad a occidente.

No; dice la generación de la fragilidad; no queremos eliminar el sistema que permite estos bienes. Solo queremos gozarlos sin límites. Esta generación acepta la sumisión al estado con tal de gozar de manera garantizada de esos bienes. No aspiran a la libertad positiva: aquella que reza -Quiero que mi vida y mis decisiones dependan de mí mismo, y no de fuerzas exteriores, sean éstas del tipo que sean-. Y no la quieren porque la libertad positiva demanda de quien la ejerce la aceptación del riesgo y la fortaleza para superar el miedo que ese riesgo produce en todos los corazones humanos. La generación de la fragilidad solo aspira a la libertad negativa, aquella que dice: Soy libre en la medida en que ningún hombre ni ningún grupo de hombres interfieren en mi actividad[1].

En consecuencia, si el líder que encabeza esta cruzada de la fragilidad es una persona sin trayectoria que acredite su fortaleza y su competencia para encarar los graves problemas que demanda la administración del Estado, no importa. Es mejor lidere uno de sus iguales; que no ha podido encarar y ha sido superado en sus circunstancias. Esa es su mejor carta de presentación. Es el hombre débil por definición. La imagen simbólica que se ofrece es la de un elegido tan víctima del sistema como los electores.

¿Cómo vencer esta rebelión de los impotentes? ¿Cómo seducir a las mayorías para que su demanda sea tanto por libertad positiva como negativa? ¿Cómo imponer la idea fuerza que deviene del sentido común, y que señala que, una colectividad solo funciona de manera justa cuando cada miembro está primeramente dispuesto a sacrificar una parte de su libertad negativa? En dos palabras; que la sociedad funciona como tal, en tanto se respeten los deberes antes que los derechos.

La derecha política, supuestamente la defensora de las ideas de la libertad positiva, ha pretendido hacerlo a través de ofrecer más y mejor protección. Aquello es completamente absurdo. Es como si él párroco del barrio ofrezca, para obtener mayor feligresía, abrir una discoteque o un bar con música en vivo.

Porque el dilema no es económico sino cultural, la cuestión que debería plantearse de manera binaria, es la actitud que adoptamos frente a este nuevo mundo de la técnica; lo que quiero encerrar bajo el concepto de la sociedad de consumo sofisticado. Sociedad tan inmensamente seductora y de la que la mayoría de los compañeros, compañeras y compañeres, partidarios del gobierno electo no quieren privarse. La actitud frente a los fácticos límites humanos, que la sociedad de consumo sofisticado nos ilusiona con disolver.

Nostálgicos de una revolución proletaria de verdad, han de estar comunistas que acompañan a Boric en su coalición. Querrán obviamente inclinar el proceso político hacia la “transformación de las estructuras económicas de producción”; motivación que hoy aparece avinagrada y retrógrada para la juventud que mayoritariamente ha marcado su opción por Boric. Comunistas retro que anhelan una réplica del Frente Popular del 38 o de la Unidad Popular del 70. Y la derecha, tan lerda en la comprensión de los procesos sociales, estaría también en “su salsa” al hacer una oposición parecida a la del 70 en que impuso los valores simbólicos del capitalismo. Pero estimo que, nada de eso sucederá. Incluso, parte relevante de la llamada derecha está actualmente permeada de los valores anticulturales que animan la rebelión de los impotentes, con pequeñas dosis de autonomía personal. Está contaminada de progresismo.

Por último, cabe hacerse la pregunta; ¿es este fenómeno de la rebelión de los impotentes, un fenómeno chileno o global? La respuesta es la misma que para los eventos del 38 y del 70. Somos nuevamente la nación laboratorio de prueba. El fenómeno es seguido e impulsado por fuerzas políticas globales. Así lo demuestra el enorme apoyo financiero que la candidatura de Gabriel Boric concitó. Fuerzas políticas que a nivel mundial impulsan la ideología de la post humanidad unlimited, de la que forma parte el apostolado LGTB y otros desvaríos globales como el veganismo, animalismo y ecologismo radical, por nombrar algunos.

El camino hacia la derrota política de esta rebelión de los impotentes es extremadamente compleja. Compleja porque la velocidad del cambio social nos tiene perplejos rastrojeando en los conocimientos filosóficos y religiosos acumulados por la humanidad desde que el homo sapiens se puso a pensar, y nos cuesta encontrar la fórmula y la respuesta. Complejo porque el miedo a quedarse en la berma del camino impulsa a muchos a respuestas reduccionistas y fáciles. Complejo porque quienes ocupan posiciones de poder en la llamada derecha política, ven como la solución para mantener el apoyo popular, ceder y conceder a la ideología progresista del post humanismo tildándola como irremediablemente instalada. Compleja porque no tenemos nítidos referentes intelectuales en nuestro hemisferio occidental que propongan una praxis de reacción. Complejo porque la capacidad financiera de nuestros contendores progresistas a nivel global es enorme y sin límites conocidos. Compran y controlan editoriales, consorcios de prensa, radio y televisión como quien se compra un paquete de cigarrillos.

Solo aspiro que esta batalla nos demande sudor y lágrimas, pero no sangre. El peligro existe porque no hay nada peor para la paz que los pacifistas. Y el pacifismo insustancial y superficial de los compañeres es un buen caldo de cultivo para la violencia.

Que Dios guarde a nuestra patria.


[1] Isaiha Berlin; Dos conceptos de Libertad

Fuente: https://pabloerrazurizmontes.blogspot.com/2021/12/boric-la-rebelion-de-los-impotentes-y.html

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