22 de julio de 2020 

 

 

 

 

 

Pablo Errázuriz Montes


Algo pasó en Chile – y al parecer en el mundo entero- que vivimos en una permanente alteración emocional e intelectual. Lo que parecía indiscutible, hoy lo es. Lo que parecía convenido, ya no lo es. Crisis, es un cambio profundo y de consecuencias importantes en un proceso o en una situación; o en la manera que estos procesos son apreciados. En tal sentido, existen crisis objetivas y crisis subjetivas.

No es fácil identificar “la causa” de esta alteración. Haciendo una comparación, al contrario de lo que sucedió en nuestras crisis 1929-1932 y 1970-1973, aquellas fueron causadas por urgentes carencias que afectaron a gran parte de la población. La crisis actual, carece de causas objetivas indiscutibles. Hoy, la pobreza extrema es casi un objeto de arqueología en nuestro Chile. Nadie racionalmente lo puede negar. Los que conocimos la pobreza en Chile, sabemos de lo que estamos hablando. Sin embargo, nadie racionalmente puede sostener que el malestar no existe y que es una simple triquiñuela de conspiradores para mover a las masas tras sus aviesos objetivos.

Si las crisis del 1929-32 y 1970-73 tenían un sustrato objetivo en la cual se fundaban, la solución, aunque difícil, era previsible. Las partes que se disputaban el liderazgo creían tener recetas para su solución y confrontaban esas recetas. La pregunta era; que hacer, para que las necesidades básicas de la población fuesen satisfechas. Por el contrario, el sustrato de la actual crisis, es fundamentalmente subjetivo. Por tal razón, difícil de precisar de manera univoca.

El hombre es una excepcional creatura que se pre-ocupa. Los restantes seres vivos viven el presente. El hombre se imagina lo futuro, tiene expectativas. Quiere “fabricarse” una realidad futura. Desea, mas allá de lo puramente animal que es comer, sobrevivir y reproducirse.

Pero el arte de desear no es cosa tan simple. En nuestra sociedad compleja inaugurada en la segunda mitad del siglo XIX y cuya magnitud de complejidad, hoy supera nuestra capacidad de comprensión; se manifestó el fenómeno de la masificación del individuo. Las personas cada vez menos desearon por si mismas. Respondieron al síndrome del nuevo rico; desearon lo que alguien externo a ellos mismos les propuso desear. Dicho esquemáticamente, han sido las élites las que desean cosas y las masas solo les ha cabido optar por una u otra alternativa ofertada.

Dicho esto, cabe preguntarse entonces, qué desean las élites. Y para ello es menester distinguir en el arte de desear las opciones que te ofrece el mundo presente, y las opciones de un mundo futuro. Porque desear lo que aún no existe, desear lo futuro, es exclusiva y excluyentemente humano. Y en la calidad de ese futurismo se manifiesta el genio o el demagogo. En un bloque de mármol, Miguel Angel Buonarotti, vió dentro de él, al David.

Entonces ¿Qué desean las élites? ¿Qué mundo nos ofrecen como opciones para el futuro nuestro y de nuestros hijos? Concretamente en Chile, ¿Cuáles son las opciones que se nos ofrecen para el Chile futuro?

Hasta hace veinte o quince años atrás, nos encontrábamos alineados entre colectivismo o individualismo; opciones que, aproximadamente coincidían con lo que se llama derecha e izquierda. La derecha individualista, la izquierda colectivista. Hoy derecha e izquierda – al menos las representadas en el parlamento – se alinean con el colectivismo. Hay consenso entre los actores políticos vigentes que más de un tercio de nuestro trabajo individual debe ir al papá fisco, para que este resuelva que hacer con nuestro esfuerzo acumulado[1]. Hay consenso entre nuestros honorables, que el Estado crezca y crezca para “proteger” mejor a la población. Algo que le fascina a la izquierda y que los que votábamos a la derecha nos repugna. Pero la solapada verdad en la degradada política contemporánea no manifiesta un afán por el bien común, sino una lucrativa carrera de demagogos, cuya “prosperidad” depende del crecimiento del Estado protector.

Antaño, la derecha era defensora de los valores tradicionales; patria, familia, honor, responsabilidad personal con la consecuencia de sus actos. La izquierda se manifestaba propicia a la plasticidad de esos valores, pero respetándolos a grandes rasgos[2].

Hoy, somos testigos como un gobierno elegido por la “derecha” -contra lo que explicitó en un programa de gobierno, ejecuta una política global de despotenciamiento de la familia a través de la confusa agenda de género. Agenda que tiene dos pilares: propiciar la discordia por sobre la concordia entre los sexos y en particular en el matrimonio; y promover las aberraciones sexuales, dándole una supremacía moral a la homosexualidad. La misma derecha política ve con “apertura de mente” planes educativos que hace 20 años llevarían a sus autores a la cárcel por corrupción de menores. En efecto, se propone un plan que prescribe “educar” a nuestros hijos y nietos en la tolerancia y promoción de diversas especies de aberraciones sexuales. Todo esto en un gobierno de “derecha”.

