14 de julio de 2020
Reflexiones
Pablo Errázuriz Montes
Se confunden los conceptos de Globalización y Globalismo. [1]
La globalización existe hace siglos. La conquista de América por parte de las potencias europeas tuvo por consecuencia la incorporación de esta parte del mundo, a una interdependencia casi global. El proceso continuó en toda la época moderna, y actualmente es muy difícil que exista comunidad humana en el planeta, que esté sustraída de la suerte que corra el resto del mundo.
Globalismo es otra cosa. Es un corpus de ideas que pretenden el aseguramiento de trayectorias de todas las colectividades humanas en el planeta, en un sentido coherente. La globalización es un hecho[2]. El globalismo es una ideología, una agenda y una estructura de ejercicio del mando y del poder. Ideología que desde 1945 ha ido evolucionando hasta conformar un código normativo, cada vez más imperativo y complejo.
La capacidad de imperar del orden mundial globalista es un sofisticado logro de la inteligencia humana. El globalismo no opera como su tatarabuelo, el Estado Nacional, bajo amenaza del uso (y uso efectivo) de la fuerza coercitiva. Impera bajo el formato de los perros de Pavlov; estímulo y respuesta. Las transgresiones no se pagan con sangre, pero se pagan con algo peor; deprivaciones.
La Guerra Fría fue la primera de la era del globalismo; un poker terrorífico, pero innegablemente genial. Infinitamente más inteligente que las napoleónicas, la blitzkrieg y que los bombardeos sobre Tokio o Dresde. Fue una guerra quirúrgica. Hubo bluf, alarde de uso de fuerza letal global, zapatos en la mesa, un poco de napalm también; y al final, una de las partes amablemente, como lo hacen dos viejos amigos, volteó su rey y reconoció la victoria del otro. El premio del torneo fuimos todos nosotros; el resto del mundo. Prueba palmaria que fue torneo entre colegas, es que no hubo tribunales de Nuremberg, ni genocidas presos. Desde que impera el globalismo, solo van presos los que pretenden hegemonías nacionales o autarquías y que por lo demás, no forman parte de este torneo.
Cae el muro de Berlín y se intensifica lo que se encontraba esbozado desde 1945. El vencedor impone algunas de sus ideas y concede otras, y en base a unas y otras se van cerrando las tenazas de una normativa que nos abraza cariñosa, pero ferreamente.
Los elementos identitarios de esta ideología son básicamente tres. El primero, la zanahoria de la prosperidad que conlleva el comercio mundial. En esta fase se crean algo así como dos divisiones del futbol: La A es el OCDE, la de los chicos buenos; La B el resto, que debe hacer mérito para ascender. El segundo elemento es, el garrote a los pecadores: ¿quienes? A los nacionalismos, los afanes hegemónicos o autárquicos y a quienes se desmarquen de los roles en la orquesta[3]. Por nacionalismo entiéndase solo aquellos de escala mayor, que hagan peligrar la hegemonía global. Se toleran los nacionalismos de baja gama como localismos, regionalismos y se promueven incluso secesiones de naciones que antaño fueron fuertes y que podrían volver a serlo en el futuro. Los derechos humanos y el decálogo de pecados (racistas, ultraderechistas etc.) son el cilicio para los transgresores. El tercer elemento es la parte amable: El Buenismo. La ideología globalista nos “enseña” que hay una sociedad mundial unitaria, y esta humanidad cosmopolita y festiva debe ser el objeto de nuestro amor y protección[4]. Ecología y conservacionismo donde se formalizan iniciativas acientíficas, a veces contradictorias y contraproducentes con el medioambiente[5]. Ideología de género que promueva toda especie de aberraciones sexuales[6]. Y la más importante de esta cruzada buenista; la salud mundial. Ayudas alimentarias que revientan los mercados internos de los países receptores, pero que proporcionan bienestar moral a los opulentos. Y, en el combate a la enfermedad y a la muerte, se concibe el método de control del siglo XXI: La pandemia. En un genial ejercicio de prueba y error, se fueron año tras año, pandemia tras pandemia[7], probando reacciones de personas y gobiernos nacionales, para refinar un método de control total y… bingo: en 2020 por primera vez en la historia de la humanidad, la burocracia global, sin disparar un solo tiro, somete la voluntad de 6 mil millones de seres humanos, privándolos del bien mas preciado que nos han legado los cielos[8]: la libertad, y lo que es más sorprendente, con un resfrío que solo mata a los que se morirían de todos modos.
