... a Propósito del Programa del Frente Amplio
3 de junio de 2021
Pablo Errázuriz Montes
A riesgo de ser lapidado por la comunidad erudita quiero provocar al lector a reflexionar, de qué manera la erudición y el academicismo contemporáneo nos tiene sumidos en un pozo de confusiones. Todos conocemos el apotegma socrático “solo sé que nada sé” supuestamente expresado por Sócrates, el famoso tábano de Atenas; obviamente una hipérbole del petiso ateniense para desnudar la arrogancia intelectual de los sofistas. Estos últimos personajes de Atenas que hoy podríamos ver representados en la academia por doctores, doctorandos, Phd, post doctorandos y otras subespecies de eruditos.
Luego de la formidable proeza intelectual del otro pequeño gigante, Inmanuel Kant, la filosofía alemana se desborda en pensadores que han legado a la humanidad algunas ideas luminosas, pero también bastantes confusiones. Muchos de ellos despreciando o derechamente abandonando la claridad [1] y por consecuencia el respeto hacia el lector; sea de manera deliberada o por falta de destreza en el uso del idioma. El resultado de esta obscuridad es que algunas “célebres” obras -por causa de esta confusión- sirven para un barrido y un fregado. Es el caso de Hegel, quién a mi juicio inicia una carrera, que tiene a la filosofía contemporánea sumida en la confusión más patética; donde la erudición pareciera que se mide en la aptitud para confundir más que para iluminar. A través de su obscuridad Hegel sirvió de fundamento tanto para un neo espiritualismo, como para la genocida doctrina del comunismo.
En efecto, es Hegel el que genera una implícita jerarquía de los pensadores, donde los más eruditos pretenden ser los creadores de Sistemas de Pensamiento. Estos sistemas son las cuevas protectoras que nos permiten una sensación de control intelectual sobre la confusa realidad; esa que se encuentra allá afuera de la cueva. Los sistemas de pensamiento son aquello que nos permite tener una supuesta respuesta para todos los fenómenos de la realidad. En estos oscuros pero protegidos refugios, es donde afloran esos gigantescos hongos que son las ideologías. El último estadio del refinamiento de los sistemas de pensamiento, que provocan la esclerosis del entendimiento hacia la realidad circundante y el desprecio intelectual hacia ella.
También hay filósofos que al igual que el pequeño Sócrates, pretenden ser nuestros tábanos contemporáneos, pero la academia se encarga de darles una cicuta mucho más amarga que la que debió soportar el ateniense: el azote de la indiferencia, el olvido; el desinterés hacia ellos por haber cometido el pecado de tironear hacia fuera de la caverna a sus lectores. A veces se les cita de nombre para demostrar respeto reverencial hacia ellos, pero se ocultan e ignoran sus ideas y obras. Todo el que no se cobije dentro de un sistema, y dialogue bajo el paraguas de un “marco conceptual”, está fuera de la academia. Estos parias forman legiones en el mundo. En Chile por nombrar algunos: el ignorado Jorge Millas y el recientemente fallecido Humberto Maturana, quien luego del duelo y su superficial difusión por el mundo políticamente correcto (y por periodistas que no entienden lo que leen), será archivado e ignorado por la academia por osar pensar sin marcos conceptuales aceptados.
El desiderátum de esta confusión de hierofantes de la filosofía, lo representa la escuela autodenominada post estructuralista francesa[2]. Si la obra de Hegel es confusa y da para más de una interpretación, lo de los hierofantes franceses de la filosofía contemporánea es una verdadera adicción a lo confuso. “Que cada uno saque las conclusiones que quiera” pareciera ser el lema. Es así como algunos ven una cosa y otros otra en Foucauld o Derridá [3]. Pero gracias a haberme dado “la lata” de intentar nadar en sus cenagosas y turbias aguas, reconozco su idioma o más bien su jerigonza.
¿Pero qué importancia tienen para nosotros chilenos, lo que digan este ramillete de diletantes franceses?
Al leer el programa de gobierno del candidato presidencial Gabriel Boric, elaborado según él, por más de 450 “expertas y expertos”[4] según el postulante a la dignidad presidencial, me encuentro con esta jerigonza y reconozco entonces el “marco conceptual” en el que se desenvuelven los auto declarados expertos.
Cuando estos adictos a la confusión semántica se encuentran encerrados en la academia, no causan más pérdidas que el patrimonio de los padres que pagan la universidad y el tiempo de los pobres alumnos que los escuchan. Pero cuando este verdadero paquete de virutilla conceptual accede o pretende acceder a la primera magistratura de la nación la cuestión nos afecta a todos.
Lo que se reconoce en el programa del señor Boric, es un total y completo desprecio por los datos que nos provee la realidad empírica en aras a un relato más o menos trasnochado pero adobado con la novísima doctrina de género. Todo bajo un envase y una falsa épica como de novela. Una gráfica donde aparece un Kombi Volkswagen que fue el símbolo de la revolución de las flores californiana de los 60 ¡del siglo pasado! rodeado de montañas de colores. Una visión onírica de un socialismo que fracasó hace 50 años en Chile, y a través de datos taxativamente erróneos de la realidad empírica se pretende envolver una propuesta fácticamente totalitaria de gobierno globalista, sin respeto a la soberanía nacional, bajo le égida de la agenda 20-30, patrocinado por la burocracia totalitaria de las Naciones Unidas y sus generosos dinosaurios ultra capitalistas. Tiene también algunos aderezos de comunismo maoísta y muchas, muchas, muchas; intenciones sin una descripción de cursos de acción para lograrlas.
Si los electores se dejan engatusar por este tratado de demagogia sofista, quiere decir que se merecen ser gobernados por tiranías burocráticas que propone Gabriel (así se le nombra). Espero que los tábanos chilenos hagan su trabajo de desnudar que el rey Boric va desnudo.
Gabriel; repite conmigo: solo sé que nada sé.
[1] Al decir de Ortega y Gasset
[2] Se disputa mucho entre los sabios de la academia sobre los nombres, categorías y subespecies de estas “escuelas”
[3] Foucauld es el único -quizá no tan confuso en su retórica, pero sí en sus conclusiones- que me he dado el trabajo de leer una obra hasta el final, porque Derrida, Guatarí y Lacan a un tercio o menos de sus “reconocidos” aportes intelectuales, he abandonado su lectura bajo la convicción que me estaban tomando el pelo
[4] Esto de repetir los dos géneros de los artículos es de una irritante monotonía como cuando los musulmanes repiten allhu akbar entre cualquier frase.
Fuente: https://pabloerrazurizmontes.blogspot.com/2021/06/desde-el-solo-se-que-nada-se-socratico.html
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