Antaño, la izquierda era protectora de la llamada clase trabajadora, y de la participación creciente de esta en la distribución de la riqueza. Fuimos testigos empero, en el último gobierno de izquierda liderado por la líder global Michelle Bachelet, como a espaldas de sindicatos, trabajadores y clases populares, se ejecutó entre gallos y medianoche, una mega operación de ingeniería social para “instalar” ciudadanos extranjeros incalificados, pulverizando el mercado laboral en perjuicio de esa clase trabajadora. Todo ello trasgrediendo de manera sórdida, las normas legales y constitucionales que regían la materia.

El gobierno de “derecha” del actual mandatario, se hace eco de una agenda global sanitaria, que literalmente pulverizará la prosperidad económica adquirida tras largos años de esfuerzo, basada en un virus que existe como existe cualquier gripe, pero que no es enfermedad porque no mata a las personas por sí mismo, sino que mata a los que morirían sin la concurrencia del virus. En otras palabras, se hace eco de una tramoya destinada al control de la población global, a costo de la pobreza y ruina de la población local.

Los fenómenos descritos se resumen como sigue: Todo lo relevante que hacen los gobiernos en Chile los últimos diez años, todas las decisiones gubernamentales que nos cambian la vida y afectan radicalmente nuestro futuro y el de nuestros hijos, se debe a decisiones tomadas en sordina, a espaldas del pueblo, legitimadas por el voceo de los medios de comunicación de masas, pero sin consulta previa a los ciudadanos. Vivimos un totalitarismo de facto, y lo que deseamos los ciudadanos no tiene ninguna relevancia. Peor aún; si observamos lo que sucede en otros países a lo largo y a lo ancho del mundo, resulta de una asombrosa y escalofriante identidad. Sucede exactamente lo mismo.

Las masas deseaban las cosas que deseaban las élites. Pero ¿Qué desean hoy por sí mismas las élites? A riego de ser “atropellado” con calificativos por parte de la nomenclatura comunicacional leal al globalismo[3], mi apreciación es que las élites han sido cooptadas por un poder global. Es verdad que siempre existió influencia imperialista en naciones pequeñas como la nuestra. Los actores de la segunda guerra mundial y después de la guerra fría, se disputaban influencias sobre diversos sectores políticos locales. Pero en un orden de magnitud muy inferior al que hoy día se observa.

Hoy el imperialismo como lo conocimos en el siglo XX no es el que se manifiesta. Los llamados imperios también son sujetos pasivos del fenómeno. Existe hoy un poder global para-estatal, que concertado, concentra miles de billones de dólares, superando el gasto fiscal de las potencias más ricas de la tierra. Con una fracción menor de esos billones, financian y “premian” (con la técnica zanahoria y garrote) a universidades, medios de comunicación de masas, agencias de publicidad y de medición (encuestas), partidos políticos, políticos individualmente y sus familias, artistas, líderes de opinión, programas de post grado, P.h.d, doctorados, post doctorados, campañas de protección de los pobres, de la ecología, de los pájaros,  de los mamíferos, de los dinosaurios, oenegés de homosexuales, travestis y un larguísimo listado de etcéteras.

¿Cuál es el origen de su poder? ¿Acaso el contenido de su agenda? ¿Acaso la visión explícita y transparente de su “ideales” respecto de la humanidad?  Porque todos los seudo ideales globalistas; lucha entre sexos, gay frendly, ecología verde etc., son de una superficialidad tal, que no resisten el escrutinio racional. El origen de su poder y enorme capacidad de penetración e influencia es el dinero. El dinero gastado a raudales que “compra amistosamente” voluntades.

Nuestras élites de derecha y de izquierda entonces, no solo no tienen ningún “ideal” indiscutido que mostrar, sino que deben ocultar sus agendas por impresentables. Por ejemplo, Bachelet no salió en cadena nacional para explicarle al País por qué y con que objetivo haría la operación de migración de haitianos. El tráfico humano más numeroso de nuestra historia, y con un impacto negativo para los jóvenes cesantes chilenos, por la cual, personas de otra raza y que hablan otro idioma, ocuparían sus potenciales puestos de trabajo. El diputado de la UDI Bellolio no explicó de cara a sus votantes, por qué razón vota a favor de la educación llamada ambiguamente “de género” contra los principios de su partido. Todo en las grandes esferas se hace en sordina; pa´callao. También En el ámbito extra estatal, universidades católicas pontificias (así se presentan) tienen una formación doctrinaria (no descriptiva sino prescriptiva) contraria a los mandatos de la iglesia de Roma. También en sordina. Podría nombrar un larguísimo listado de ejemplo lo que excede el relato de este artículo.