Aquí señores, nadie se manda solo. No manda un hombre, no manda un grupo de hombres. Manda el globalismo, una ideología, una estructura, un protocolo[9]. La sanción a los desobedientes será dolorosa e impredecible[10]. ¿Qué acaso esto significará trastornos y pobreza? Que va. Primero están los protocolos y la obediencia. El control es lo que vale.
¿Cómo es posible que gente inteligente a lo largo y ancho del mundo haya pisado el palito?; ¿Cómo es posible que hayamos llegado a tal aberración sin voces disidentes políticamente relevantes?; ¿Como se ha seguido una directriz global sin ningún discernimiento prudencial?; ¿Cómo nadie ha sido capaz de decir que el rey va desnudo? Creo que el globalismo llegó a su cenit y topó fondo, ambas cosas a la vez.
El poder es una pasión constructiva y destructiva a la vez: Pretende mitigar los riesgos de una amenaza futura, pero lleva el germen de su destrucción porque es una exigencia uniformemente creciente. No puede detenerse. No conoce el equilibrio. La burocracia global ha superado todo límite prudencial. Y lo ha hecho en aras de manifestarse, sin conmiseración ni responsabilidad por el bien común general. Es el pecado de Napoleón al invadir Rusia. No tenía razón plausible, pero en política rige el principio, show must go on.
Pero, aparte de la pasión por el poder, ¿por qué ha errado tan groseramente causando un desastre económico y social de magnitudes imprevisibles sin haber tenido justificación plausible, siendo evidentemente el remedio peor que la enfermedad? Pues porque han pasado por alto la regla de oro del ejercicio de la política: Las sociedades humanas son sistemas dinámicos y complejos, que solo se pueden gobernar prudencialmente y jamás por burócratas que obedecen a un protocolo.
Por esta misma razón el Globalismo está intrínsecamente condenado al fracaso. No podrá imperar, por la misma razón que ha fracasado el socialismo. Sucede que la unidad básica de la política es la voluntad humana, y esta por culpa de Adán y Eva, es capaz de torcer el destino en infinitos pormenores y matices. Pormenores que la burocracia internacional jamás podrá prever ni observar. Aunque se apoyen en mega computadores cuánticos capaces de procesar millones y millones de datos y variables, la voluntad humana siempre se desmarcará de manera imprevisible.
La pregunta final es: ¿Quién pagará la cuenta de este caos provocado por el mismo “orden”? En el derecho indiano existía la institución del Juicio de Residencia al final del mandato del Gobernador. Se concebía que no obstante protocolos, cédulas reales, mandatos imperiales, decretos de la casa de contratación o del concejo de indias; la responsabilidad siempre recaía en la persona del Gobernador que era enjuiciado por los gobernados. Por eso el gobernador, cuando recibía una orden que era contraria a la prudencia, apoyaba la cédula real sobre su cabeza, y expresaba la fórmula ancestral: Se acata, pero no se cumple.
Creo que la pagarán los que acataron.
[1] Rüdiger Safranski. ¿Cuánta Globalización Podemos Soportar?
[2] A mi juicio, un hecho positivo y promotor del crecimiento del individuo y su señorío.
[3] Pinochet y Trump son dos ejemplos de “enemigos públicos”.
[4] Quien dice “humanidad” miente: Carl Schmitt
[5] Campañas para impedir las centrales hidroeléctricas que promueven la autarquía energética, son contradictorias con la defensa del medioambiente, pero pecaminosas para la dependencia energética.
[6] Obviamente para reventar a la institución de la familia -peligro intrínseco del globalismo- e inducir el control poblacional de manera festiva y “alegre” “in good spirit” “gay”
[7] Peste porcina y otras gripes promovidas con aspaviento, que resultaron ser un bluff.
[8] Don Quijote dixit
[9] ¿De qué se mueren los que se mueren?: de la pandemia pues. Así ordenan los protocolos reconoció el Ministro de Salud.
[10] ¿Vieron lo que le paso a Mirosevic o a los militares chilenos? Cualquier intento de hegemonía o desmarcarse dará lugar a un relato tenebroso y se pagará con escarnio. Mucho cuidado señores gobernantes. Si no han cometido ninguna falta o delito, este lo pondrá el relato y terminará siendo verdad.
Fuente: http://pabloerrazurizmontes.blogspot.com/2020/07/globalizacion-globalismo-y-pandemia_14.html
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