20 de diciembre de 2020
Por Pablo Errázuriz Montes
Locura es hacer lo mismo una y otra vez, y esperar resultados diferentes
(Albert Einstein)
El líder es quien tiene una idea sobre lo que el futuro debe ser y la voluntad de vanguardia en el afán de hacer realidad ese futuro.
En Chile, lo que desde el término del gobierno militar se llama La derecha, es una amalgama de personas más o menos bien intencionadas, que reaccionan con diferentes perspectivas a un mismo fenómeno que es La izquierda. Es la izquierda quien ha perfilado lo que es la derecha en las últimas décadas. Tras las caras visibles que representan la derecha, esta ha sido conducida por los hombres de negocio. Individuos exitosos y racionales, que han aportado al país en las últimas décadas, lo que el país no tenía: riqueza material. Se han beneficiado ellos, pero -con algunas excepciones- han beneficiado también al país. Este fenómeno es congruente con un síndrome que ha padecido la derecha a través de la historia: el espíritu de fronda. Aquel que definiera Edwards Vives. ¿Cómo se manifiesta este síndrome?: La derecha tiene alergia a los líderes. Estos hombres de negocios con la lógica del mercadeo que funciona en su oficio de empresarios, han definido los que nos deben conducir; y de esta forma han impedido que la derecha sea conducida por líderes reales.
En las postrimerías del gobierno militar, el líder natural de la derecha era Sergio Onofre Jarpa vanguardia de mil batallas que nos liberaron del comunismo, de una guerra con Perú y de una guerra con Argentina. Los conductores de la derecha se apuraron en neutralizarlo e inventaron una figura; Hernán Buchi Buc. Lo conocí precisamente en la campaña presidencial. Un tipo honesto, brillante ingeniero, experto en economía y super especialista; pero la antítesis de lo que es un líder político. Perdió.
Luego, dando por descontada la derrota y satisfechos que la izquierda gobernaba el país conforme a sus convicciones mercantiles, eligieron a una figura simbólica: Arturo Alessandri Besa, abogado simpatiquísimo, administrador del nombre de la familia, operático; pero líder en absoluto. Perdió.
En la siguiente elección aparece en el horizonte la figura del mercadeo por excelencia, el hasta hoy incombustible Joaco Lavín. Y es aquí donde – siguiendo el verbo tan manoseado de Vargas Llosa- se jodió Chile. ¿Por qué? Porque sucede que la receta del mercadeo político “casi” tuvo éxito. Lavin, quien no tenían mínimas ideas claras y precisas de lo que Chile es, y lo que debería ser, analfabeto en historia, filosofía y humanidades; un ingeniero experto en economía y marketing; puso en jaque el triunfo del indiscutido y mundialmente reconocido mejor líder de la izquierda post Pinochet: Ricardo Lagos. ¿Por digo que se jodió Chile? Pues porque la izquierda se compró la lógica de las figuras marketeras. Los líderes políticos era parte del pasado. En lo sucesivo había que escoger figuras.
Surge entonces la figura. No importa que hubiese trabajado para la Stassi en Alemania comunista. La “limpiaron” con unos cursillos de seguridad nacional en EEUU, y ya está: tenemos figura. Con su pelo rubio de clase alta pero su cara redonda de mamá de pueblo, su título de medicina trucho, su sonrisa permanente, su nombre en francés que cualquiera madre de clase popular quisiera para su hija. De esta rock star disfrazada de tanquista o con estetoscopio al cuello emergió nuestra ruina. Doña Michelle, sin las mínimas aptitudes para ejercer la primera magistratura de la nación, pasó piola administrando (si es que lo hizo) un país que en su primer período era un fórmula 1.
Luego, nuestro segundo terremoto. La gran figura de la derecha aggiornada. Sebas: Hombre de negocio, billonario (hoy tri) en dólares, de padre y madre de fronda y nomenklatura democratacristiana, absolutamente ignorante en humanidades, arte, historia. Como le negaron el ingreso al partido de sus mayores por su obscuro curriculum comercial, opta por la derecha; se compra un curul en el senado y un partido político completo. Como don Chuma de Condorito: no se preocupe por gastos compadre.
Lo demás no es historia; es tragedia griega. Y como sucede en ese género, todo espectador habiloso preveía el final, menos los chilenos que estaban en el escenario. Caos, ruina y demolición de una obra que había dado los mejores frutos de la historia de la República. Completaremos dieciséis años con el país desgobernado por personas que NUNCA tuvieron los mínimos méritos y talentos para ostentar el cargo.
Y aquí viene lo más espeluznante: ¡Los partidos de la coalición de derecha presentan nuevamente figuras de marketing! Esto ya no es tragedia, es una película de terror; es una rutina macabra.
El guapetón que vivió en una casa de cartón, que es de izquierda porque eso pega pero representa a la derecha (¿?), el demagogo que habla con las banderas de la izquierda y lidera un partido de derecha, el eterno Joaco con su cara de alumno mateo. Hay más: Falta el rubio lindo que se viste con el apellido de su padre.
Y los hombres de negocios, con el desgastado expediente de las encuestas de opinión y control de los medios, desde la tramoya pretenden conducir esta danza macabra. Además siguiendo su espíritu de fronda, poniéndole palitos en los rayos al único líder que podría recomponer un orden político despedazado: José Antonio Kast.
Yo creo que las brujas de Macbeth no podrían haberlo hecho mejor.
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