19 marzo, 2024 

 

 

 

 

 

por Magdalena Merbilháa


 Así como muchos ciudadanos despertaron de un letargo de vergüenza mal concebida, la Iglesia pareciera ser que también lo está haciendo. La llegada al arzobispado de Santiago de Fernando Chomali cambió el estilo.


El ser humano por naturaleza se asocia y pertenece a grupos de representación. Esto nace de un modo natural y emana de la propia libertad que el ser humano posee. Estos grupos, desde sus representantes, buscan manifestarse en la sociedad civil para hacer valer sus opiniones y visiones. Esto ha sido y es considerado como algo valioso en la historia para toda la sociedad.

Esta visión ha llevado a que minorías puedan ser representadas y escuchadas, haciendo valer sus opiniones y miradas, para poder lograr una real inclusión. Pero es interesante ver que este proceso no es absoluto, sino sectario. Junto con esta idea que busca visibilizar a grupos marginados se ha intentado silenciar a mayorías por razones de supuesta “no discriminación”. En nombre de la inclusión se excluye a grupos mayoritarios como es el caso de las Iglesias establecidas, tanto católica como cristiana. Pareciera ser que en la agenda progresista establecida, el ser conservador y tener una visión de mundo cristiana, es algo indeseable que merece ser silenciado.

Más allá de las falencias humanas que la Iglesia pueda haber tenido hoy y siempre, estos “pecados” han sido promocionados literalmente con “ventilador” con intenciones de silenciar a la institución como un todo. Se busca anular a la Iglesia quitándole el “piso moral” total por las falencias de algunos. Lo cierto es que toda institución está formada por personas y esas personas pueden cometer graves faltas, pero eso no debiera invalidar a la institución como un todo. Sin embargo cuando hablamos de la Iglesia Católica, pareciera ser que las faltas de algunos miembros de ésta, terminaron por invalidar a la institución como un todo.

La Iglesia Católica ha destacado por su ausencia en opinar en temas esenciales del país, al punto de dejar sin voz y sin guía, no a una minoría, sino a la gran mayoría. Ante la vergüenza de las acciones imputadas, los “pastores” decidieron abandonar a sus feligreses y  privarlos de su tan necesaria conducción. A esta ausencia, pecado de omisión, se suma el pecado de acción que tiene que ver con el hecho que facciones de la Iglesia Católica abrazaron ideologías incompatibles con su creencia. No se puede ser católico y marxista, eso es agua y aceite, por lo que la teología de la liberación y sus metástasis fueron condenadas por la ortodoxia. O sea, la Iglesia ortodoxa silenció por largo tiempo por vergüenza y la “Iglesia herética” habló de modo desvergonzado. Para efectos prácticos los feligreses estaban abandonados o mal orientados. Esto claramente dejaba sin representación a muchos.

De la voz opinante y valiente de la Iglesia de antaño, hoy la Iglesia silenciada no habló durante el 2019 y “tomaron palco” frente a los atentados abiertamente anticlericales de los movimientos octubristas. Callar frente al mal  sólo hace que ese mal crezca y es ciertamente calificado como un “pecado”. La jerarquía eclesiástica por vergüenza y miedo prefirió eludir su responsabilidad frente a sus feligreses. Para muchos que buscaban este silencio esta situación era cómoda y buscada, ciertamente beneficiosa.

Pero así como muchos ciudadanos despertaron de un letargo de vergüenza mal concebida, la Iglesia pareciera ser que también lo está haciendo. La llegada al arzobispado de Santiago de Fernando Chomali cambió el estilo. Valiente y opinante fue calificado desde antes de llegar como alguien que cruzaba la “delgada línea roja” de lo “políticamente correcto”. ¿La gran pregunta es si la Iglesia debe o puede opinar? Pero si volvemos a la idea de la representación de grupos de la sociedad civil, debe opinar. No hacerlo es eludir sus responsabilidades para con sus fieles. Es una buena noticia que las instituciones recuperen poder en lo político, ya que gran parte del problema de Chile es el debilitamiento de las instituciones, entre las que está la Iglesia. El nuevo estilo es una buena noticia, Chile está recuperando la voz. El Chile cristiano debe tener voz y la Iglesia no puede ni debe callar.

Fuente: https://ellibero.cl/columnas-de-opinion/recuperando-la-voz/

.