Magdalena Merbilháa


Hoy, tras perder la primaria oficialista contra la ultraizquierda, liderada por el Partido Comunista de Chile, el Partido por la Democracia se enfrenta a una disyuntiva compleja.


Se entiende por convicciones a las creencias que están profundamente arraigadas en una persona y que son difíciles de cambiar. La RAE aclara que se trata de ideas religiosas, éticas o políticas a las que se está fuertemente adheridas y que guían el pensamiento o la conducta de una persona. Se refiere a un convencimiento firme y sólido sobre algo que se constituyen como la base de la manera de pensar, actuar y tomar decisiones. Tener convicciones implica estar convencido de la verdad de las ideas y actuar por tanto en consecuencia. Son “la roca” que guía el comportamiento e influye en las decisiones y acciones. De hecho, tener convicciones fuertes puede aumentar la confianza en uno mismo (saber, ¿qué es bueno y por qué es bueno?),  en la coherencia (coordinación entre el ser y el hacer) y autenticidad de las acciones. Las Convicciones son algo que siempre tienen las buenas personas, esas que están movidas por la real justicia, que persiguen siempre dar a cada uno lo que es de propio suyo. En toda actividad humana hay personas de bien que siguen sus convicciones y buscan lo correcto. Creen en la existencia de la verdad y se orientan hacia ella desde lo bueno y lo bello. Pero, así como hay personas correctas que orientan su actuar hacia el bien, hay quienes están movidos por el egoísmo y están dispuestas a traicionar “las convicciones” y hacer lo incorrecto con tal de lograr algo que les beneficie.


 "Una de las grandes disyuntivas de la política partidista es tener que obedecer las directrices del partido y es por eso que, cuando esas directrices van en contra de las convicciones de los buenos hombres, no queda más que abandonar el partido"


Esto sucede en todas las áreas humanas, pero se da desde siempre con mayor abundancia en la política. Es esta realidad fáctica la llevó a Nicolás Maquiavelo a constatar que “la moral y la política suelen estar separadas” y que los políticos, de un modo más abundante que en otras actividades humanas, los que suelen renunciar a sus “convicciones” o más bien a no tenerlas. Es por eso que, para ser un buen político, se estima que hay que saber “navegar”, “ser camaleónico”, “cambiarse la chaqueta” si es necesario, para así lograr y permanecer en el poder. Por eso, comúnmente los políticos abandonan sus supuestas convicciones, ya que están dispuestos a renegar de la verdad y del bien para lograr el poder. Ya decía Enrique IV de Navarra, el príncipe reformado que luchaba contra el catolicismo, “Paris bien vale una misa”. El primer borbón con tal de acceder al trono de Francia renunció a todo lo que supuestamente creía. Esto ha sido y es tan recurrente en la historia que se le adjudica al cómico norteamericano Julius Henry Marx, comúnmente llamado Groucho Marx la frase: “Estos son mis principios, y si no le gustan, tengo otros”, refiriéndose a la falta de congruencia en la política. El mismo Winston Churchill, habiéndose cambiado de partido político para mantener sus convicciones, tenía claro que: “Algunos hombres cambian de partido por el bien de sus principios; otros cambian de principios por el bien de sus partidos». Una de las grandes disyuntivas de la política partidista es tener que obedecer las directrices del partido y es por eso que, cuando esas directrices van en contra de las convicciones de los buenos hombres, no queda más que abandonar el partido. No se puede para salvar el partido, perder el alma.

Esta reflexión es importante hoy en Chile, en un momento en el que el Partido por la Democracia, un partido instrumental creado en 1987 como una fuerza progresista que buscaba la plena democracia para el país tras “la dictadura”, tiene de elegir camino y mostrar si tiene realmente “credenciales democráticas”. En su esencia como partido, está su “supuesto compromiso con la democracia”, que algo más grande que solo la elección popular. Implica el respeto por las libertades individuales, por las instituciones y la creencia y defensa de la igualdad ante la ley. Hoy, tras perder la primaria oficialista contra la ultraizquierda, liderada por el Partido Comunista de Chile, se enfrenta a una disyuntiva compleja. Apoyar a la candidata comunista, por naturaleza y visión antidemocrática y, por tanto, abandonar sus convicciones o dar un paso al costado. No apoyarla tiene un alto costo, desaparecer como fuerza política, extinguirse, mientras que apoyarla implica desaparecer como supuesto bastión moral. Dejar en evidencia que no tienen convicciones y que no les importa la democracia. Este problema se traspasa a sus militantes, ya que, si el partido decide apoyar a Jeannette Jara para mantener el poder y recibir las potenciales prebendas; las personas de bien, militantes del partido deberán elegir si “cambiar o abandonar sus convicciones por el bien del partido” o bien, “abandonar el partido por el bien de sus convicciones”.

Deberán elegir hacer lo correcto con las consecuencias que eso tiene, salvando sus almas o hacer lo incorrecto y ser responsables de dinamitar la democracia de Chile para el futuro, abandonando así, su supuesta razón de ser. Todo eso sólo para lograr desde el egoísmo, como se dice en buen chileno, “arreglarse los bigotes”. Esta misma reflexión va para los socialistas, demócratas cristianos, liberales, radicales y todos los “supuestos socialistas democráticos”. Veremos si hay convicción o sólo conveniencia.

Fuente: https://ellibero.cl/

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