28 de mayo de 2021
Pablo Errázuriz Montes
Todos conocemos los perjuicios que representan para la salud las adicciones. El tabaquismo ha sido combatido con cierta eficacia por normas imperativas que han arrinconado socialmente a los fumadores, al punto que, fumar es hoy dificultoso y hasta humillante; pero no por eso deja de cautivar a millones de seres humanos en el mundo. La comida chatarra es hoy la gran adicción de multitudes que padecen obesidad, pero que no pueden abandonar el hábito por que el cuerpo del obeso se encuentra arrinconado por las llamadas grasas saturadas que le envenenan y le generan angustia si decide abandonar la adicción. En síntesis, las adicciones generan un círculo vicioso en el cuerpo que te va destruyendo poco a poco los equilibrios fisiológicos del cuerpo.
En materia sociopolítica también se da este fenómeno de las adicciones del modo que pasaré a explicar.
Los seres humanos en nuestro afán de vivir en el mundo, buscamos comprender la realidad y proyectarnos en el tiempo. Usando de la inteligencia que disponemos, utilizamos dos mecanismos para ello; hacemos un escrutinio de la realidad que nos rodea para tener un diagnóstico de la misma, y proyectamos una realidad futura. Lo sano es que esa realidad proyectada sea consecuente con las circunstancias de la contingencia que nos toca vivir. Si proyectamos un futuro que no pondere adecuadamente nuestra circunstancia presente, es muy posible que la realidad proyectada no se transforme jamás en realidad. Nos basamos en una realidad descriptiva – el ser de las cosas- para proyectar una realidad prescriptiva – el deber ser de las cosas-.
El formarse un juicio de la realidad, no resulta cosa tan sencilla. Se necesita un arsenal de información para que ese juicio de la realidad atine a describir lo que realmente son las cosas. Ese arsenal de información es el fruto de un trabajoso afán de las generaciones de seres humanos que nos han precedido; afán que se remonta desde que el homo erectus se proyectó fisiológicamente en lo que hoy somos. Pero sucede a menudo en el devenir de la historia que la realidad nos supera con sus cambios, y la perplejidad que deriva de esos cambios gatilla un bloqueo de la inteligencia. Algo así sucede hoy en el mundo. Los cambios tecnológicos de las últimas décadas han sido de tal envergadura, que el mismo hombre con sus acciones, ha generado una realidad artificial sustituta a la que fisiológicamente estábamos preparados para comprender. Circunstancias basales donde nos desenvolvemos tales como la familia, el estado o sociedad política, el comercio, el entorno natural, el modo de ganarse la vida; tienen una fisonomía completamente distinta a la que tenían en la época de nuestros padres, abuelos y bisabuelos; que muy a menudo no comprendemos. Nuestra programación mental tiene una secuencia histórica y la capacidad de mutación de nuestra psique demanda generaciones.
¿Qué deberíamos hacer como individuos o como sociedad para superar esta perplejidad? Detenernos, ensimismarnos individual y colectivamente, investigar, reflexionar; y en base a un juicio prudencial proyectar un futuro que sustituya los errores que hemos cometido en las últimas décadas y aproveche las oportunidades que ofrece las maravillas de la creación divina y de la creación humana.
Pero esa conducta no la percibo suficientemente en el mundo contemporáneo. Más bien lo que percibo es una peligrosa adicción a la irrealidad.
El círculo vicioso de un obeso es que tiene una condición adversa de exceso de grasas en el cuerpo por consumir comida chatarra, y cuando su organismo le demanda energía, su cuerpo le provee los lípidos que almacena. Y como los lípidos que almacena provienen de grasas saturadas, entonces fluye a su torrente sanguíneo lípidos con elementos tóxicos que le generan malestar; y debe ceder a su adicción de comer más comida chatarra para superar su malestar y así sucesivamente hasta demoler los equilibrios de su organismo, y generarle los costos sanitarios, sociales y sicológicos de ser obeso mórbido.
Así sucede con las ilusiones irreales en nuestro país y en el mundo contemporáneo:
Ejemplo 1) los males del mundo son por el sistema neoliberal y la solución, sustituirlo por un sistema socialista de “solidaridad” social. Pero se ha comprobado que eso no funciona histórica y fácticamente en el mundo contemporáneo. Cruzamos el túnel del Cristo Redentor y nos damos cuenta que el socialismo argentino provee pobreza, discordia, injusticia y malestar desconocidos para nosotros. No importa esa realidad. Agreguemos más irrealidad; es cuestión de calidad de gestión. Nosotros lo haremos bien y ellos lo hacen mal. Más socialismo nos llevará al verdadero socialismo, aquel socialismo de las ensoñaciones utópicas.
Ejemplo 2) Los males de Chile se deben a la constitución de Pinochet. Hay que sustituirla. Pero la constitución de Pinochet, que no es de Pinochet, no dice nada más ni nada menos que lo que dicen todas las constituciones que han existido en la historia de Chile y en el mundo contemporáneo. No; responden los irrealistas; debatiremos todo y sustituiremos todos los rasgos “autoritarios” de ese texto que es la causa de nuestras desgracias. Pero aquello traerá más discordia que la que ahora soportamos, y los problemas de Chile y del mundo son otros y seguirán pendientes. No importa; aferrémonos con fe a esta irrealidad para seguir adelante y alimentemos esa irrealidad con nuevas irrealidades.
Ejemplo 3) Existe una pandemia. Pero sucede que la enfermedad propagada no genera un número significativo de víctimas para que esa enfermedad pueda denominarse pandemia. No importa. Los protocolos así lo señalan y la OMS así lo ha decretado. Se detecta la enfermedad a través del examen de PCR. Pero la ciencia dura señala que el PCR no detecta enfermedades virales y prueba de ello es que los positivos al examen en su enorme mayoría no hacen esa ni ninguna enfermedad. No importa; tomemos decisiones de salud pública basadas en ese dato. Pero sucede que las medidas sanitarias adoptadas encierro, mascarilla y vacuna; no eliminan ni moderan la propagación de la enfermedad y evitan lo que científicamente se conoce como inmunidad de rebaño. No importa; la irrealidad está ya internalizada y se debe justificar con nuevas irrealidades. Pero el daño a la convivencia social, a la economía de las familias etc. etc. etc. No importa; sigamos adelante.
¿Qué hacer para recobrar el equilibrio? Mi receta: la humildad. Lo que los creyentes llamamos el santo temor de Dios, que para un no creyente es una conducta casi incomprensible. Sapere aude diría Kant. Todas las recetas se resumen en una: ¡detengamos esta locura!
Fuente: https://pabloerrazurizmontes.blogspot.com/2021/05/la-irrealidad-como-adiccion.html
.