Se suma a esta orquesta la televisión y la radio pública, cooptada por los grandes referentes mundiales de comunicación social, quienes han dejado su tarea informativa para ser aleccionadora de la fracción más dócil de la población. Goebels es un niño de pecho comparado con el martilleo cerebral que desarrollan donde “comunicadores” con ínfulas de intelectuales, dan cuenta de una irritante superficialidad y carencia de elementos de juicio, en la tarea de imponer verdades y combatir la disidencia a esas verdades oficiales. En Chile, las radios FM y canales de TV pública se encuentran en poder de 4 o 5 manos controladas en gran parte de ellas por referentes comunicacionales transnacionales, obsecuentes cuando no partes mismas del concierto globalista. También los medios de información participan en estrategias de desinformación, ocultando los fenómenos más impresentables del globalismo. Cualquier referente de la comunicación social que se quiera “pasar de listo” es inmediatamente “reeducado” expulsado o anatemizado.

Como señalé, en el siglo XX el sustrato de este orden de cosas, fue la docilidad de las masas, acostumbradas a desear lo que les digan que deben desear. En nuestro siglo se ha llevado al extremo esta dinámica de masas. Pero lo novedoso es que ahora son las élites los “ositos de feria” que saltan las argollas que pone el domador.

Este malestar difuso pero intenso, ha servido para que comunistas y otros revolucionarios de segunda hornada, que aun beatamente creen en la revolución al estilo asalto del palacio de invierno, canalicen mediante un narco lumpen su sueño afiebrado de edificar la nueva sociedad socialista. Mala noticia para ellos es que el malestar camina por otro lado. Tiene su origen en la carencia de objetivos y de claridades de vida sobre los cuales las nuevas generaciones puedan caminar sobre suelo firme. Estamos, creo yo, próximos a una fractura de la sociedad de masas que ordenó al mundo post 1945.

Este escenario lejos de ser apocalíptico representa un regalo del cielo; una gran oportunidad para quebrar la dinámica de la sociedad de masas. Se respira una saturación entre las personas que buscan ser dueñas de sus destinos, y observar el mundo y formarse juicios sobre él, desde su perspectiva personal. Kant estaría fascinado, porque esta situación nos ha abierto las puertas para el sapere aude.  No hay posibilidad alguna de colgarse de los deseos de las élites porque estas no existen como tales, o no tienen deseos en absoluto. De la aristofobia colectivista de los años 1960, deberíamos migrar a la aristofilia. En vez de odiar a los elegantes y distinguidos en el profundo sentido de esas palabras, la juventud incómoda de la tutela del Big Brother, buscará la distinción. Nos aproximamos a la disyuntiva donde no habrán medias tintas. O te resignas a ser un cordero obtuso y obediente de los matinales de la TV, o te dedicas a observar el mundo, fijar tus objetivos personales y familiares por ti mismo y conducirte genuinamente como un individuo (alguien no dividido sino uno mismo). Se prestigiarán solo aquellos que aporten verdad y claridad. En la única comunidad humana existente de verdad: la que comparte experiencias vitales reales, quienes aportan claridad (la aletheia filosófica) con su palabra, su pensamiento y su perspectiva del mundo, serán los nuevos referentes. Aquella sociedad humana de ayer y de siempre, que valora la experiencia de la comunidad hombre mujer, la que respeta, acoge y protege, la experiencia de sus antepasados para proyectarlas en sus hijos hacia el futuro, la que estudia para saber y no solo para trepar socialmente, la que respeta las creencias en un Dios creador y ordenador del caos.

La coyuntura nos ofrece la posibilidad inédita de quebrar el huevo de la masificación social y salir a la luz de las verdades vistas por nuestros propios ojos físicos y espirituales. Jóvenes: no crean la visión apocalíptica de que estamos condenados al “progreso” y que prontamente máquinas, drones, y computadores cuánticos gobernarán vuestras vidas. No será así en la medida que salgamos del letargo masificador. La libertad humana tiene un orden de magnitud que los soldados del globalismo y de la corrección política no prevén. Tiene tantos y tantos matices y pormenores que las máquinas no la doblegarán.

La estrella de la mañana alumbra en plena oscuridad. Hoy soy optimista. Quiero gritar en medio de la mayor obscuridad, el que le escuché a Mieli, economista argentino: ¡Viva la libertad carajo!!


[1] Distribuyéndolo en una “agenda social”, que todos sospechamos (los que votan a la izquierda y a la derecha) que las más de las veces es más una agenda de consolidación del dominio de las élites. Pero esa es otra historia que la que anima estas letras

 [2] Luis Emilio Recabarren fundador del Partido Comunista y posteriormente asesinado por el PC, tiene escritos que lo destacan como fervoroso defensor de la familia obrera, su protección y promoción al margen de toda otra autoridad.

[3] Nacionalista, racista, machista, homofóbico, alucinado con las teorías de la conspiración etc. etc. etc.


Fuente: http://pabloerrazurizmontes.blogspot.com/2020/07/la-estrella-de-la-manana.html

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